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MARTIRES MEXICANOS


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2012  •  698 Palabras (3 Páginas)  •  626 Visitas

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Martires mexicanos

Todos ellos fueron niños mártires. Murieron hace muchos, muchos años. Sus vidas jóvenes y puras quedaron estrujadas entre las manos de sus verdugos, simplemente por el hecho de que creían en Cristo con toda el alma, y por haber defendido su amistad con Él con auténtica valentía. Eso sucedió allá en Roma, hace más de mil seiscientos años... Sin embargo, lo que son las cosas: a pesar de tanto tiempo aún seguimos conservando fresca su memoria.

Sin embargo, no creas que “niños mártires” sólo los hubo entonces, cuando no había más diversión que estudiar geometría, astronomía y recitar versos en latín. No. “Niños mártires” los hubo ayer, y efectivamente, los habrá también mañana. Mientras exista Cristo y su amor desmedido por los hombres, especialmente por los niños, los “mártires” existirán para siempre.

Cosme, Natividad, José Luis y Tomás. Cuatro chiquillos con agallas de hombre. Por supuesto, no forman parte de un grupo musical del momento, ni son los nombres de los artistas más famosos de la actualidad; tampoco son jugadores de fútbol, ni mucho menos personajes fantásticos de un comic americano. Son los nombres de unos niños mexicanos que vivieron en nuestro país a inicios de siglo pasado. Lo que estos niños tuvieron en común fue haber sido “mártires”, tal y como en su tiempo lo fueron Cecilia, Tarsicio e Inés.

Fueron cuatro niños muy normales, como los demás de su tiempo. Iban a la escuela y se divertían con los amigos, jugando a las canicas, pateando un balón de cuero o lanzándole pedradas a los zopilotes. En los días de lluvia salían a las calles para empaparse con las gotas de agua; y los días soleados se fugaban de la escuela para irse de paseo al monte, en compañía de su perro y de su resortera. Claro, los estudios les costaban, y dedicaban tardes enteras a soñar despiertos. Como ves, eran tan normales como los demás; es más, normalísimos. Ah, pero en sus vidas existió un pequeño detalle que les diferenció de todos los niños de su edad: y es que amaban tanto a Cristo, que no había otra cosa que llenara sus almas hasta los bordes, ni sus amigos, ni las travesuras, ni las excursiones a las espesuras del monte. Eran inseparables de Cristo, pues Él constituía su más grande y fuerte amistad. Una bonita amistad que defendían hasta con los puños y dientes. Una amistad indisoluble que cultivaron desde muy pequeños.

En México, existieron unos años realmente tristes y dolorosos para los católicos. Entre 1926 y 1929 se desató una fuerte persecución contra nuestra fe por todo el país. Fueron años difíciles en los que las fuerzas del mal planearon dejarnos sin Iglesias, sin sacerdotes y, lo que es peor, sin sacramentos. Imagínate: ¡quedarnos sin Cristo de la noche a la mañana! ¿Qué hubiese sucedido con México si tal catástrofe hubiera llegado hasta los extremos? ¿Qué camino podría

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