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Principado De Augusto


Enviado por   •  25 de Agosto de 2011  •  2.903 Palabras (12 Páginas)  •  1.403 Visitas

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1. Naturaleza del Principado

El tema del principado de Augusto ha dado lugar a una nutrida bibliografía. El problema jurídico se complica con el político y ambos se encuentran dominados por el psicológico, que plantea esa personalidad un tanto enigmática de Augusto, más fría, reflexiva e inclinada a las soluciones intermedias que la de César. Las observaciones sobre la psicología de Augusto son importantes, pues Augusto supo imprimir a su creación estatal el matiz cambiante de su personalidad. Ello explica que hayan fracasado los intentos de comprender el principado con categorías jurídicas.

A partir de Mommsen (que presento un tesis de diarquia princeps-senado, rechazada de forma casi unanime)se ha tratado de encajar el principado en categorías jurídico-políticas demasiado rígidas, oscilando entre la consideración como monarquía o como república.

Hoy día podemos entender que el error de todas estas teorías fue no comprender que la naturaleza fluctuante del principado de Augusto no se puede captar con unas rígidas categorías jurídico-políticas, sino desde el punto de vista de una ideología política y de una realidad sociológica. La ideología política no presenta un carácter definido. Sociológicamente, quizá pudiera decirse que el régimen de Augusto se basaba en dos factores: uno material, el ejército; y otro moral, la convicción de todos de que no se podía salir del caos de la guerra civil más que concentrando los poderes en una sola mano. Las modernas investigaciones van librándose lentamente del riesgo que supone encerrar la problemática viva del principado en esquemas rígidos.

Lo sorprendente en el dilema tradicional "monarquia o republica" es la simplicidad con la que se traducen estos terminos, sin estudiar su valor semantico y buscar su equivalencia funcional en el lenguaje moderno, para comprender con mas exactitud la problematica de la legitimidad del regimen de Augusto

Una fuente de primera magnitud para conocer el principado de Augusto lo constituye su autobiografía (Res gestae divi Augusti = relato de las hazañas de Augusto). Al distinguir la realidad sociológica de la ideología política, comprenderemos el valor excepcional que revisten las Res gestae para conocer las ideas de la época de Augusto. En efecto Augusto, consciente de su responsabilidad ante la Historia, hace un magno intento de justificación cara a la posteridad.

La autobiografía de Augusto comienza con las impresionantes palabras: “A la edad de diecinueve años enrolé, por decisión propia y con dinero privado, un ejército, con el cual liberé a la patria que estaba oprimida por la dominación de la facción”.

Augusto se nos presenta aquí como el general más joven de la historia de Roma, lo cual sirvio para acrecentar su carisma. El ejército enrolado por su cuenta, con dinero privado, le plantea el problema de la legitimidad. Cicerón diria que "no podía haberse actuado de otro modo y Magdelain, siguiendo ideas ciceronianas, distingue entre el princeps liberatis, que actúa privato consilio, conduciendo un movimiento de liberación y va contra la constitución para implantar un orden nuevo, y el princeps rector que opera ya publico consilio dentro del orden establecido. Esa separación resulta quizá demasiado tajante y unilateral, sin que termine, por otra parte, de resolver el problema.

El tópico de la guerra de liberación aparece unas veces unido a la eliminación de las facciones, otras, en cambio, en conexión con la idea nacional. Octavio libera a la patria que estaba oprimida por la dominación de la facción. En adelante, ya no habrá más facciones; él, que, según proclama, se encuentra en el poder gracias al consentimiento de todos (cfr. cap. 34), no se apoyará en un bando determinado, sino en el consenso de los hombres buenos (consensus bonorum omnium)

Este tópico de la concordia entre las diversas clases sociales (concordia ordinum) reviste una importancia decisiva para el nuevo orden, pues es fundamental para la despolitízación.

También se encuentra la idea de la guerra de liberación, a raíz de la batalla de Accio, en una moneda del año 28 que proclama a Octavio como garantía de la libertad del pueblo romano. Aunque la lucha contra Antonio es realmente una guerra civil, Octavio tiene la habilidad de presentarla como una lucha que mantiene el pueblo romano o, si se quiere, la civilización occidental, contra la barbarie y el despotismo de Oriente. Octavio evita que Roma sea sojuzgada por una potencia extranjera.(“Toda Italia me juró fidelidad espontáneamente y me eligió como caudillo para la guerra que gané junto a Accio”, Res gestae, cap.23).

Syme explicó en 1939 a este respecto que aunque el movimiento presentó una cierta apariencia de espontaneidad, "no hay que imaginar que todo el país, inflamado de patriotismo, se levantara, como un solo hombre, clamando por una cruzada contra el enemigo extranjero".

Todo este movimiento nacionalista se combina con una tendencia a exaltar el glorioso pasado de Roma, que, aparte de la posibilidad de servir a intereses reaccionarios, reforzará las pretensiones de legitimidad del nuevo orden. Augusto se presentará en definitiva, a sí mismo como el digno continuador de una gloriosa tradición nacional, velando por los valores de la “Romanizad

La toma de Alejandría el 1 de agosto del año 30 supusó la fecha de la Victoria. Después de la misma, la paz, luego, a posteriori, las preocupaciones por la legitimidad y, con ellas, la autolimitación del poder personal. Efectivamente, el 13 de enero del año 27 a.C., es decir, tres años después de la victoria sobre Antonio, tiene lugar una memorable sesión en el senado. Octavio declara, de pronto, quererse retirar a la vida privada y devolver al pueblo y al senado los poderes extraordinarios una vez cumplida su misión de salvar a la patria y de castigar a los asesinos de César. Sólo después de los insistentes ruegos del senado accede a continuar en el poder. Pero ahora quiere gobernar constitucionalmente: Él había sido elegido como caudillo para la guerra que ganó en Accio; continuó gobernando en el consensus universorum y, ahora, transfiere la res publica al arbitrio del pueblo y del senado. El senado, en reconocimiento de sus méritos le concede, entre otros honores, el título de Augusto. A partir de ese momento, según sus propias palabras, se convirtió en el primero en auctoritas aunque solo era uno más en potestas. El poder de Augusto no es, por tanto, según él, un poder meramente material, sino más bien de tipo espiritual, basado en su prestigio o, para decirlo más exactamente, en su carisma (auctoritas). Esta idea es fundamental en la concepción del principado de Augusto. No obstante, Tácito, con referencia a Augusto, habla de potencia, no de auctoritas.

Los

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