Reseña de El castigo Corporal en el aula
Enviado por GAAF70 • 1 de Noviembre de 2017 • Monografía • 3.778 Palabras (16 Páginas) • 241 Visitas
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El castigo corporal en la historia de la educación
Introducción
“La primera disposición en esta materia fue adoptada el 5 de octubre de 1813 por la Soberana Asamblea General Constituyente, que abolió el castigo de azotes en las escuelas, por considerarlo absurdo y perjudicial para niños que se educaban para ser ciudadanos libres.
Se estableció, además, que los maestros que continuasen aplicando azotes serían privados de su oficio y castigados como infractores; la Única penitencia autorizada era la de poner de rodilla a los alumnos. De la época revolucionaria queda, pues como un ideal la supresión de los castigos corporales, pues a decir verdad en la práctica siguieron aplicándose."[1]
Esta larga transición que a más de un par de centenarios aun persiste en residuos de una práctica que más que abolida, diríase, mutada a modalidades de peor efecto, cuando el impacto es sobre la psique del individuo.
Es de carácter reduccionista y sesgado focalizar la temática al periodo de la reorganización nacional, descuidando el contexto global, la correlación temporal y a los otros ámbitos donde se practicaba el castigo; que indudablemente nos da la información complementaria para comprender el proceso histórico, la evolución de la práctica y las causas que la mantuvieron por centenarios en la cotidianeidad “educativa”
Si bien, es de nuestro interés centrar el análisis sobre el segmento demarcado entre los años 1862 y 1930, en la línea del tiempo, un somero sobrevuelo a los aconteceres de siglos atrás, nos permitirá el acopio referencial como apertura a un estudio de mayor amplitud y profundidad, ofreciendo, tal vez, puntapié inicial a un tratamiento pluridisciplinar.
Antecedentes
En la Antigüedad
Al principio de los tiempos, allá en época de las sociedades tribales, el castigar estaba fundado en la dependencia de las potestades religiosas o familiares para mantener el orden establecido. El interés primordial era el bienestar del grupo y se hacía un especial ahínco en la venganza. No obstante, con el crecimiento demográfico, el rol de la familia como medio de control social se vio disminuido, debido a la aparición de códigos escritos o protocolos. Por ejemplo, el Código de Hammurabi en la Mesopotamia hacia el 1750 a.c. estaba basado en la lex talionis, e insistía en la restricción del castigo. La ley del Talión fue la versión originaria del impulso de justicia humana, según la interpretación de la ley divina: “ojo por ojo, diente por diente”.
“Si la ley del Talión fuese admisible, se abreviarían mucho los trabajos del legislador; porque una sola palabra valdría un volumen. El Talión consiste en hacer sufrir al enemigo el mismo mal que le causó a la parte ofendida;”[2]
En la antigüedad, los crímenes atroces se castigaban con atrocidades incluso peores que el propio crimen. El fundamento del Código de Hammurabi era el de devolver el golpe con uno igual.
En las sociedades antiguas era común el castigo corporal y la muerte. Los griegos querían reformar y disuadir, no sólo vengar, aunque los castigos eran bien distintos dependiendo del estatus del individuo, es decir, según fuera ciudadano o esclavo.
En el ámbito de la educación, se encuentran vestigios de la violencia del maestro al alumno, “Como los otros artesanos del démos, el maestro enseña a sus discípulos-aprendices en su “tienda” en la calle, y al mecanismo de la enseñanza añade el rigor de la disciplina, que a menudo comporta golpes. Aunque las leyes de Solón prescribían: es esclavo no pegue al alumno libre” golpes y garrotazos, como entre los egipcios y los hebreo, eran el medio fundamental de la instrucción”[3]
La época Romana
En cuanto a la época romana, observando las Doce Tablas del 451 a.C., veremos que se centran mayoritariamente en las deudas, la familia, la propiedad, en crear normas y en los delitos contra el estado, así como en casos específicos.
Los castigos que se empleaban solían ser rigurosos, aunque variaban según el estatus de la persona: una persona acaudalada podía conmutar la pena a cambio de un pago de dinero, de hecho, las partes solían llegar a un acuerdo (una cantidad) en los asuntos civiles. La concepción romana de castigo tenía una naturaleza vengativa y disuasoria, más que creer en la corrección del delincuente. Además, la prisión no era una opción de castigo, sino algo temporal (hasta que se aplicara el castigo), pues la ciudad no podía hacer frente a los gastos que suponía.
En el ámbito militar romano el castigo era inexorable desde la impartición de la educación en la vida de armas, la vida cotidiana y más aun en situación de combate. “El sistema disciplinario del ejercito Romano ya era severo cuando las legiones se reclutaban con ciudadanos ricos que servirían por un sentido de lealtad al Estado. Cuando el ejército se convirtió en una fuerza profesional, los castigos, no hicieron más que aumentar su brutalidad. El ejercito dejaba bien en claro desde los inicios del entrenamiento del recluta, cual debía ser su comportamiento”.[4]
Pero fuera del perímetro castrense y muy arraigado a la educación romana, las huellas del maltrato quedaron impregnadas en la historia. “Sin la saña de aquellos discípulos de Casiano, pero con el mal recuerdo de la dureza de los maestros en los años infantiles en la escuela, se expresa también San Agustín. No quiere recordar aquella etapa de su vida. Cree que era preferible morir a pasar otra vez por la experiencia de aquellos maestros cuyo único recurso ante el alumno era el castigo duro y cruel.”[5]
Es poco útil precisar fechas, como inverosímil intentarlo, para un proceso monótono donde el castigo corporal a comenzado a ser técnica de control y orden en la impartición del conocimiento. ¿Tal vez herencia doctrinaria del régimen marcial, asimilado por la educación? Lo que es cierto indudablemente es que la manera ha perdurado por un largo espacio en la línea del tiempo.
“S. F. Bonner resume la situación escribiendo que <
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