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Una historia de la Revolución Rusa


Enviado por   •  24 de Junio de 2015  •  Informe  •  492 Palabras (2 Páginas)  •  186 Visitas

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Una historia de la Revolución Rusa

“Un hombre de Dios”

Nací campesino en un pequeño pueblo de Siberia. A los 19 años quise formar mi familia pero me fui lejos de mi esposa e hijos. Me dediqué a satisfacer mi vida espiritual y adquirir conocimientos místicos, los que me ayudaron a conseguir lo que más adelante alcancé.

En aquella época el país estaba sumergido en problemas internos, los campesinos dejaban sus campos para irse a las grandes ciudades y trabajar en las nuevas industrias. Las nuevas generaciones se vieron beneficiadas por las políticas de escolarización, como una manera del zar a buscar calmar a las masas que se encuentran en su contra.

En éste contexto, llegué al palacio de los zares para curar al zarevich Alexei Nikolaevich, el que sufre de hemofilia y, con mis poderes sanadores, puedo controlar su enfermedad, algo que ningún médico de la corte ha conseguido. Así, de esta manera, me gané la confianza y gratitud de su madre, la zarina Alejandra, y por lo tanto, también conseguí la aprobación del zar Nicolás II.

Ya en el palacio y con la falta de carácter del zar, me fue fácil influenciar a la zarina y logré tomar decisiones que ellos eran incapaces de tomar. Tuve la oportunidad de elegir ministros y consejeros a mi criterio. Traté hasta el final de impedir al zar entrar en la Primera Guerra Mundial, pero una mujer me atacó en Siberia y me encontraba recuperándome de mis heridas. A pesar de los constantes telegramas al zar, decidió entrar a la guerra en el verano de 1914.

El patriotismo de los ministros y consejeros fue lo que sepultó a Rusia aún más en la pobreza y en la odiosidad hacia la realeza. El que dos o tres soldados caminaran descalzos sólo con un fusil, que los cañones no tuvieran municiones y que se enfrentaran a las condiciones climáticas sin la ropa adecuada, ante una Alemania totalmente preparada con armamento e implementos para sus soldados.

Mis consejos y constantes decisiones en el Imperio Ruso, además de mi vida libre en alcohol y otras satisfacciones, provocaron el enojo de la aristocracia cercana a la corte. El 30 de diciembre de 1916 fui invitado por el príncipe Felix Yusupov al Palacio Moika, en donde me tendió una trampa para asesinarme junto a Dmitri Pavlovich y el diputado Purishkévich. Trataron de envenenarme, pero el cianuro no fue suficiente por lo que me dispararon. Aún así escapé hasta que una de las balas me derribó y me tiraron al río Neva. Pero mi vida espiritual como hombre de Dios fue demostrada al momento de la autopsia que reveló que morí ahogado y no por las balas ni el cianuro.

En una de mis cartas a la zarina, le dije que si un campesino me mataba estaba bien, pero que si la realeza lo hacía, estos no durarían en el poder más de dos años. En julio de 1918 el zar y su familia fueron fusilados en Ekaterinburgo.

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