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Profecias De Nostradamus


Enviado por   •  25 de Junio de 2013  •  39.240 Palabras (157 Páginas)  •  466 Visitas

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Michel Nostradamus

Las profesías de Nostradamus

Introducción

«Aquí descansan los restos mortales del ilustrísimo Michel Nostradamus, el único

hombre digno, a juicio de todos los mortales, de escribir con pluma casi divina, bajo la

influencia de los astros, el futuro del mundo.»

Quien dictó estas breves líneas para que fueran grabadas en la grisácea piedra de una

tumba pretendió encerrar en ellas toda la esencia de una vida que se consumió, de

forma. desacostumbrada, entre la realidad y el mito, entre la fe en Dios y la hechicería,

entre lo consciente y lo inconsciente.

Nostradamus fue médico y vidente, astrólogo y filósofo, matemático y alquimista. Este

personaje ha sido objeto de estudio, de análisis y de una ininterrumpida búsqueda por

parte de cuantos se han esforzado en descubrir su auténtica personalidad y sobre todo

el secreto, mucho más apasionante, que se encierra en sus famosas profecías.

En honor a la verdad, la crítica racionalista niega la existencia de cualquier «secreto

de Nostradamus», reduciendo su obra de clarividente a un mero producto de la

alucinada imaginación de un loco, a una explosión de imágenes, fruto de una alquimia

del pensamiento que puede cautivar, pero que no puede satisfacer razonablemente a

quienes la examinen.

Sin embargo, no se puede liquidar con una interpretación tan simplista al autor de

las famosas Centurias; no se pueden despachar tan sencilla y cómodamente los 22

libros de las versiones proféticas de Michel de Nostredame, más conocido por el nombre

latino que él mismo se había dado: Nostradamus.

Aun que todo el mundo haya oído hablar de él y su nombre se cite con frecuencia,

¿cuantos habrán leído, siquiera por encima, su extraordinario conjunto de profecías?

Un número muy reducido, sin que ello deba sorprender lo más mínimo.

Si los textos de Nostradamus pudieran ser interpretados de forma inmediata y

precisa; si sus profecías en lugar de encubrirse en un lenguaje enimático estuviesen al

alcance de todo el mundo, su obra sería el best-seller más grande de todos los tiempos.

¿Quién de nosotros renúnciaría a satisfacer la curiosidad de conocer su porvenir?

¿Quién prefiere ignorar lo que el destino reserva a los hombres?

El empleo de un lenguaje esotérico en sus escritos se justifica porque, en el terreno de

la profecía más que en cualquier otro campo, las verdades no son siempre agradables

para quien las dice, ni halagadoras para quienes las escuchan.

Un elemental imperativo de humanidad exige que, en este sondear el destino del

mundo, se actúe con prudencia y caridad, puesto que no deja de ser un bien, en la gran

mayoría de los casos, que el significado preciso de una revelación profética no sea

comprendido hasta que el acontecimiento predicho se haya cumplido. ¿Cómo actua-

ríamos con libertad si conociéramos ya nuestro futuro? De ahí la necesidad de emplear

un lenguaje sibilino rico en neologismos creados por el autor, valiéndose de raíces

latinas, griegas, españolas, celtas o provenzales. La obra se presenta como la

yuxtaposición de expresiones herméticas para no condicionarnos en nuestro quehacer

diario ante la perspectiva del futuro.

Nostradamus subraya la necesidad de tal hermetismo en una carte dirigida al rey de

Francia Enrique II: «para conservar el secreto de estos acontecimientos, conviene

emplear frases y palabras enigmáticas en sí mismas, aunque cada una responda a un

significado concreto».

En otro escrito suyo, después de precisar que las revelaciones contenidas en sus

profecías le fueron comunicadas «en el curso de continuas vigilias nocturnos», insiste

sobre el origen cósmico y divino de sus visiones, «visiones que Dios me ha dado a

conocer a través de una revolución cósmica».

Nostradamus se funda en uno de los postulados principales de la antigua doctrina

astrológica, según la cual, todos los acontecimientos y fenómenos terrestres y, por

tanto, la historia de la humanidad, están en relación con los movimientos cíclicos de los

astros: «todo está regido y gobernado por el inestimable poder de Dios que se manifiesta

no en medio de furores báquicos, sino en las relaciones astrológicas».

Ante todo queremos dejar constancia de que no aceptaremos la tesis simplista sobre

la obra de Nostradamus, que dice que solo se trata de acontecimientos fácilmente

previsibles en el contexto histórico de Francia, pues guerras, conflictos y cataclismos se

repiten en la historia de cualquier nación. Nostradamus, vidente del siglo XVI, predijo

hechos muy precisos, como será fácil comprobar más adelante, por ejemplo, la trágica

muerte del rey Enrique II; la desatinada huida de Luis XVI a Varennes, origen de la

gran tragedia del rey; y el nacimiento de Napoleón I (cfr. respectivamente Centurias I,

35; IX, 20; I, 60). Con idéntica precisión, supo describir importantes acontecimientos

que forman parte de nuestra historia actual: predicciones de hechos que muchos de

entre nosotros hen visto realizarse desde el comienzo del presente siglo y que no pueden

ser desmentidos o ser considerados fruto de la simple imaginación.

Nostradamus, este gran explorador de lo ignoto humano ¿merece o no ser contado

entre los grandes sabios que desde los profetas bíblicos hasta nuestros días hen escrito,

con letras de fuego, la historia de los hombres? ,

La respuesta a tal interrogante podrá darla cada uno de nosotros después de haber

leído con suma atención sus profecías. Incluso el más escéptico de los lectores tendrá

que admitir que el singular documento literario que Nostradamus nos legó abre un

abismo de hipótesis como ningún otro libro lo hiciera en el curso de los siglos.

No es intención de este libro hacer un estudio pormenorizado de las profecías de

Nostradamus sino dar una vision global del método de interpretación de las Centuries

para ofrecer al lector la posibilidad de interpretar, por sí mismo, los hechos futuros que

predijo tan ilustre vidente.

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