Resumen Ignacio olabarri
Enviado por Andres Basualto Hidalgo • 12 de Agosto de 2015 • Resumen • 1.374 Palabras (6 Páginas) • 125 Visitas
El texto pretende, desde el estudio del autor, mostrar la importancia de la memoria en la construcción de una identidad, ya sea personal o colectiva. Existe, sin embargo, una incapacidad de conectar pasado y presente, asunto por el cual el autor expone el miedo a la amnesia y con ello justifica la búsqueda actual de la memoria. De esta forma el estudio de la memoria se vuelve por poco decirlo complejo, ya que la historia positivista de antes y la historia científica del presente mira con cierto desprecio la memoria y la ve como pre-científica, también una desaparición de los “ismos” nos hace difícil establecer una identidad.
El tratado de la memoria es tal que otras ramas de la ciencia como la filosofía, la psicología, neurología, psiquiatría y antropología, entre otras, se integran hoy a la discusión. Para el caso de la historia es necesario considerar que aunque a la fecha se abren las puertas de dialogo entre ambas “ciencias”, termina finalmente siendo un relato exclusivamente histórico.
- La Memoria se pone de moda: Partiendo de la base que para la historia decimonónica la tradición oral no era de fiar, el autor nos expone que en otras diversas culturas y hace cientos de años atrás, coexisten la oralidad (memoria) y la escritura (historia). No se puede así separar el mythos del logos, ya que las verdades son múltiples. Más aun, se habla de que cuando Herodoto invento la tradición que trascendería como historia, los mitos saturaban la esfera del mundo griego. De igual forma otras culturas memoriales como la medieval europea y la China, presentan esta importancia del mito por sobre la historia. Esta importancia lleva a que personajes como Herodoto y otros historiadores clásicos basen en la tradición oral la confección de su historia. Esta oralidad otorga en el tiempo una tradición que, sin embargo, no deja de ser intencional y dinámica.
- La naturaleza de la memoria y su relación con la identidad personal:
- Memoria personal e identidad personal: En este apartado el autor nos expone sobre la reorganización de la memoria, es decir, la tarea mediante la cual no selecciona ni reproduce, sino que reconstruye. Este postulado de Edelman y Rosenfield, nos aleja de una aproximación identitaria, ya que el suponer una constante reconstrucción, nos aleja de un YO y con ello de momentos de recuerdo. Bajo este postulado no existiría un YO y con ello tampoco un OTROS, por lo que no tendría sentido. Por otro lado es importante entender que el proceso memorial es tanto individual como social, existiendo tres estados memoriales. Uno genético, con el cual aparentemente venimos autodefinidos; uno social, definido por la cultura y el medio; y otro propio, de actos condicionados por las anteriores pero libres. Finalmente tenemos un yo primigenio, sujeto de operaciones que no cambia en cada hombre.
- Memoria personal, la identidad personal y la historia: la discusión sobre el estado memorial y la identidad han llevado a una repercusión importante en el campo de la historia, específicamente en el ámbito individual de la biografía, la autobiografía y los diarios. La primera, propia de los nuevos biógrafos (nuevos historiadores), son el fruto del juego entre la sociedad, la cultura y el propio yo, en un proceso de circulaciones dinámicas (Simbiosis entre la autoconstrucción y la construcción social).
La segunda, la autobiografía, propia del siglo XVIII en adelante, es producto del acto posestructuralista de la identidad individual, sin dejar de tener, según el autor John Paul Eakin, un rasgo central de ficción. Por lo que debe entenderse como un arte de la memoria y un arte de la imaginación al mismo tiempo. Es un intento al mismo tiempo de fabricar y de documentar una vida.
Finalmente se debe otorgar una importancia a los diarios personales, trabajo memorial particular de cada individuo.
