“Sigue pueblo por el camino de Laureano”..
Enviado por jefersonjeda • 4 de Mayo de 2016 • Documentos de Investigación • 2.493 Palabras (10 Páginas) • 317 Visitas
“Sigue pueblo por el camino de Laureano”.
Desde hace más de 20 años Laureano Inampués venia trabajando por la paz de su pueblo del valle de Guachucal (Nariño). El viernes 6 de mayo fue encontrado su cuerpo, torturado y decapitado, en el rio Guaitara cerca de Ipiales. Un mes antes había realizado una entrevista para la serie “como hacer la paz”
Laureano Inampués nació a las 10 de la mañana un miércoles de ceniza del año 1955 en una casa pajiza de los mayores de la vereda tinta en la comunidad indígena de Guachucal, sus padres Manuel Dolores Inampués y Rosalina Cuatín.
A los ocho años ingreso a la escuela de Muellamues en donde termino la primaria luego espero un tiempo para luego ir a estudiar por la Radio sutatensa en Boyacá por ello viajaba constantemente por lo que había fundado una asociación de productores de leche
Lo sacaron a media noche de su casa hombres armados y uniformados con el cuento de que el comandante lo necesitaba. Inampués cabe suponerlo – no quiso oponer resistencia para no arrastrar a su mujer y a sus niños a una tragedia que de todos modos terminaría en un asesinato. El Taita como lo llamaban por ser gobernador del Cabildo, era inmensamente querido y acatado por los indios que trabajan el valle de Guachucal al sur de Nariño, en la frontera con Ecuador.
Laureano Inampués tenía una mirada traviesa y burlona: era un niño curioso que cuando le hablaban del problema de tierras se convertía en un hombre recio y solemne que hablaba desde la autoridad de una lucha de 500 años. Nació oyendo hablar a los viejos- que a su vez nacieron oyendo hablar a los suyos- de la existencia misteriosa de unos rollos que contenían la vida de los Indios: su tradición. Era un paquete sagrado depositado por la tradición en manos del cabildo mas respetado, quien a su vez debía entregarlo a otro, cuando sintiera que sus días se acababan. El rollo llego a Inampués porque a pesar de no ser un indio viejo aprendió a leer en el seminario y era hijo del gobernador del cabildo.
La tierra del valle de Guachucal se había venido perdiendo desde hacia muchos años en manos de los ricos de Pasto, Túquerres e Ipiales. Los blancos – como todavía se llaman a las familias aristocráticas – consideran que los indios no merecen las tierras buenas porque no siembran trigo sino ollucos y no tienen ganado sino cuyes. En razón evidente de su estupidez argumentan. Por eso les fueron raponeando las tierras para formar con ellas honorables y nobles heredades, haciendas con las mejores tierras porque las malas se las dejaban a los indios para que no se fueran y así poderlos contratar como jornaleros para arreglar potreros, hacer cercas, cuidar ganados o cultivar papa como arrendatarios. Mientras mas tierra les quitaban, los indios mas escondían esos rollos en los zarzos, debajo de las camas o entre la tierra, no los dejaban ver ni los sacaban por miedo a que también se los robaran, por boca de los indios antiguos sabían que esos rollos tenían las escrituras de sus tierras. Uno de los primeros resguardos que el rey de España le otorgo en el siglo xvll. Ya en la republica cuando perdieron sus tierras, perdieron sentido porque las autoridades competentes eran los mismos hacendados. Los títulos siguieron siendo legales. Pero ¿Qué autoridad los reconocía?
