MUSEO NACIONAL DE HISTORIA
Enviado por Valevilla • 8 de Abril de 2014 • 9.439 Palabras (38 Páginas) • 536 Visitas
Sala I. Dos continentes aislados (… – 1521)
Separados por un océano, los habitantes de Europa y del continente que habría de llamarse América no se conocieron sino hasta finales del siglo XV. En 1492 entraron por primera vez en contacto, iniciándose así una nueva etapa de la historia universal.
El matrimonio de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, aunado al final de la centenaria lucha contra el Islam que terminó con la conquista del reino de Granada en 1492, y a la expulsión tanto de los judíos como de aquellos que no aceptaron la fe católica, propiciaron la unificación de los reinos españoles y permitieron que España se constituyera como la primera nación de la Europa moderna.
Por lo que toca al territorio que hoy conocemos como México, albergaba una gran variedad de grupos humanos. En la zona central y sur, hoy conocida como Mesoamérica, se habían construido milenarias civilizaciones que hacia principios del siglo XVI constituían poderosas sociedades con dioses protectores particulares. En el norte habitaban grupos heterogéneos de agricultores y de cazadores recolectores, también socialmente complejos.
El mundo prehispánico era multicultural. A pesar de sus muchas similitudes, los mesoamericanos no estaban integrados como una «nación» con identidad compartida, sino que cada comunidad se consideraba un altépetl (agua-cerro) autónomo.
Salas II a V. El Reino de la Nueva España (1521-1821)
A lo largo de tres siglos se moldearon las bases de un nuevo pueblo: el del México actual.
A la mezcla de diversas etnias, tradiciones culturales, lenguas y grados de civilización, se sumó la difusión del idioma castellano y la religión católica. Durante ese periodo también se perfiló el territorio mexicano, se originó la mayor parte de las instituciones políticas, las estructuras económicas y las tradiciones y costumbres, así como el arte y la literatura de lo que hoy es México como nación. Los elementos indígenas, europeos, asiáticos y africanos se mezclaron para dar vida a un nuevo pueblo multicultural y multiétnico.
De acuerdo con la real cédula del 22 de octubre de 1523, Nueva España nunca fue considerada una colonia, sino un reino federado a la Corona de Castilla, como también lo eran Nápoles y Sicilia respecto de la Corona de Aragón.
Al iniciarse el siglo XVIII, con la llegada al trono español de los Borbones, de origen francés, Nueva España resintió un trato político distinto: ahora se le veía como colonia, mera factoría y mercado para la metrópoli. Entonces los novohispanos le recordaron al monarca su naturaleza de reino, sus fueros y privilegios. Basándose en estos derechos, hacia el final del periodo virreinal (1808) se negaron a reconocer las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, y el advenimiento al trono de José Bonaparte, hermano de Napoleón I.
1. La labor evangelizadora
Tan importante como la conquista militar, tecnológica o artística, fue la evangelización, también llamada «conquista espiritual». Esta labor fue realizada en los primeros años por religiosos pertenecientes a las órdenes franciscana, dominica y agustina, y más tarde por los jesuitas y el clero diocesano (formado por sacerdotes y diáconos de una diócesis).
Con el fin de hacer más atractiva la nueva fe para los indígenas, las ceremonias religiosas se acompañaban de música, danzas, cantos, flores, velas e incienso. También se escenificaban autos sacramentales o pequeñas piezas teatrales para explicar la doctrina cristiana. Los religiosos utilizaron a los niños de la nobleza indígena, previamente educados en los conventos y colegios, como catequistas y, más tarde, algunos de ellos continuaron propagando la fe cristiana al transformarse en gobernadores y jueces de los pueblos de indios.
Los evangelizadores concentraron a las comunidades indígenas en poblados, y permitieron la convivencia de los sistemas y formas de organización prehispánico y castellano de tenencia de la tierra; introdujeron el uso de la rueda y las herramientas de hierro, así como diversos cultivos y animales europeos.
Escribieron obras fundamentales en las múltiples lenguas nativas y no pocas veces defendieron a los pueblos indios de los abusos de encomenderos, corregidores, terratenientes, mineros, y de sus propios caciques.
2. Conquistas y poblamiento del territorio
Consumada la derrota mexica, los españoles y sus aliados indígenas continuaron el avance hacia los cuatro puntos cardinales de esta parte del mundo. Sometieron a los zapotecos, mixtecos, purépechas, mayas y a los habitantes de la región de Occidente. La frontera de Nueva España en el sur llegó hasta la península de Yucatán y los actuales estados de Campeche y Tabasco, aunque su jurisdicción también abarcó la Capitanía General de Guatemala, incluyendo la mayor parte del Soconusco y Chiapas.
Durante el siglo XVI, el avance hacia el norte se extendió hasta la provincia de Nuevo
México. Se fundaron entonces las ciudades mineras de Guanajuato, Zacatecas y Parral, así como numerosos pueblos y haciendas habitadas por colonos españoles peninsulares y novohispanos, indígenas y castas. Desde el siglo XVII, misioneros jesuitas como Eusebio Kino y Juan María de Salvatierra evangelizaron Sonora y la península de California.
La conquista y poblamiento de Nuevo Santander, actual Tamaulipas, tuvo lugar a partir de 1748. En el último tercio del siglo XVIII se efectuaron expediciones que ampliaron la geografía de Nueva España, y que permitieron fundar poblados como San Diego, Santa María de los Ángeles y San Francisco en la Nueva o Alta California (1769-1776).
3. Sembradores de misiones
Entre 1682 y 1733 se crearon los colegios de Propaganda Fide para preparar catequistas que reforzaran las misiones franciscanas del norte del virreinato. Fray Antonio Margil de Jesús fundó tanto los colegios de Guatemala y Zacatecas como misiones en Texas. Por su parte, el franciscano fray Junípero Serra estableció, durante la segunda mitad del siglo XVIII, las misiones en la Sierra Gorda de Querétaro y en la Alta California.
Nueva España fue además un centro de difusión religiosa y cultural. En 1571 Miguel López de Legazpi fundó Manila como capital de las islas Filipinas, llamadas así en honor de Felipe II. Estas islas, así como las Marianas y las Palau, en Micronesia, fueron consideradas dependientes del virreinato novohispano; su evangelización corrió a cargo de jesuitas, franciscanos y agustinos. En 1668 llegó a las Marianas el padre jesuita Diego Luis de Sanvítores, quien fundó una misión y escribió la primera gramática de la lengua malayo-polinésica.
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