- Memoria colectiva e identidad colectiva:
- Que es la memoria colectiva: Es esta la que interesa hoy en día a los historiadores y su relación con la identidad colectiva. Sin embargo, la relación y existencia de esta se encuentra es una constante disyuntiva. Por un lado autores como Fentress y Wickham creen que al ser los individuos quienes realmente recuerdan, quitan la importancia a lo social, ya que, formando el individuo parte de esta, la naturaleza individual prima por sobre la colectiva. Otros autores como Halbwachs ponen énfasis en lo social. Finalmente lo que el autor presenta como mucho más válido, es distinguir una memoria individual, que nutre una memoria común producto de la evocación de las luchas, pero que se diferencia de la memoria colectiva por cuanto esta última es perceptible solo a través de una acción consiente de re memorización.
- La memoria social y la identidad colectiva: Primero, existe un creciente e importante aumento en el estudio histórico de la memoria social. Segundo, pasa que mientras las personas tienen cada una su propia identidad, las naciones se desarrollan, remodelan y mueren memorialmente. Tercero, el proceso de configuración de identidad no solo depende de la representación del Otro, ya que la memoria personal es influyente en cierta medida sobre la social. De esta forma toda concepción identitaria, ya sea particular o colectiva, forma parte de ella. En relación al OTRO, el autor marca el énfasis en como el NOSOTROS, se diferencia e influye ese OTRO, que puede ser cercano o lejano dependiendo desde donde queramos entenderlo. Como ejemplo se puede considerar la relación de NOSOTROS con el OTRO mapuche. Para algunos puede parecer cercano tanto como para otros lo pueden ser los españoles y viceversa.
- Conclusión: LA INCLUYO COMPLETA PORQUE CREO ES CORTA Y PRECISA. En su novela quizá más conocida, El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad escribió: «la mente del hombre es capaz de cualquier cosa, porque está todo en ella, tanto el pasado como el futuro». Uno de los grandes cambios entre la historiografía de hace un siglo y la actual lo sabemos radica aquí: en la nueva conexión pasado-presente-futuro, nacida de la convicción de que siempre, también cuando recordamos o proyectamos, estamos viviendo en el presente, en nuestro presente. Desde esta perspectiva, probablemente estamos ante un modelo de historiador, el de la segunda mitad de nuestro siglo, que, aun evitando el anacronismo, el presentismo y los usos ilegítimos del pasado, no puede dejar de juzgar al interpretar, y se mantiene, por tanto, relativamente lejos de la Wertfreiheit reclamada por Max Weber. Ello no quiere decir, por supuesto, que el historiador pueda pasar a cumplir una función mítica como es la de la memoria, ni renunciar a hacer la historia crítica de esa misma memoria, individual y social. No es lo nuestro inventar tradiciones, sino, como en el caso de la oportuna obra de Hobsbawm y Ranger, estudiar el cómo y el porqué de tales invenciones'". Es más, tenemos que ser aún más críticos respecto a nuestra propia tribu que los historiadores de hace cien años. En 1899 el historiador suizo Antaine Guilland señalaba la influencia de Theodor Mommsen sobre Nietzsche, y recordaba que en los años sesenta y setenta del siglo pasado, «tres obras llenaban de entusiasmo a la juventud alemana: el Fausto de Goethe, El mundo como voluntad y como idea, de Schopenhauer, y la Historia de Roma, de Mommsen», tres obras muy significativas a la vista de lo que ocurrió después. Como ha escrito Robert Muchembled, debemos hacer una etnología histórica de nuestra propia tribu; pero una cosa es la empatía del etnólogo hacia la comunidad que estudia y otra su conversión en el hechicero de la tribu. Por ello hay que tener cuidado -lo ha hecho notar Eleanor Searle- con el concepto de «mitohistoria», acuñado hace diez años por William McNeill. Creo que Searle interpreta demasiado radicalmente las palabras de McNeill, pero que acierta al resaltar una idea clave, relacionada quizá con la «fusión de horizontes» de Gadamer: si es verdad ---como decíamos antes- que los historiadores escribimos, siempre desde el presente, para nuestros contemporáneos, que necesitan conocer el pasado para vivir su propio presente, también lo es que la mejor forma de conseguirlo es ponernos como primer objetivo (objetivo ideal, a la manera de las ideas reguladoras de Kant) el de reconstruir y entender el pasado luchando cuanto nos sea posible contra nuestros «pre-juicios» o «pre-sentimientos».
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