Pedro, Bernardo Y La Virtud más Difícil - Luciano Alvarez
Enviado por Lucianoalvarez • 25 de Marzo de 2014 • 991 Palabras (4 Páginas) • 211 Visitas
Pedro, Bernardo y la virtud más difícil
Luciano Alvarez
Si hubo dos vidas paralelas, éstas fueron las de Bernardo de Claraval (o Clairvaux) y Pedro el venerable. Uno nació en el 1090, el otro dos años más tarde, Bernardo murió en el 1153, Pedro en 1156.
Vivieron durante apogeo del monacato occidental y lideraron las dos mayores congregaciones. El primero fue abad de Cluny, la organización monástica más importante de la Edad Media, mientras que Bernardo desde la nueva orden del Cister reprochará a los cluniacenses su enriquecimiento, su sofisticación artística e intelectual, excesivo poder temporal y propondrá el regreso a la austeridad y el sacrificio, “tanto en la mesa como en la indumentaria y en los edificios monásticos, recomendando la sustentación y la solicitud por los pobres” (Benedicto XVI)
Lo cierto es que ambos fueron líderes espirituales y terrenales a un tiempo; grandes viajeros, probablemente a su pesar. Pedro dijo claramente que abandonar la quietud contemplativa del monasterio le angustiaba: “Voy de un lugar a otro, me afano, me inquieto, me atormento, arrastrado aquí y allí; tengo la mente dirigida ahora a mis asuntos, ahora a los de los demás, no sin gran agitación de mi alma"
No obstante desarrollaron una eficiente actividad administrativa sobre sus inmensas órdenes monásticas y, sobre todo, asumieron un papel fundamental en las controversias dentro de la Iglesia. Ambos se unieron para imponer como Papa a Inocencio II contra el corrupto Anacleto II, consagrados, ambos, el 23 de febrero de 1130, por facciones rivales, aunque el cisma duró hasta 1138.
Sin embargo sus personalidades y sus visiones del mundo les llevaron a sucesivos enfrentamientos que, sin embargo no erosionaron una relación de respeto y admiración mutua. Pedro el Venerable definía a Bernardo como "faro de la Iglesia" "columna fuerte y espléndida de la orden monástica y de toda la Iglesia" y para Bernardo, Pedro era “hombre importante ocupado en asuntos importantes”.
Benedicto XVI trazó admirablemente su carácter: “Pedro es un ejemplo admirable de asceta riguroso consigo mismo y comprensivo con los demás. (…) Cuantos lo conocieron destacan su señorial mansedumbre, su sereno equilibrio, su dominio de sí, su rectitud, su lealtad, su lucidez y su especial actitud de meditación. ‘Está en mi propia naturaleza escribía – el ser bastante indulgente; a ello me incita mi costumbre de perdonar. Estoy acostumbrado a soportar y a perdonar’ (…). Decía también: ‘Con aquellos que odian la paz quisiéramos, en lo posible, ser siempre pacíficos’ (…). De índole sensible y afectuosa (…) fue un cultivador de la amistad, (…) ‘no despreciaba y no rechazaba a nadie’ (…); ‘se mostraba amable con todos; en su bondad innata estaba abierto a todos’.
Pedro y Bernardo fueron grandes teólogos y predicadores, aunque la obra de Bernardo es más sistemática y amplia que la de Pedro. La tesis de Bernardo sobre el arduo problema del libre albedrío, por ejemplo, es admirable. Pedro, en cambio, ejerció una gran influencia en el arte de su época, particularmente sobre los programas esculturales de
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