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Ramayana


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2014  •  Ensayo  •  491 Palabras (2 Páginas)  •  268 Visitas

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Ramayana

Temerarios como el que desafía al tigre en su guarida, el que despoja el hijo de corta edad a su madre y el que interrumpe al sabio en su profunda meditación. Los sesenta mil descendientes del rey Sagara, que, encontraron la muerte, como las aguas tumultuosas llenan los valles después de la estación de las lluvias, poblaban la tierra, y en su ingente número no se asemejaban a una familia de hermanos, sino a un terrible ejército.

Los sesenta mil príncipes, hijos todos de un mismo padre, con el ruido de sus trompas de caza atronaban las selvas. Temblaban las montañas, las fieras se dispersaban, y los piadosos ascetas que viven solitarios en el bosque se ocultaban en las cuevas profundas. Las cacerías de los príncipes sagaritas se asemejaban a una guerra asoladora. Ellos solos hubiesen podido tomar una ciudad populosa; todos ellos, guerreros de estirpe regia, profusamente adornados, manejando el arco y la jabalina, se movían uniformemente por propio impulso como bandas de patos salvajes. No temían el desierto ni el país extraño, pues todo lo poblaban con su número aterrador. Nada resistía a su ímpetu.

Uno solo, de entre todos los hombres que presenciaban, asustados, el avance de los hijos de Sagara, permanecía indiferente, sin dejarse avasallar por el temor. Era el sabio Kapila. Su mente estaba sumergida en las brumas de la meditación o se elevaba de pronto hasta las más altas verdades. Sus oídos permanecían insensibles y su vista no se fijaba en las cosas de la tierra. Arrebatado en la soledad, habitaba en la alta cumbre de una montaña que dominaba la extensa llanura del noreste, y asistía, sin inmutarse, al griterío de los sesenta mil guerreros que se agitaban como hormigas a sus pies.

Pero no bastó a los imprudentes jóvenes con inundar la llanura donde se hallaba en meditación el sabio. Pronto sonaron las roncas conchas de caza; el relinchar de los corceles atronó el recinto sagrado, y. Semejantes a las abejas que se dirigen en columna hacia su panal, llenaron con sus pisadas y sus gritos el elevado bosque en cuya profundidad estaba Kapila.

Gilgamesh

Aquel que vio todo hasta los confines de la tierra, que todas las cosas experimentaron, consideró todo con sabiduría [...]. Lo oculto vio, desveló lo velado. Informó antes del Diluvio, llevó a cabo un largo viaje, cansado y derrengado. Todo su afán grabó en una estela de piedra. De la terraplenada Uruk el muro construyó, del reverenciado Eannal, el santuario puro.

¡Contempla su muralla exterior, cuya cornisa es como el cobre! ¡Mira la muralla interior, que nada iguala! ¡Advierte su umbral, que de antiguo viene!

Acércate a Eanna, la morada de Istar, Que ni un rey futuro, ni un hombre, puede igualar. Levántate y anda por los muros de Uruk, Inspecciona la terraza de la base, examina sus ladrillos:

¿No es obra de ladrillo quemado? ¿No echaron sus cimientos

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