Parque La Leona

Parque la Leona

Muchas historias se cuentan alrededor del origen del sector de Tegucigalpa conocido como “La Leona”. Su nombre se basa en la leyenda de la existencia de un felino hembra que bajaba al atardecer de las zonas boscosas del Sapusuca buscando presas de los hatos de chivos que existían donde hoy se conoce como El Bosque.

Esa leona o jaguar, una vez se aproximó al sitio donde una señora había dejado a su hija de escasos meses de edad mientras ella se dedicaba a las labores del campo. Cuando regresó a buscar a su niña vio a la fiera echada al lado de la pequeña como custodiándola, situación que produjo espanto en la acongojada madre que al gritar espantó al peligroso animal que se alejó del lugar para perderse entre los árboles.

La historia se popularizó en la Villa de San Miguel, y los que trabajaban en las galerías de las minas que se explotaban en la zona de lo que hoy conocemos como El Edén decían que con mucha regularidad miraban deambular a la leona por esos montes altos de Tegucigalpa. Desde entonces el lugar es conocido como “La Leona” y cuando la ciudad fue creciendo y se extendió la población de los límites de La Ronda, el reparto habitacional se le llamo simplemente barrio La Leona.

Allá por 1840, el saliente de la estribación de El Picacho ya se conocía como La Leona. El área estaba cruzada de veredas que ocupaban los mineros para llegar con las mulas a las bocaminas de El Edén. Allí se habilitó como un mirador de la ciudad y en una pequeña meseta se construyó una amplia champa o quiosco que servía a los vecinos que acostumbraban ir los domingos a pasear y recrearse con la vista de la ciudad que ofrecía el mirador de La Leona.

La tribuna panorámica, la zona fresca y pasada el temor por la leona, comenzaron a construirse las primeras casas de gentes pudientes. La municipalidad cedió terrenos a familias que se interesaron por poblar el sitio que se conectaba con La Ronda y La Pedrera. Las grandes residencias fueron construidas por el inmigrante alemán Gustavo Walther, edificaciones que todavía se conservan con grandes arcos que permitían el acceso a la zona de La Alahambra sitio en el que construyó a principios del siglo pasado la primera Escuela Normal de Varones en el gobierno del general Manuel Bonilla. G. Walther levanto una clínica hospital en ese sector y fue un entusiasta de la obra contribuyendo financieramente y cediendo el terreno para la misma.

Una serie de transformaciones comienzan a darse en Tegucigalpa entre 1910 y 1930, y en la administración del Presidente López Gutiérrez se inició la construcción del Parque La Leona obra supervisada por el arquitecto Augusto Bressani. Para emprender los trabajos se levanto alrededor del saliente, un enorme muro de piedra a fin de evitar que se lavara la tierra en las temporadas de lluvias, la altura de ese muro desligaba al mirador de la calle empedrada

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