Nuevo Orden Social
Enviado por Eli2a • 17 de Abril de 2014 • 1.350 Palabras (6 Páginas) • 419 Visitas
La sociedad posfeudal europea es un mundo caracterizado tanto
por la inexistencia de una guía única para las conciencias (nacimien-
to del protestantismo y fractura de la unicidad de las creencias y de la
centralidad romana, con la emergencia de las periferias religiosas y la
modificación que esto supone en la universitas medieval) como por la
intensificación y diversifícación de la división social del trabajo y del
espacio productivo (ciudad/campo, con la definitiva primacía de la
primera). Las condiciones que van a dar lugar a una mayor homoge-
neidad entre lo político (en manos de los viejos sectores de poder, en
buena parte) y lo económico (que comienza a despegarse de los
mecanismos tradicionales tardomedievales y que, cada vez más, pasa a
manos nuevas, de procedencia diversa, pero con una unidad actual
como clases mercantiles), a la unidad moderna entre Estado-nación y
circulación regulada de riqueza, esas condiciones están ahí dadas
para empujar la última parte del proceso de reordenación que el
nuevo mundo exige. La idea de orden no es vana, es una aspiración
común, de índole restauradora, que preside una axiología científica
que todos comparten: de Comte a Marx. Los procesos de industriali-
zación y modernización han desencadenado no sólo una fuerte rees-
tructuración social (Gran Bretaña, como ejemplo «ideal») sino que
también han generado una dinámica científica acelerada (conexión ciencia-industria) que produce una serie de descubrimientos en cade-na, particularmente en el campo del transporte y las comunicaciones y en el de la maquinaria del sector textil. Esta tecnología incipiente se va a extender por Europa y va a ser decisiva en aquellos países que
política y económicamente pueden absorber el proceso.
Si, al modo heraclíteo, el conflicto es el estado normal de las
cosas, el siglo xix (y aledaños) es el momento más «normal» de la his-
toria europea. La idea de restauración, que es una idea de orden,
aparece en toda cultura bajo formas míticas o simbólicas, cuando no
explícitamente, y dirigida a finalizar algún desorden. Dicho esto,
parece que hablar de la idea de orden como exclusiva de una época
fuera excesivo. Sin embargo, la quiebra total, aunque anunciada y
larga, que se produce en el siglo vecino, introduce una variante inten-
siva en el uso de la idea restauradora. Aun más abusivo podría pare-
cer atribuir tal consideración ordenancista a Carlos Marx, aunque no
a Augusto Comte, obviamente. Pero en estos dos hombres de su tiem-
po la idea de orden juega, en profundidad, un mismo papel.
El discurso social era un discurso de orden y nadie podría aceptar
un cierto nivel entrópico en la vida social diseñada desde la inteligen-
cia científica o literaria o religiosa. Ordenancistas fueron las regladas
utopías del Renacimiento, como lo fue la república platónica, y como
lo serán después las parautopías sociologistas y/o socialistas de Saint-
Simon, Owen o Fourier. La misma idea de orden subyace a la visión
liberadora que Marx edifica a partir de un diagnóstico del desorden
primigenio: la historia de la Humanidad es la historia de las luchas de
clase.
El nacimiento de las ciencias sociales toma la forma profética y
redentora. La ordenación social de aquel mundo desestructurado
por los procesos acelerados de industrialización y modernización,
podrá hacerse desde el ideal científico y/o igualitario, pero serán
siempre ciencias de salvación. Liberarse (¿y en qué medida hay que
hacerlo?) de este carácter prioritariamente salvífico no ha sido fácil.
La deformación que así se introducía obviaba la propia ciencia: la
opinión más o menos cualificada o interesada sobre los hechos socia-
les sustituía a la cuantificación y cualificación de los mismos. Pero
aquella confusión de niveles, de metodologías, de creencias, aquella
esperanza científica de salvar y ordenar el mundo bajo el impulso
reglado de la propia ciencia, no fue un gesto inútil. De la enferme-
dad escatológica de la primera ciencia social nacería el punto de vista
«científico» del político nuevo: el requerimiento a la ciencia y al aná-
lisis. La necesidad de racionalizar la gobernación y de diseñar a corto,
medio y largo plazo algunos elementos condicionantes de las conduc-
tas colectivas, ordenando y elaborando proyectos fundados sobre el conocimiento de la realidad analizada más que sobre la propia ten-
dencia a usar la intuición sin fundamento, voluntarista y peligrosa, la
necesidad de racionalizar instituye el requerimiento a la ciencia. Pero
del requerimiento a la anulación del discurso científico media la
resistencia que el método positivo introduce en la relación ciencia-
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