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Un Poco De La Vida De Una Campesina En El Siglo XVII


Enviado por   •  30 de Marzo de 2013  •  481 Palabras (2 Páginas)  •  791 Visitas

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Un poco de la vida de

una campesina en el siglo XVII

Desarrollo de la Nación Puertorriqueña

Hist. 212 Sec. 81

Prof. Carlos González

25/febrero/2013

Maberidid Polanco Batista

200-80-5804

Mediados del siglo XVII yo vivía en San Juan pero por la crisis de comercio que genero España por el monopolio que crearon de que solo un puerto podía comerciar con ellos, el contrabando era una opción más táctil para poder sustentarme y ayudar a mi familia, así que nos mudamos a San German en donde era mucho más fácil hacer esta acción ilegal ya que allí fue donde desplegó la mayor actividad de esto pues no había mucha vigilancia de las autoridades por ser un pueblo más rural que la capital. En adiciona de todo esto, este pueblo se dedicaba a la agricultura y por yo ser de una familia donde se dedicaba a la agricultura con el café aún más nos convenía y nos mudamos en una casita en la finca de café que unos tíos tenían allí.

Éramos una familia de cinco personas mis dos padres y mis dos hermanas, una menor y una mayor. De clase social media baja, donde la religión en la que creíamos y practicábamos era la santería por parte de nuestra línea familiar paterna, que venía de áfrica. Aunque, mi madre creía más en la religión católica cristiana, ella no le molestaba y se acostumbró a la santería y la comenzó a practicar también. Así que cuando llegamos a San German y como en casi todos los hogares boricuas, desde la más humilde casita de familia campesina hasta la casona de los ricos hacendados, sin importar la creencia, lo primero que hicimos fue poner un altar para la devoción religiosa en la nueva casa.

Mi hermana mayor y yo éramos jóvenes adultas las cuales se suponía que estuviéramos casadas y con hijos pero por el desequilibrio demográfico que había de no haber casi hombres en el país, pues estábamos solteras y sin hijos todavía, así que vivíamos con nuestros padres y trabajamos con el café con nuestro padre. Diariamente nos levantábamos a las cinco de la mañana y ya a las 6 y media más tardar ya estábamos cosechando las cerezas del café para llevarlas a donde se procesan. Luego regresábamos por la tarde a nuestra casa donde nos reuníamos a cenar. Los sábados eran diferentes pues ese día era el día en que nos encontrábamos en la costa con los extranjeros no españoles los cuales solían pagar mejor, en plata y sus productos eran más finos. Nosotros pues contrabandeábamos el café a cambio de telas, especias, mercancía en general y cosas que no se podían conseguir en la isla. Y así, más o menos sucesivamente pasaban los días, trabajando con el café para hacer contrabando pues era la única manera de subsistir, soltera pues no habían casi hombres y practicando la religión santera.

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