Un Mudo Feliz
Enviado por AlanAMC97 • 21 de Mayo de 2015 • 432 Palabras (2 Páginas) • 195 Visitas
independiente.
—Pero en el intervalo —concluyó Mr. Foster nos las hemos arreglado para hacer un
montón de cosas con ellos. Ya lo creo, un montón de cosas.
—Éste es el espíritu que me gusta —volvió a decir el director—. Demos una vueltecita.
Cuénteselo usted todo, Mr. Foster.
Y Mr. Foster se lo contó todo.
Les habló del embrión que se desarrollaba en su lecho de peritoneo. Les dio a probar
el rico sucedáneo de la sangre con que se alimentaba. Les explicó por qué había de
estimularlo con placentina y tiroxina. Les habló del extracto de corpus luteum. Les
enseñó las mangueras por medio de las cuales dicho extracto era inyectado
automáticamente cada doce metros, desde cero hasta 2.040. Habló de las dosis
gradualmente crecientes de pituitaria administradas durante los noventa y seis metros
últimos del recorrido. Describió la circulación materna artificial instalada en cada frasco,
en el metro ciento doce, les enseñó el depósito de sucedáneo de la sangre, la bomba
centrífuga que mantenía al líquido en movimiento por toda la placenta y lo hacía pasar
a través del pulmón sintético y el filtro de los desperdicios. Se refirió a la molesta
tendencia del embrión a la anemia, a las dosis masivas de extracto de estómago de cerdo
y de hígado de potro fetal que, en consecuencia, había que administrar.
Les enseñó el sencillo mecanismo por medio del cual, durante los dos últimos metros
de cada ocho, todos los embriones eran sacudidos simultáneamente para que se
acostumbraran al movimiento. Aludió a la gravedad del llamado trauma de la
decantación y enumeró las precauciones que se tomaban para reducir al mínimo,
mediante el adecuado entrenamiento del embrión envasado, tan peligroso shock. Les
habló de las pruebas de sexo llevadas a cabo en los alrededores del metro doscientos.
Explicó el sistema de etiquetaje: una T para los varones, un círculo para las hembras, y
un signo de interrogación negro sobre fondo blanco para los destinados a
hermafroditas.
—Porque, desde luego —dijo Mr. Foster—, en la gran mayoría de los casos la
fecundidad no es más que un estorbo. Un solo ovario fértil de cada mil doscientos
bastaría para nuestros propósitos. Pero queremos poder elegir a placer. Y, desde luego,
conviene siempre dejar un buen margen de seguridad. Por esto permitimos que hasta un
treinta por ciento de embriones hembra se desarrollen normalmente. A los demás les
administramos una dosis de hormona sexual femenina cada veinticuatro metros durante
lo que les queda de trayecto. Resultado: son decantados como hermafroditas,
completamente normales en su estructura, excepto —tuvo que reconocer— que
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