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Proyecto De Nacion


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2011  •  2.986 Palabras (12 Páginas)  •  923 Visitas

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CRISIS DE LA MODERNIDAD.

La modernidad entra en crisis cuando la racionalización pasa de ser un principio crítico ordenador del espíritu científico y libertador de las ataduras de los dogmas de lo tradicional, a un principio legitimador de la explotación, al servicio del lucro e indiferente a las realidades sociales, sicológicas y fisiológicas (TOURAINE, 1994). La racionalidad práctica se reduce a la racionalidad instrumental, el hombre se unidimensionaliza, generando conflictos entre las exigencias sociales y el desarrollo tecnológico (BARREIRO, 2005).

Ahora es imposible volver atrás, la perspectiva ya cambió. En el mundo ya no existen lugares pre-modernos, solo hay reservorios de recursos (TOURAINE, 1994). La diversidad es probabilidad. Pero el agotamiento del concepto de modernidad es innegable, ya que el movimiento contagia su vértigo a la profundidad del Ser. Un Ser cuya profundidad es tan grande como se lo permite la propia justificación del fin.

Este agotamiento del movimiento libertador inicial y la pérdida de sentido de una cultura presa en la razón instrumental, conducen a una tercer etapa de la crisis de la modernidad, la cual es retrospectiva y profunda, en donde se critican los propios objetivos de la modernidad, de su moral controladora y represora, a través de instituciones y prácticas (punitivas, discursivas, etc) veiculizadoras del poder (TOURAINE, 1994).

La fragmentación de la modernidad genera una (no)sociedad en la cual la personalidad, la cultura, la economía y la política parecen seguir caminos diferentes. La esfera del cambio y la del Ser, presentes en la modernidad, significaban al mismo tiempo nacionalidad e individualismo. La distancia crece entre los continuos cambios de la producción y el consumo, y el reconocimiento de una personalidad individual que al mismo tiempo es sexualidad e identidad cultural. También ocurre una separación entre el orden de lo individual y el de lo colectivo, ubicándose en el primero la sexualidad y el consumo, y en el segundo la nación y la empresa (TOURAINE, 1994).

Estos fragmentos (sexualidad, consumo, nacionalismo y empresa) marcan la fuerza centrífuga de la expansión de la modernidad, pero dada su naturaleza autofágica, son también las líneas de fuerza centrípetas antimodernas. Es decir, son la razón de la expansión de la modernidad pero a su vez las causas de su crisis. La dirección modernizadora está aliada a la razón instrumental, mientras que la antimoderna al ataque a la técnica (TOURAINE, 1994).

ARQUEOLOGÍA: UN ORIGEN MODERNO Y UNA REFLEXIVIDAD POSMODERNA.

A partir del siglo XIX la ciencia estaba totalmente refugiada en la experiencia, en lo fáctico, lo observable, lo cuantificable, en oposición a lo metafísico y lo especulativo. El espíritu científico consistía en la búsqueda de leyes naturales cuya base empírica debía carecer de juicios valorativos (GALVICH, et al., 1997).

El conocimiento científico era concebido como conocimiento probado. Las teorías científicas se derivan de los conocimientos adquiridos mediante la observación, de modo que debemos describir aquello que podemos ver, oír, tocar, etc. (CHALMERS, 1988).

Se sobrentiende la existencia de un mundo real que puede ser conocido, y cuyos componentes empíricamente observables presentan cierto orden. Estos fenómenos empíricos pueden ser explicados y predichos por leyes generales (WATSON, et al., 1974).

A finales del siglo XIX y comienzos del XX nuevas disciplinas querían hacerse su lugar en el prestigioso mundo de la Ciencia. Las ciencias duras comenzaban a desmonopolizar la producción de conocimiento científico y aparecen otras disciplinas que pretenden acotar académicamente diversos espacios similares de lo social (LLOBERA , 1990).

La sociología es una de ellas, e intenta abrirse paso en la ciencia, de la mano de Durkheim, quien se ingenia un imperialismo sociológico en el que la sociología, anexionando conocimientos y teorías positivas, y concediendo patente de cientificidad metodológica y teórica, abarcaba todo el campo de las ciencias sociales y humanas, siendo la historia y la etnografía disciplinas auxiliares que proporcionan datos brutos a la sociología (LLOBERA , 1990).

La antropología no tenía un lugar claro como disciplina científica independiente, hasta que Malinowski (1922) promueve una antropología empírica que tiene como objetivo dar cuenta de una realidad que debe ser comprendida con un exhaustivo trabajo de observación en el campo (MALINOWSKI, 1986). Asigna a la antropología la tarea de conocer científicamente al hombre, partiendo de la observación y conduciendo a la observación. La Antropología debe ser inductiva y verificable por la experiencia. Debe tender hacia métodos de verdadera identificación o al aislamiento de factores determinantes del proceso, estableciendo leyes generales y de conceptos que tales leyes incorporan (MALINOWSKI, 1978).

Los trabajos de Malinowski tuvieron gran influencia en el pensamiento antropológico y arqueológico subsiguiente. La concepción instrumental de la cultura para satisfacer las necesidades humanas (MALINOWSKI, 1975), resultó muy complaciente para instalarse en el marco positivista.

Dentro de este panorama, comienza a afianzarse la arqueología como disciplina científica. Se aparta de sus comienzos espirituales y románticos, en base a una separación fundamental entre cosa y signo, entre naturaleza y cultura. La cultura comienza a ser concebida y analizada en términos adaptativos, como un medio extrasomático de adaptación. Esta concepción ecofuncional de la cultura, que probablemente le deba algo al marxismo y al concepto durkhemiano de cultura, se afianza en el pensamiento arqueológico de la época gracias a los trabajos de Leslie White (1949) y Julian Steward (1955) (HARRIS, 1999).

Luego, ya entrados los años 70`, de la mano de Binford (1962) surge la Nueva arqueología o Procesualista, como un proyecto unitario que se propone descifrar una verdad única sobre el pasado, mediante la generación de leyes que permiten explicar el comportamiento humano (THOMAS, 2000).

Este cientificismo en arqueología, trajo aparejados cambios positivos en las metodologías y técnicas de trabajo, basándose en el método hipotético deductivo, y dándole mucha importancia a la inferencia analógica. Desaparece la retórica y la Academia comienza a ser un aparato represivo afanoso de depurar el lenguaje científico y de mantener el conocimiento entre el establishment. Los trabajos arqueológicos desvisten una realidad cognoscible, autoevidente, que aparece gracias a una metodología rigurosa exenta de valoraciones. Las cosas hablan por sí solas, sin ningún intermediario. La cerámica, los instrumentos líticos, las cosas: sugieren, indican, señalan.

La falacia objetivista que estaba

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