San Vicente De Pol
Enviado por juanchoocoronel • 7 de Octubre de 2013 • 1.042 Palabras (5 Páginas) • 469 Visitas
Lacordaire, H. D.
Cuando Domingo hubo fundado San Sixto y Santa Sabina, después de un año de trabajo, volvió sus ojos hacia las lejanas comarcas sobre las que había dispersado sus primeros hijos. Experimento el deseo de verlos, de fortalecerlos con su presencia y bendecir a Dios con ellos por los males y los bienes que les había concedido. En el otoño del año 1218 partió, acompañado por algunos religiosos de su Orden y un religioso Menor llamado Alberto, que se unió a ellos en el camino. Cuando llegaron a cierto lugar de la Lombardia se detuvieron en una posada y se sentaron a la mesa con algunos viajeros que allí estaban. Sirvieron carne; pero Domingo y los suyos rehusaron comerla. La posadera, viendo que se contentaban con comer pan y beber un poco de vino, monto aquella boca. Por fin, Domingo le dijo con dulzura: "Hija mía, para que aprendáis a recibir caritativamente a los siervos de Dios por respeto a su Maestro, a quien sirven, ruego al Señor os imponga silencio." (Pedro Cali: "Vida de Santo Domingo", n. 20.) Apenas hubo terminado, cuando la hostelera quedo muda. Ocho meses después, cuando el Santo volvió a pasar por el mismo lugar en su viaje hacia España, aquella mujer le reconoció, y echándose a sus pies le pidió perdón anegada en lágrimas. Domingo le hizo sobre la boca la señal de la cruz, y su lengua se soltó inmediatamente. Fray Alberto, a quien se debe este relato, cuenta, también que un perro desgarro su, túnica y que el Santo junto los trozos con un poco de barro, remendándola.
Al cruzar Domingo los Alpes se encontró en los caminos del Languedoc, que tan familiares le eran, hallándolo todo muy cambiado. No pudo alcanzar el consuelo de orar sobre el sepulcro de su magnánimo amigo el conde de Montfort, porque sus restos habían sido transferidos a la abadía de Fontevraud, lejos de aquella tierra en que había sido coronado duque y conde y en la que su espada, que desapareció con el, no podía proteger ya su féretro. Después de una rápida visita a San Román de Tolosa y a Nuestra Señora de Prouille, Domingo se apresuro a volver a su patria, cuyo suelo no había pisado desde hacia quince anos. Cuando salio de España era simplemente canónigo de Osma; volvía a ella siendo apóstol, taumaturgo, fundador de una Orden, legislador, patriarca, martillo de las herejías de su tiempo y uno de los mas poderosos siervos de la Iglesia y de la verdad. Toda esta gloria constituía su equipaje y su carga. Quien le encontrase entre las gargantas de los Pirineos con el rostro mirando a España, le hubiera tornado por algún mendicante extranjero que venia a vivir bajo el rico sol de Iberia. ¿Hacia donde dirigió primeramente sus pasos? ¿Fue hacia el valle del Duero? Le esperaban en el palacio de donde la muerte había hecho salir a sus padres? ¿Fue a orar sobre su tumba a Gumiel de Izan, y sobre la de Azevedo en Osma? ¿Se le vio arrodillado sobre las losas de la abadía de Santo Domingo de Silos, en donde su madre recibió consuelo por medio de presagios enigmáticos?
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