Ruinas del Convento de San Agustín - Zaña - Lambayeque
Enviado por gabomas • 2 de Diciembre de 2012 • Informe • 435 Palabras (2 Páginas) • 650 Visitas
Cuando llegamos a Zaña nos dio la apariencia de que el pueblo estaba estancado en la sugestiva placidez que brinda siempre lo decadente. El polvo del desierto que lo circunda parecía haberse metido en todos los repliegues del poblado y haberle contagiado su infertilidad. Contadas personas caminaban parsimoniosamente por las calles como si cargaran sobre sus hombros una invisible carga producida por el calor del mediodía.
Todo parecía vacío de un hálito de vida hasta que llegamos al fastuoso CONVENTO DE SAN AGUSTIN y escuchamos a doña María Antonieta (Antonia para los amigos) entonarnos unas décimas (una expresión poética que es tradicional entre los nativos de Zaña desde hace mucho) y explicarnos, con su voz cantarina y sus maneras de dama de abolengo, la historia de este poblado mientras nos vendía las entradas y entonces nos dimos cuenta que Zaña estaba más viva que nunca y que la tradición que sus gentes ha creado sigue perviviendo en gente como Antonia.
Ruinas del Convento de San Agustín - Zaña - Lambayeque
Ruinas del Convento de San Agustín - Zaña - Lambayeque
Antes de visitar este lugar yo creía que lo que iba a encontrar serían unas cuantas ruinas y un pueblo desolado que aguantaba como podía el paso del tiempo pero lo que encontré es que allí pasan cosas interesantes ya que hay una comunidad que se esfuerza para que las tradiciones de este lugar se mantengan, resistan la indiferencia y la modernidad y perduren aún a la sombra de sus fascinantes ruinas. Baste para ello con saber que el Taller de Danzas Afro Peruanas Santo Toribio de Mogrovejo anima, con éxito, a los jóvenes del pueblo a aprender las danzas que sus ancestros africanos trajeron aquí cuando vinieron esclavizados a trabajar los campos; o ver lo mucho que se han preocupado en adecentar y facilitar la visita hasta para los usuarios de sillas de ruedas (algo nada común en el Perú) a las impresionantes ruinas del Convento de San Agustín, aunque cierto es que se podría mejorar; o sentir en el paladar el sabor de la tradición que por ahora está a buen recaudo en las manos de doña Aurora Andonayre quien vende dulces típicos de Zaña y exquisiteces en su casa (frente a las ruinas del convento; hay un letrero, tocar timbre) con recetas que aprendió de los padres y los abuelos y que según cuenta, con suma amabilidad y bonhomía, ya ha sido entrevistada por varios canales de televisión y que tiene como esperanza que los jóvenes se interesen más y más en continuar con el arte de hacer dulces caseros y adictivos.
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