Perito Contador
Enviado por Cristianlp • 1 de Octubre de 2013 • 2.161 Palabras (9 Páginas) • 364 Visitas
La lógica Isaac newton
El siglo XVII resultó ser una mala época para Inglaterra. A los años de revolución, guerra civil, dictadura, restauración, disputa religiosa, desorden general y subsiguientes muertes y calamidades que asolaron el país a mediados del siglo, se vino a sumar una terríble plaga de peste bubónica que, sólo en Londres, se cobró más de 68.000 vidas.
En el verano del año 1665, "plació a Dios Todopoderoso en su justa severidad que visitase esta villa de Cambridge la plaga de la pestilencia", reza un documento de la época. Se dispuso, por consiguiente, cerrar los colegios de la vieja universidad y dispersar a sus estudiantes por el país.El Trinity College lo hizo el 7 de agosto y, entre los alumnos que tuvieron que abandonar la prestigiosa institución, se hallaba un muchacho "sobrio, silencioso y pensativo" llamado Isaac Newton. El joven estudiante abandonó Cambridge y se dirigió a su casa materna de Woolsthorpe, en el condado de Lincolnshire. donde había nacido 23 años antes. Allí pasaría cerca de dos años. En un famoso pasaje, el propio Newton relataba. Cincuenta años más tarde, que en ese bienio había hallado el método de las series aproximadas para reducir la dignídad (potencia) de un binomio; el método de tangentes; la teoría de los colores... “Y el mismo año comencé a pensar que la gravedad se extiende a la órbita de la Luna y (...) deduje que las fuerzas que mantienen los planetas en sus órbitas debían de ser proporcionales a la inversa de los cuadrados de sus distancias a los centros alrededor de los que giran; en consecuencia, comparé la fuerza necesaria para mantener la Luna en su órbita con la fuerza de la gravedad en la superficie de la Tierra, y encontré que la respuesta era muy aproximada”. “Todo esto –señala finalmente– fue en los años de la plaga de 1665-1666. Porque en ellos yo estaba en mi mejor edad mental para la invención y me interesaban las matemáticas y la filosofía más que en ninguna otra época posterior.”
Anni mirabiles (años maravillosos) se ha llamado a ese bienio 1665-1666, puesto que, al parecer, en su transcurso Isaac Newton ideó todo lo que le debe la ciencia.
Muchos le quedaban todavía para desarrollar, publicar, verificar sus cálculos y teorías, y también para disputar su prioridad acaloradamente. Pero, básicamente, su obra, o al menos sus nociones científicas, se concentra en esos fructíferos anni mirabiles.
No menos prodigioso, por cierto, fue el hecho de que, por aquel entonces, el muchacho apenas contaba 24 años de edad y, a efectos de la ciencia, era un auténtico desconocido,excepto para su maestro Isaac Barrow, titular de la cátedra Lucasian de matemáticas en la Universidad de Cambridge.Isaac Newton había nacido en Woolsthorpe el día de Navidad de l642, curiosamente la. misma fecha en que murió Galileo, una coincidencia que el filósofo Bertrand Russell recomendaba sardónicamente a los defensores de la metempsicosis o trasmigración de las almas.
Su padre había fallecido tres meses antes del nacimiento de su hijo; el bebé, que llegó al mundo prematuramente, era tan pequeñito que “cabía en una cazuela”, y tan debilucho que tuvieron que ponerle un cabestrillo para sostenerle la cabeza sobre los hombros. Nadie creía que pudiera sobrevivir. Pero lo hizo, y vivió durante 84 años. Cuando Isaac tenía tres años, su madre, Hannah, volvió a casarse con un viudo de 63 años, rector de la vecina aldea de North Witham. Isaac hubo de quedarse con su abuela hasta que, en 1653, falleció el padrastro y su madre regresó a Woolsthorpe con tres hijos –dos niñas y un niño– de su segundo matrimonio.El pequeño Newton fue a la escuela del condado en Grantham, en donde sus contemporáneos recuerdan “sus extraños inventos y su extraordinaria inclinación por los trabajos mecánicos”. Un molinillo movido por un ratón, un carrito que propulsaba mediante una manivela. un farolillo de papel arrugado que hacía colgar de una cometa por la noche, para susto de los vecinos. Toda su paga semanal se le iba en herramientas para fabricar estos peculiares artilugios. Pero en su mente se fraguaba algo más que idear curiosos juguetes.Consta que en un día de tormenta se puso a saltar a favor y en contra del viento para medir las diferentes distancias. Asimismo, ideó un reloj de sol que, después de suscitar la burla de sus compañeros, terminó por ser consultado por todos. Eran los primeros indicios de un espíritu inquieto, de una rica e innata disposición experimental para el conocimiento, y que le caracterizó desde su más tierna infancia.
Tenía, además, una manía sumamente útil: apuntarlo todo en cuadernitos. Conocido es el de sus sins o pecados, en el que hacía constar cosas como “impertinencia con mi madre”; “pegándole a mi hermana”; “robando cerezas a Eduard Storer”; “haciendo una ratonera en tu día, Señor”, y otros pecadillos por el estilo que, además de hacernos pensar en un niño bastante repelente, indican algo de su incipiente puritanismo. Más tarde cubrirá otros cuadernos con notas y diagramas científicos.
De lo que carecía en absoluto es de la más mínima predisposición para el cultivo de tierras, una dedicación que su madre quería imponerle.
Isaac era un verdadero desastre para el ganado y el campo. Aplicado como era en latín y estudios bíblicos, y negado, pues, para trabajar como granjero, finalmente su familia no tuvo más remedio que reconocer que “sólo servía para la universidad”, y su madre accedió a enviarlo a Cambridge. Pero, eso sí, con un mermado presupuesto. En junio de 1662 llegaba Isaac Newton a la vetusta villa universitaria –agitada entonces por las polémicas religiosas y políticas de la Restauración– para ingresar en el prestigioso Trinity College como subsizar, una curiosa categoría de estudiante que consistía, pura y simplemente, en servir de criado a los alumnos ricos.
Estos se encargaban de “acarrear leña, limpiar el polvo y vaciar bacinillas”, como relataba un contemporáneo. No obstante, ello no le impidió estudiar con verdadero ahínco, tanto que sorprendía repetidamente a sus tutores demostrándoles saber más que ellos sobre las materias del curso.
Un cuaderno, cómo no, fue el primer gasto que se permitió, y lo comenzó por ambos lados: en uno de ellos apuntó sus teorías sobre la lógica, mientras que el otro lo dedicó a la ética.
Su repertorio de lecturas se amplió rápidamente a los grandes autores del momento, poco recomendables para la ortodoxia tradicional: Descartes, Galileo, Kepler. Boyle...
El joven Newton no se limitaba a leerlos, sino que se atrevía a hacer sus propias correcciones. Tampoco
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