Un día animados los indios porque Inampués regresaba del seminario donde había aprendido a leer y a escribir, decidieron sacar los rollos, se hizo una minga para arreglar un camino y cuando el sol estaba en todo lo alto y la sed apretaba mas se toco el cuerno para que los comuneros se reunieran a comer el cuy y a tomar la chicha de maíz. El cabildo gobernador dio los anuncios con mucha solemnidad que Laureano Inampués se iba a leer los títulos que la comunidad de indios tenían sobre las tierras del Guachucal y de Cumbal. En medio de un silencio atronador sacaron el paquete, la primera bolsa en que estaba envuelto era de plástico, varios talegos mas adentro encontraron una bolsa de caucho natural o siringa traída del bajo Patía y luego, mas adentro un cuero de chivo guardaba el tesoro, parecía como si cada época desconfiara de la anterior. Reforzara el paquete agregándole un nuevo envoltorio. Laureano ansioso comenzó a desenrollar el rollo, temblaba, temblaba, pero no tanto de respeto sino porque al documento se le habían borrado las letras, el estupor fue general los viejos miraban y no creían. Aquellos rollos que contenían su tradición y su derecho estaban perdidos por la humedad y el tiempo los había arruinado, lo papeles que habían podido devolverles sus tierras ahora se volvían cómplices , como las autoridades de los usurpadores, Inampués en acto de desesperación que a la larga lo convirtió en taita, en gobernador del cabildo salió de la gente para ver mejor y cual, no seria su sorpresa- y la de todos- al observar que a mediada que el sol calentaba el pergamino, las letras iban regresando al presente con todo y firmas y sellos del rey y los títulos podían leerse, para los indios se trato de un milagro e Inampués cargo con el.
Pero el problema era mas grave, no se trataba del reconocimiento legal y sobre todo de la devolución de hecho de las tierras. Los terratenientes argumentaban que el rey había muerto y que para eso se había hecho la independencia que la capitanía de quito bajo cuya jurisdicción estaba durante la colonia- hacia mucho se había acabado; que bolívar había ganado la guerra contra España, para eso para que esa orden no tuviera vigencia. Los abogados de pasto aplaudieron frenéticos la novedosa tesis jurídica. El incora años después argumentaba que no tenia fondos con que comprar las tierras a los terratenientes para devolvérselas a sus dueños los indios. Así dijo el gerente que ustedes verán que hacen y así mismo mirando que hacer Inampués comenzó a luchar por la tierra de sus mayores primero buscaron las haciendas mas abandonadas por sus dueños para tener aunque fuera obviamente el respaldo del incora recuperaron una porción del resguardo invadiendo haciendas y picando las tierras sembradas con pasto para el ganado, y en su lugar comenzaron a sembrar comida para los indios, pero a medida que el movimiento de recuperación se hacia mas fuerte, los terratenientes también. Los policías les obedecían directa y ciegamente porque Colombia es un país de leyes, argumentaban, aunque eso si los ricos tenían que colaborarles para sacar a culatazos a los indios. Los indios regresaban a sus ranchos pero a los dos meses volvían a la carga y el problema se agravaba.
Los días pasaron, la sabana de Bogotá- allá muy lejos de Guachucal- se encordono con grandes galpones de plástico para cultivar flores y los grandes atos lecheros en la aristocracia fueron desapareciendo. La producción de leche se traslado a otras regiones entre ellas a Guachucal, donde por el clima y la calidad de los pastos. Se produce una leche muy parecida a la de la sabana. El precio de la tierra de Guachucal se disparo y una hectárea quedo constando casi como quedara a lado del aeropuerto el dorado, la lucha de los indios por su tierra se izo más peligrosa no solo por la valorización sino porque llego a Guachucal gente forastera quien sabe de donde que no preguntaban precios sino que compraban. Por sus cercas lo conoceréis dijo el cura y se hecho la bendición. Inampués también, para esos días ya era el taita y había dirigido varias invasiones o recuperaciones; según se vea. Habían hecho valer los títulos de la comunidad y a regañadientes el incora había terminado por comprar a muy buen precio varios atos. La llegada de los nuevos ricos amilanó a Inampués. Siguió peleando su causa, no hizo concesiones, no se dejo comprar por mucho que le ofrecían, ni se rindió por mucho que lo amenazaban, no cambio nada. Salvo su mirada que comenzó a llenarse de una profundidad profética. La gente lo seguía para donde iba y en todas partes lo recibían con cuy. Todos sabían que el era el corazón dela pelea, el titulo de propiedad en carne y hueso. Lo sabían no solo los indios sino sus enemigos, los viejos y los nuevos, por la espalda le decían “ya veras indio hijueputa lo que te espera”.
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