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Sagaseta Y La Globalizacion


Enviado por   •  23 de Junio de 2015  •  1.500 Palabras (6 Páginas)  •  160 Visitas

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Vargas Llosa y la globalización

Koldo Campos Sagaseta

Se explayaba Vargas Llosa sobre las bondades de la globalización y, reconozco, que aun conociendo las opiniones de tan globalizada pluma sobre el particular, no dejaron de sorprenderme sus desbarres.

Entre otros, sostiene Vargas Llosa que el desarrollo del idioma inglés no se da en menoscabo de otras lenguas y culturas y se pregunta: “¿Cuántos millones de jóvenes de ambos sexos, en todo el globo, se han puesto gracias a los retos de la globalización a aprender japonés, mandarín, árabe, cantonés o ruso?”.

Y se responde, lo que aún es peor: “Muchísimos”

No dudo yo que en China, y a pesar de la globalización, todavía los cantoneses aprendan cantonés, pero me temo que, al margen de algún que otro extraño estudiante de algún remoto país, los estudiantes de cantonés, no cantoneses de nacimiento, no sean tantos como presume Vargas Llosa. Al menos yo, declaro consternado, no haber conocido nunca un estudiante con tales intereses y temo que en el futuro aún me va a resultar más difícil tal hallazgo cuando me entero, en estos días, de que la mayoría de los estudiantes, especialmente en Latinoamérica, se concentran alrededor de 5 carreras: derecho, contabilidad, mercadeo, informática y turismo.

En ningún caso aparece el cantonés, el mandarín o alguna de esas lenguas cuyo estudio, según Vargas Llosa, “sólo puede incrementarse en los próximos años”.

Agrega el plumífero peruano que la globalización ha provocado el “desvanecimiento de las fronteras” y que por ello “la perspectiva de un mundo interdependiente se ha convertido en un incentivo para que las generaciones nuevas traten de aprender y asimilar otras culturas”. Y pone como ejemplo, el trasiego de millones de latinoamericanos hacia los Estados Unidos, para que uno acabe descubriendo, después de tantos años, que a las yolas y pateras que salen cargadas de sueños hacia el Norte, no las empuja el hambre, ni la miseria o la desesperanza, sino las ansias de conocimiento, el “incentivo de asimilar otra cultura”, por supuesto “in situ”.

Ignoro qué fronteras ha visto “desvanecerse” este ciudadano nacionalizado español y que residiera en Inglaterra algunos años, antes de trasladarse a París y que, actualmente, vive en permanente tránsito, pero estoy por apostar que las únicas han sido las propias.

Lamentablemente, para los latinoamericanos, africanos, asiáticos (incluidos cantoneses y mandarines) las fronteras no sólo no se desvanecen sino que crecen y se agigantan, multiplicando muros y candados, como aumentan los controles, las dificultades para obtener visas o permisos de residencia de ese primer mundo que cierra sus puertas cuanto más propone la apertura de las demás.

La fraterna fiesta globalizadora que augura Vargas Llosa, en la que todos los perfiles humanos, blancos y negros, del Sur o del Norte, estrecharán sus manos o frotarán sus narices, en igualdad de condiciones, así hablen inglés o mandarín, merece un nobel sí, pero a la estulticia, o dicho de otro modo, al más soberano cretinismo.

El signo de los tiempos, sólo por contradecir al escritor, tiene en cuidados intensivos a todas las monedas latinoamericanas, mientras el dólar, la lengua que mejor habla el imperio, pasea sus reales por todo el continente americano, como el euro y el yen gobiernan sus mercados.

El sucre, por ejemplo, ya es historia patria de Ecuador después de más de un siglo de precaria vida, y antes perecieron víctimas de la misma globalizadora enfermedad los pesos argentinos y los balboas, mientras siguen en coma, con sus funciones vitales a punto del colapso y carentes, incluso, de dolientes, duartes, córdobas, gourdes, soles y restantes monedas latinoamericanas que no van poder celebrar la “mundialización de las economías”. La globalización sólo puede ser de doble vía y no es el caso.

Los que sí se han globalizado son unos cuantos profetas, muy bien remunerados, de la ruina que se nos promete como progreso, del caos que se nos propone como futuro y de la canalla falacia que se nos presenta como única verdad.

A Vargas Llosa le duelen los nacionalismos, especialmente aquellos que, a su juicio, obstaculizan la magia redentora de la globalización. Le duele el nacionalismo vasco, el irlandés, el latinoamericano que padece de “delirio de persecución atizado por el odio y el rencor hacia el gigante norteamericano”, el nacionalismo que no se conforma con festejar el “renacimiento cultural regional, positivo y enriquecedor” y que, ingratos que son de las ventajas que ofrece el vasallaje, obstinados se empeñan en tener voz propia.

El mismo autor que observara con regocijo el surgimiento como naciones de Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, República Checa, Azerbaidján,

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