Recursos Humanos

En "Recursos humanos", Ortuño relata la historia de "un empleadillo" en condiciones precarias que decide escalar en su trabajo usando tácticas extremas en contra de su jefe.

"No se trata de una novela de denuncia social, sino una suerte de fantasía basada en la realidad", con mucha sátira y humor negro.

Recursos humanos es una novela sobre la atracción y la ambición. En el transcurso de la novela, el autor se ha hecho de un estilo propio, de frases cortas, agresivas e irónicas, que escribe sus palabras de forma vulgar, casi erótico, pero también se ha vuelto complaciente con su propio estilo. Los dos narradores de la novela, el joven rico y el oficinista pobre se expresan exactamente de la misma forma, a pesar de que el último ha estudiado en “secundarias numeradas” y el primero ha recibido una reconfortante educación católica. Como resultado, ambos personajes resultan secos, increíbles, prodigiosos. Nada separa al oficinista con su personalidad de rencoroso, luchador del jefe Mario Castañeda, salvo el precio de sus vestiduras.

Podrá alegarse, entonces, que justo es el sentido de la novela. Es justo ahí donde se encuentra el problema principal. La novela de Antonio Ortuño no es una historia de rebeldía, de choque entre opuestos, sino de choque entre iguales. Gabriel Lynch no ansía destronar a sus jefes para cambiar su situación, sino para apropiarse de sus puestos. Las explosiones, intrigas y golpizas de la anécdota de Recursos humanos son solo un atajo para acercarse con mayor velocidad al objetivo.

“Esta es la historia de mi odio”, dice Gabriel Lynch, pero nos engaña. No es la historia de su odio, sino la de su asimilación. El personaje da alguna presunción de profundidad al decir:

Una vida generosa en derrotas como la mía predispone a la introspección y el universo no es, y me refiero a los perros, las mujeres, las estrellas,

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