Resumen de la Carta a García
Enviado por rororo243 • 8 de Febrero de 2015 • Resumen • 1.903 Palabras (8 Páginas) • 293 Visitas
fdasfsadfasdfsddddddddddddddUna Carta a García
Hubo un hombre cuya actuación en la guerra de Cuba, culmina un astro en su
perihelio.
Sucedió que cuando hubo estallado la guerra entre España y los Estados
Unidos, palpóse clara la necesidad de un entendimiento inmediato entre el
Presidente de la Unión Americana y el General Calixto García. Pero, ¿cómo
hacerlo? Hallábase García en esos momentos Dios sabe dónde en alguna
serranía perdida en el interior de la Isla. Y era precisa su colaboración. Pero,
¿cómo hacer llegar a sus manos un despacho? ¿Qué hacer?
Alguien dice al Presidente: "Conozco a un hombre llamado Rowan. Si alguna
persona en el mundo es capaz de dar con García es él: Rowan".
Cómo el sujeto que lleva por nombre Rowan toma la carta, guárdala en una
bolsa que cierra contra su corazón, desembarca a los cuatro días en las costas
de Cuba, desaparece en la selva primitiva para reaparecer de nuevo a las tres
semanas al otro extremo de la Isla, cruzando un territorio hostil, y entrega la
carta a García, son cosas de las cuales no tengo especial interés narrar aquí.
El punto sobre el cual quiero llamar la atención es éste:
"McKinley da a Rowan una carta para que la lleve a García. Rowan toma la
carta y no pregunta: ¿en dónde podré encontrarlo?".
¡Por Dios vivo!, que aquí hay un hombre cuya estatua debería ser vaciada en
bronces eternos y colocada en cada uno de los colegios del universo. Porque lo
que debe enseñarse a los jóvenes no es esto o lo de más allá; sino vigorizar,
templar su ser íntegro para el deber, enseñarlos a obrar prontamente, a
concentrar sus energías, a hacer las cosas, "a llevar la carta a García".
El General García ya no existe. Pero hay muchos Garcías en el mundo. Qué
desaliento no habrá sentido todo hombre de empresa, que necesita de la
colaboración de muchos, que no se haya quedado alguna vez estupefacto ante
la imbecilidad del común de los hombres, ante su abulia, ante su falta de
energía para llevar a término la ejecución de un acto.
Descuido culpable, trabajo a medio hacer, desgreño, indiferencia, parecen ser
la regla general. Y sin embargo no se puede tener éxito, si no se logra por uno
u otro medio la colaboración completa de los subalternos, a menos que Dios en
su bondad, obre un milagro y envié un ángel iluminador como ayudante.
El lector puede poner a prueba mis palabras: llame a uno de los muchos
empleados que trabajan a sus órdenes y dígale: "Consulte usted la
Enciclopedia y hágame el favor de sacar un extracto de la vida de Corregio".
¿Cree usted que su ayudante le dirá: "sí señor", y ponga manos a la obra?
Pues no lo crea. Le lanzará una mirada vaga y le hará una o varias de las
siguientes preguntas: ¿Quién era él?
¿En qué Enciclopedia busco eso?
¿Está usted seguro de que esto está entre mis deberes?
¿No será la vida de Bismark la que usted necesita?
¿Por qué no ponemos a Carlos a que busque eso?
¿Necesita usted de ello con urgencia?
¿Quiere que le traiga el libro para que usted mismo busque allí lo que
necesita?
Diga: ¿para qué quiere saber eso?
Y apuesto diez contra uno a que después de que usted haya respondido
íntegramente el anterior cuestionario y haya explicado el modo de verificar la
información y para qué la necesita usted, el prodigioso ayudante se retirará y
buscará otro empleado para que le ayude a buscar a "GARCÍA" y regresará
luego a informarle que tal hombre no existió en el mundo.
Puede suceder que yo pierda mi apuesta, pero si la ley de los promedios es
cierta, no la perderé. Y si usted es un hombre cuerdo no se tomará el trabajo
de explicarle a su ayudante que Corregio se busca en la C y no en la K; se
sonreirá usted y suavemente le dirá: "dejemos eso". Y buscará usted
personalmente lo que necesita averiguar.
Y esta incapacidad para la acción independiente, esta estupidez moral, esta
atrofia de la voluntad, esta mala gana para remover por sí mismo los
obstáculos, es lo que retarda el bienestar colectivo de la sociedad. Y si los
hombres no obran en su provecho personal, ¿qué harán cuando el beneficio de
su esfuerzo sea para todos?
Se palpa la necesidad de un capataz armado de garrote. el temor de ser
despedidos el sábado por la tarde es lo único que retiene a muchos
trabajadores en su puesto. Ponga un aviso solicitando un secretario, y de cada
diez aspirantes, nueve no saben ni ortografía ni puntuación.
¿Podrían tales gentes llevar la carta a García?
En cierta ocasión me decía el jefe de una gran fábrica: "Ve usted a ese
contador que está allí?"
"Lo veo, ¿y qué?"
"Es un gran contabilista; pero si lo envió a la parte alta de la ciudad con
cualquier objeto, puede que desempeñe la misión correctamente; pero puede
ser también que en su viaje se detenga en cuatro cantinas y al llegar a la calle
principal de la ciudad haya olvidado absolutamente a qué iba". ¿Podría
confiársele a un tío semejante la carta para García?
En los últimos tiempos es frecuente oír hablar con gran simpatía del pobre
trabajador víctima de la explotación industrial, del hombre honrado, sin trabajo,
que por todas partes busca inútilmente emplearse. Y a todo esto se mezclan
palabras duras contra los que están arriba, y nada se dice del jefe de industria que envejece prematuramente luchando en vano por enseñar a ejecutar a otros
un trabajo que ni quieren aprender ni les importa; ni de su larga y paciente
lucha con colaboradores que no colaboran y que sólo esperan verlo volver la
espalda para malgastar el tiempo. En todo almacén, en toda fábrica, hay una
continua renovación de empleados. El jefe despide a cada instante a individuos
incapaces de impulsar su industria y llama a otros a ocupar sus puestos. Y esta
escogencia no cesa en tiempo alguno ni en los buenos ni en los malos. Con la
sola diferencia de que cuando hay escasez de trabajo la selección se hace
mejor; pero en todo tiempo y siempre el incapaz es despedido; "la ley de la
supervivencia de los mejores se impone". Por interés
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