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Miedos En La Edad Media

maolo201011 de Junio de 2013

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Los miedos en la Edad Media.

Para abordar este tema lo primero que haremos es aclarar que es el miedo, algunos lo han definido como una emoción caracterizada por un intenso sentimiento, habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es una emoción primaria que se deriva del rechazo natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, por ejemplo el ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror.

En la Edad Media existe un miedo a todo lo desconocido, a los boques, a las brujas, a los duendes, a los gnomos, a los ogros, toda clase de animales y a los espíritus, existía un miedo que tal vez era el mayor de todos, el miedo a la muerte este era alimentado por la iglesia y preocupaba mayormente a los ricos pues la iglesia decía que el reino de los cielos era de los pobres.

Los bosques europeos cubrían enormes extensiones de terreno y era el hogar de seres sobrenaturales como hadas, genios, duendes, criaturas semianimales y semihumanas como ogros, brujas y hombres lobos. Antiguas supersticiones anidaban todavía, en las mentes de los hombres medievales, aunque la iglesia intentara quitarles estas ideas de la cabeza.

Por esto mismo, el bosque medieval inspiraba miedo al ser un lugar oscuro, pero también fascinación: miedo a lo desconocido, a las criaturas que en él habitaban, y fascinación porque era una forma de escaparse de la ley, del rígido control y de conocer “aquel otro mundo”.

Miedo a las brujas estas eran mujeres emancipadas, solteras generalmente, que vivían de la elaboración de remedios caseros. Eran mujeres de ciencia, que ponían en práctica conocimientos heredados sobre plantas medicinales o ungüentos caseros. Ciertamente, eran mujeres de mucha reputación en las comunidades locales a las que se acudía asiduamente cuando la medicina oficial era incapaz de encontrar soluciones.

Se atribuía a los acusados de brujería un pacto con el diablo. Mediante el pacto, la bruja o brujo se comprometía a rendir culto al Diablo a cambio de la adquisición de algunos poderes sobrenaturales. Entre estos poderes estaba, lógicamente, la capacidad de causar maleficios de diferentes tipos, que podían afectar tanto a las personas como a elementos de la naturaleza; en numerosas ocasiones, junto a estos supuestos poderes se consideraba también a las brujas capaces de volar (en palos, animales, demonios o con ayuda de ungüentos), e incluso el de transformarse en animales (preferentemente lobos).

Según estas creencias, las brujas y brujos acudían en determinadas fechas a reuniones nocturnas que eran básicamente una inversión sacrílega de aspectos de la liturgia cristiana, reinaba la promiscuidad sexual y se realizaban actividades repulsivas, las acusaciones más frecuentes eran las de infanticidio y canibalismo infantil. El Diablo (descrito de muy diferentes formas: a veces con forma humana, pero también frecuentemente de macho cabrío u otro animal) era adorado por las brujas y brujos, y a veces se unía sexualmente en orgías. Por todos estos actos las bruja y cualquier relación con ellas actividades generaban un gran temor entre la población.

Otros personajes que generaban temor eran los duendes que eran seres fantásticos, normalmente enanos o de pequeña estatura, con poderes sobrenaturales, eran considerados seres traviesos, que habitaban en las casas y el campo. Algunas de sus travesuras eran cambiar de sitio los muebles, ocultar objetos. Los espíritus que regresaban regularmente al mundo de los vivos, puesto que si el difunto había dejado cosas por hacer regresaban a la tierra y también podía asustar a las personas, sus almas en pena vagando por los caminos, todas estas apariciones tienen como fondo la noche. Existía un miedo a la noche, herencia de un mundo inseguro para el hombre, que queda plasmado

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