Textos Historia De La Psicologia UCES
Enviado por FrancoSevillano • 9 de Julio de 2015 • 2.340 Palabras (10 Páginas) • 267 Visitas
Iliada
CANTO I
Se pide desde el principio a la musa que mande el canto de las desgracias alcanzadas por la ira de Aquiles (1-7). Llega a la asamblea de los argivos, Crises, sacerdote de Apolo para rescatar a su hija, hecha cautiva hacía poco en la guerra y por honor entregada a Agamenón (8-21). Apolo mandó sobre el ejército una terrible epidemia por haber sido rechazado ignominiosamente su sacerdote (22-52). Aquiles hace una asamblea, para aplacar al dios, en la que el adivino Calcas pregona que ellos debían liberar a su hija Briseida de tan terrible disputa y no rehusa entregarle su hija ciertamente a Crises, pero le arrebata a Aquiles a Briseida a quien había sido concedida como premio a su valor. Se apodera de Briseida aunque Néstor se opone (130-311 y 318-347). Enardecido por esta ofensa, decide el firme joven separarse de la guerra con los mirmidones, sus soldados. Su madre Tetis reafirma su propósito y promete venganza al suplicante (348-427). Mientras tanto el ejército ofrece sacrificios expiatorios y son ofrecidos a Apolo (312-317). Entonces se hace retirar a Crises a su casa junto con las víctimas propiciatorias, por quienes es expiado el crimen siendo sacrificadas (428-487), puesto que se había presentado Tetis en el Olimpo ocultamente, favoreció con la victoria a los troyanos, mientras los aqueos no dieran una satisfacción a Aquiles (488-533). Hera, enemiga de los troyanos ataca estas determinaciones clandestinas y riñe con Zeus en la cena (534-567). Por esta causa se entristece toda la asamblea de los dioses, a quienes Hefesto hace volver finalmente a la tranquilidad y alegría (568-611).
CANTO XIX
A la salida del sol, Tetis le da a Aquiles las armas que había hecho Hefesto y lo excita nuevamente a la alianza para la guerra; pues el cuerpo de Patroclo derrama divinos olores a fin de que dure incorrupto para la sepultura (1-39). Aquiles, reuniendo una samblea, olvida su ira, y pide continuar la guerra cuanto antes (40-73). Por su parte Agamenón confiesa su error y una vez reconciliado, ofrece los dones prometidos por medio de su legado Odiseo; pero olvidándolos él, tal vez con intención de vengarse, apremia a comenzar la batalla (74-153). Finalmente cede ante Odiseo y espera hasta hallarse presente al que lo aconsejaba mientras las tropas tomaban el desayuno y recibe ante la asamblea los dones y a la hija de Brises, causa de la discordia a la que Agamenón juró devolverla intacta mediante un sacrificio expiatorio (154-275). Se trasladaron los dones desde un lugar público a la tienda de Aquiles en donde las mujeres lloraban a Patroclo y el héroe mismo vuelve a lamentarse y se abstiene firmemente de probar alimento, tomándolo el ejército (276-339). Aquiles es deleitado por Atenea, enviada desde el cielo; poco después se pone las nuevas armas, sube al carro con Automedonte y sabido por otro el destino de sus caballos, marcha a la fila lleno de vida (340-424).
CANTO XXIII
Los mirmidones dejan sus armas alrededor del féretro de Patroclo, yendo delante Aquiles quien poco después les prepara el banquete fúnebre. Él mismo cena ante Agamenón y anuncia las exequias para el próximo día (1-58). A la siguiente noche se le presenta durante el sueño la imagen de Patroclo que le pide justos funerales (59-107). Por mandato de Agamenón se llevan leños por la mañana, se presenta el cuerpo y se dispersan las caballerias de Aquiles y de los demás; sacrificadas ante él muchas víctimas y los doce jóvenes troyanos, se hace la hoguera, se enciende y arde con el soplo del Bóreas y del Céfiro, mientras el cuerpo de Héctor es preparado por Afrodita y por Febo (108-225). Al día siguiente se recogen y llevan a la urna los huesos de Patroclo para que estén algún dia, según promesa hecha, junto con los de Aquiles; se levanta también un túmulo improvisado (226-256). Aquiles añade en honor del difunto, certámenes de varias clases en los que se llevan premios y regalos los principales jefes aqueos. En equitación: Diomedes, Antíloco, Menelao, Merión, Eumelo y Néstor (257-650?; en pugilato: Epeo y Eurialo (651-699); en lucha: Áyax Telamonio y Odiseo (700-739); en carreras: Odiseo y Áyax el menor, así como Antiloco (740-797); en competencia de armas: Diomedes y Áyax Telamonio (798-825); en disco: Polipetes (826-849); en flechas: Meriones y Teucro (850-883); y lanzando dardos: Agamenón y Meriones (884-897).
Funes el memorioso
Este relato inicia con la recordación que tiene Borges hacia un hombre llamado Ireneo Funes conocido también como “cronométrico Funes”, Borges lo describe como alguien que posee un don especial para observar cosas que jamás nadie ve en alguna cosa, aunque la mire por un largo tiempo.
Fueron pocas las veces que Borges vio a Funes. La primera ocurrió durante un atardecer de Marzo o Febrero del año ochenta y cuatro, cuando Borges regresaba a Fray Bentos junto con su primo Bernardo Haedo de la estancia de San Francisco. En el camino entraron en un callejón, de repente se oscurecido, y se oyeron rápidos pasos a lo alto al levantar sus ojos Borges vio un muchacho que corría por una vereda, ese joven llevaba puesto unos pantalones amplios, unas alpargatas y un cigarrillo puesto en su boca, en ese momento Bernardo (su primo) pregunto ¿Qué horas son, Ireneo? Este sin consultar nada respondió: Faltan cuatro minutos para las ocho, joven Bernardo Juan Francisco. Luego Bernardo le comento a Borges que ese joven era muy raro pues nunca peleaba con nadie y siempre sabía la hora exacta, agrego que era hijo de una planchadora llamada Maria Clementina Funes, y que algunos decían que su padre era el medico ingles O’connor y otros un domador del departamento del salto.
En el año ochenta y siete Borges regresa a Fray Bentos después de un gran viaje en Montevideo, a su llegada se entera que Funes había sufrido un accidente al ser volteado por un caballo sin domar,
le dijeron también que Funes no se movía pero mantenía sus ojos puestos en una higuera, y que durante los atardeceres, lo sacaban a la ventana. Por aquel tiempo Borges iniciaba su estudio metódico del latín, pues tenía libros como De viris ilustribus de Lhomod, el Thesarus de Quicherat; Ireneo se entero de esto y a través de una carta le pidió a Borges que le prestara uno de sus libros junto con un diccionario, para Borges esto fue muy extraño, llego a pensar que era una broma pues sus libros eran anómalos, pero sus primos le dijeron que eran cosas que a Ireneo le gustaba hacer y entonces se los envió.
Unos días después Borges recibió un telegrama en el que decía que su padre se encontraba enfermo. Un día antes de que Zarpara su barco se dio cuenta que le faltaban dos de sus libros, se dirigió a casa de Ireneo para llevarlos, al llegar allí lo recibió la madre de Ireneo, él entro
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