Políticas Internacionales
Enviado por Erehdz • 7 de Diciembre de 2012 • 1.868 Palabras (8 Páginas) • 282 Visitas
México no está bien en educación. Ya sea que midamos a la educación desde el punto de vista de habilidades, conocimientos y competencias, o desde el punto de vista cívico o desde el punto de vista compasivo, los resultados nacionales e internacionales de desempeño de nuestros niños y jóvenes en exámenes estandarizados, o de desempeño en áreas que indirectamente miden el comportamiento cívico y compasivo, nos dicen que estamos mal y rezagados. Estos temas los he documentado con detalle en dos publicaciones anteriores (Andere 2003; 2006a).
Los mexicanos, como muchos otros pueblos, vivimos rodeados de mitos. A veces los mitos se incrustan por años en nuestras mentes a pesar de que los datos nos dicen otra cosa. Lo que sucede es que los mitos son muy buenos mitos. Y en ocasiones, quienes están directamente relacionados con el tema se encargan de machacar con campañas propagandísticas que estamos bien en educación. El manejo propagandístico de la información es un método eficaz para crear y nutrir mitos.
Aun así, el mensaje gubernamental no siempre es propagandístico, también es equivocado. A veces nuestras autoridades y los grupos de interés incrustados en el tema educativo, presentan datos de los triunfos educativos con base en insumos y no en resultados. Los insumos de la educación no miden el desempeño sino el nivel de gasto y los tipos de instrumentos particulares que la autoridad educativa ha seleccionado para enfrentar los retos de la educación.
Con frecuencia, las autoridades e involucrados, nos hablan de aumentos en los niveles y ritmos de crecimiento del gasto público como un dato alentador. A veces nos dicen que más becas es un resultado; o que más pantallas electrónicas son un logro; o que más escuelas inscritas en programas especiales, como por ejemplo, escuelas de calidad, son datos para festejar. Todo eso en realidad son insumos. Nada nos dicen esos datos o insumos acerca de los logros o resultados educativos.
La verdadera medida de desempeño tanto del sistema educativo como de las políticas públicas aplicadas a la educación, es el desempeño de sus educandos en las tres áreas anteriormente mencionadas, conocimientos y aplicación de conocimiento, civilidad y compasión.
Medidas intermedias de resultados son las cuantitativas, por ejemplo: tamaño de población escolar en relación con la población nacional, o con la población en edad escolar; o rezago educativo medido ya sea por nivel de escolaridad de la población en general o de cierto grupo poblacional; o retraso con respecto a la edad teórica en la que se supone la población escolar debería cursar los estudios correspondientes, primaria, secundaria, preparatoria o universidad. Estos datos son intermedios, como medidas de logro educativo, porque años de escolaridad, o porcentaje de atención a la demanda, o nivel de la matrícula escolar, en realidad no nos dice nada con respecto a la «utilidad» o aplicabilidad de los conocimientos, instrucción recibidos o aprendizajes adquiridos. Y como en educación lo que importa no es qué tanto tiempo está uno sentado frente al pizarrón, sino lo realmente aprendido y aplicado para la vida, la mejor manera de medir el resultado es observando y evaluando las tres áreas de la educación a que me referí antes.
No voy a abundar en el tema del diagnóstico. Quisiera, sin embargo, en esta ocasión, concentrar mi atención a proponer una serie de medidas para provocar cambios radicales a la política educativa. Dichos cambios tienen que ver con la estructura y el funcionamiento del sistema.
2. ¿Por qué debemos cambiar radicalmente y por qué no debemos rasgarnos las vestiduras por la educación?
Debemos cambiar radicalmente en el tema educativo porque a decir de los resultados, que son producto del sistema educativo y del modelo educativo y de la política educativa, realmente no hemos cosechado en logros; años y años de enormes y crecientes presupuestos; años y años de medidas y programas repetidos y diferentes; y años y años de cambios curriculares, que «ahora sí, van a funcionar». Es quizás, un buen momento, como todos los que preceden a cambios de poderes, o más bien de personas en los poderes, para proponer cambios; para proponer nuevas formas de hacer las cosas.
La alternativa es seguir como estamos, o en el mejor de los casos, seguir con la misma tónica de los gobiernos anteriores, cambios graduales.
El rezago es enorme, y la deuda con nuestros niños y jóvenes monumental como para cobijarnos en la comodidad del gradualismo. El gradualismo además, tampoco ha dado resultados. Porque el gradualismo sólo toca los problemas en el margen, cuando la causa de los grandes problemas nacionales de la educación está en las bases mismas del sistema.
Independientemente de comparaciones con otros sistemas internacionales, tenemos un modelo educativo centralizado que privilegia a los grupos de interés, llámense sindicatos, empresas, burocracias o autoridades, en lugar de los niños. Por ejemplo, el sistema, sin duda, es un buen empleador. La nómina de personal del sistema educativo nacional no es superada por ningún otro sector de la economía. El sistema también es una mata de políticos en carrera. Las autoridades educativas que siempre colocan a la educación como prioridad en todos sus programas de gobierno, generalmente se «salen con la suya», a pesar de resultados de mediocres a malos, pues una población complaciente, las califica con notas aprobatorias, por cuanto a la imagen que de la educación tienen en general los padres de familia y maestros. El sistema, también es un buen contratante. Las empresas, proveedoras de las enormes licitaciones que los programas y proyectos educativos acarrean, no pueden más que ser condescendientes con el aparato educativo y festejar lo atinado de las políticas gubernamentales.
No debemos tampoco rasgarnos las vestiduras por la educación. Parece verdad
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