San Martin
Enviado por LulliM • 22 de Octubre de 2014 • 1.294 Palabras (6 Páginas) • 277 Visitas
Sala de ensayo
Roberto ArltLa traición iniciática
de Silvio Astier
Mario Amengual
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Es difícil decir algo que valga la pena sobre Roberto Arlt que no haya dicho Onetti en su inmejorable y sincero prólogo a El juguete rabioso,1 modesta y poética novela que sobrevive a las modas editoriales. Al menos me queda la simple satisfacción de comentarla, siguiendo sus caminos de fracasos aleccionadores, frustraciones insuperables, dilemas éticos y poesía de arrabales.
Silvio Astier es el héroe adolescente, iniciado por un viejo zapatero andaluz en los deleites y afanes de la literatura bandoleresca, que sirvió a Roberto Arlt para expresar su oscura y lúcida alma argentina. Sueña Silvio con ser bandido y estrangular corregidores libidinosos, enderezar entuertos, proteger viudas y ser amado por singulares doncellas. En esa admiración por los malevos bondadosos se encompincha con Enrique Irzubeta, en cuyo elogio puede decirse que un bronce era más susceptible de vergüenza que su fino rostro, y fundan orgullosamente un club de ladrones (más bien de rateros, diríamos los venezolanos) al cual incorporan, pocas semanas después, cierto Lucio, un majadero pequeño de cuerpo y lívido de tanto masturbarse, todo esto junto a una cara tan de sinvergüenza que movía a risa cuando se le miraba. Adolescentes, al fin y al cabo, le dan a sus raterías y a su club una solemnidad acorde con sus cabezas soñadoras, y en el Diario de Sesiones del susodicho club anotan con toda seriedad que el Club debe contar con una biblioteca de obras científicas para que sus cofrades puedan robar y matar de acuerdo a los más modernos procedimientos industriales. El Diario de Sesiones abunda en propuestas similares, que combinan peculiares experimentos científicos destinados a convertirlos en mejores e ilustrados delincuentes. Gozan los tres ladrones el dinero robado, gozan su impunidad ante la gente que ignora sus hazañas secretas y gozan imaginando los ojos con que los mirarían las doncellas si supieran que ellos son ladrones. Sienten que abochornan el peligro a bofetadas y les engrandece el alma el regocijo de quebrantar la ley y entrar sonriendo en el pecado. Pero Silvio Astier, en su pobreza que lo aprieta y entristece, va creciendo con el peso de su propia inutilidad y su destino lo acecha a cada paso, un destino que no empaña sus ojos y no apoca su corazón. Y culmina su primera etapa delictiva con el robo a una biblioteca que fuerza la suspensión de las heroicas actividades del Club de los Caballeros de la Media Noche y, además, Silvio y su familia se mudan a otro barrio por el eterno cuento de que el dueño de la casa les aumentó el alquiler, que como buenos pobres no podían pagar.
Signado para estar cerca de los libros, entra Silvio Astier a trabajar en la casa de compra y venta de libros usados de don Gaetano, cuyo local era más largo y tenebroso que el antro de Trofonio. Ese desventurado oficio revuelve las reflexiones de Silvio sobre su vida, sobre su amargo destino de inutilidad y pobreza:
¡Oh, ironía!, ¡y yo era el que había soñado en ser un bandido grande como Rocambole y un poeta genial como Baudelaire!
La soledad de Silvio se vuelve arrolladora y desespera por amor, o más bien por amar y ser amado, y en sus pensamientos se mezclan anhelos y amores puros (algunas veces, en la noche, hay rostros de doncellas que hieren con espada de dulzura o que dejan en los huesos ansiedad de amor) y el puro deseo de la carne por encontrar el goce y confiesa que alargaba un brazo hacia mi pobre carne; hostigándola, la dejaba acercarse al deleite. En el colmo de su soledad ansiosa y con el deseo quemándole el corazón y la piel, todo su cuerpo de hombre clama:
¡Y yo, yo,
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