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Veronica Decide Morir


Enviado por   •  1 de Agosto de 2013  •  2.376 Palabras (10 Páginas)  •  410 Visitas

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El día 11 de noviembre de 1997, Veronika decidió que había llegado, por fin, el momento de matarse. Limpió cuidadosamente su cuarto alquilado en un convento de monjas, apagó la calefacción, se cepilló los dientes y se acostó.

De la mesita de noche sacó las cuatro cajas de pastillas para dormir En vez de juntarlas y diluirlas en agua, resolvió tomarlas una por una, ya que existe gran distancia entre la intención y el acto y ella quería estar libre para arrepentirse a mitad de . camino. Sin embargo, a cada comprimido que tragaba se sentía más convencida; al cabo de cinco minutos las cajas estaban vacías.

Como no sabía exactamente cuánto tiempo iba a tardar en perder la conciencia, había dejado encima de la cama una revista francesa, Homme, edición de aquel mes, recién llegada a la biblioteca donde trabajaba. Aún cuando no tuviese ningún interés especial por la informática, al hojear la revista había descubierto un artículo sobre un juego de ordenador (CD—ROM le llamaban) creado por Paulo Coelho, un escritor brasileño al que había tenido la oportunidad de conocer en una conferencia en el café del hotel Gran Unión. Ambos habían intercambiado algunas palabras, y ella había terminado siendo convidada por su editor a una cena que se celebraba esa noche. Pero el grupo era grande, y no hubo posibilidad de profundizar en ningún tema.

El hecho de haber conocido al autor, sin embargo, la llevaba a pensar que él formaba parte de su mundo, y leer algo sobre su trabajo podía ayudarla a pasar el tiempo. Mientras esperaba la muerte, Veronika comenzó a leer sobre informática, un tema que no le interesaba en absoluto, y esto armonizaba con todo lo que había hecho durante toda su vida, siempre buscando lo más fácil o lo que se hallara al alcance de la mano. Como aquella revista, por ejemplo.

Para su sorpresa, no obstante, la primera línea del texto la sacó de su pasividad natural (los somníferos aún no se habían disuelto en el estómago, pero Veronika ya era pasiva por naturaleza) e hizo que, por primera vez en su vida, considerase como verdadera una frase que estaba muy de moda entre sus amigos: «nada en este mundo sucede por casualidad».

¿Por qué aquella primera línea, justamente en un momento en que había comenzado a morir? ¿Cuál era el mensaje oculto que tenía ante sus ojos, si es que existen mensajes ocultos en vez de casualidades?

Debajo de una ilustración del tal juego de ordenador, el periodista comenzaba su escrito preguntando: «¿Dónde está Eslovenia?»

«Nadie sabe dónde está Eslovenia —pensó— no tienen idea.»

Pero aún así Eslovenia existía, y estaba allí afuera, allí dentro, en las montañas que la rodeaban y en la plaza delante de sus ojos: Eslovenia era su país.

Apartó la revista: no le interesaba ahora indignarse con un mundo que ignoraba por completo la existencia de los eslovenos; el honor de su nación ya no le inspiraba respeto. Había llegado la hora de tener orgullo de sí misma, de saber que había sido capaz, que finalmente había tenido valor y estaba dejando esta vida. ¡Qué alegría! Y estaba haciendo eso tal como siempre lo había soñado: mediante comprimidos, que no dejan marcas.

Veronika había estado buscándolos durante casi seis meses. Pensando que nunca lograría conseguirlos, había llegado a pensar en la posibilidad de cortarse las venas, a pesar de saber que terminaría llenando el cuarto de sangre, dejando a las monjas confusas y preocupadas. Un suicidio exige que las personas piensen primero en sí mismas, y después en los demás. Estaba dispuesta a hacer todo lo posible para que su muerte no causara mucho trastorno, pero si cortarse las venas era la única posibilidad, entonces, lo siento, las hermanas que limpiaran el cuarto y se olvidaran pronto del asunto, o si no tendrían dificultades para alquilarlo de nuevo; al fin y al cabo, incluso a fines del siglo XX, las personas aún creían en fantasmas.

Es verdad que ella también podía tirarse desde uno de los pocos edificios altos de Ljubljana pero ¿y el sufrimiento enorme que tal actitud terminaría causando a sus padres? Además del impacto de descubrir que la hija había muerto, estarían obligados a identificar un cuerpo desfigurado: no, ésta era una solución peor que la de sangrar hasta morir, pues dejaría marcas indelebles en personas que sólo querían su bien.

«Terminarán admitiendo la muerte de la hija. Pero un cráneo reventado debe de ser imposible de olvidar»

Dispararse un tiro, lanzarse al vacío, ahorcarse, nada de eso estaba en consonancia con su naturaleza femenina. Las mujeres, cuando se suicidan, eligen medios mucho menos truculentos, como cortarse las venas o ingerir una sobredosis de somníferos. Las princesas abandonadas y las actrices de Hollywood habían dado diversos ejemplos a este respecto.

Veronika sabía que la vida era una cuestión de esperar siempre la hora adecuada para actuar Y así fue: dos amigos suyos, compadecidos por sus quejas de que no podía dormir, habían conseguido —cada uno por su cuenta— dos cajas de una droga poderosa que era utilizada por los músicos de un club nocturno local. Veronika había dejado las cuatro cajas en su mesita de noche durante una semana, flirteando con la muerte que se aproximaba, y despidiéndose, sin ningún sentimentalismo, de aquello a lo que llamaban Vida.

Ahora estaba allí, contenta por haber ido hasta el final, y aburrida porque no sabía qué hacer con el poco tiempo que le restaba.

Volvió a pensar en el absurdo que acababa de leer: cómo era posible que un artículo sobre un ordenador pudiera comenzar con una frase tan idiota: «¿Dónde está Eslovenia?»

Como no encontró nada más interesante en que preocuparse, decidió leer el artículo hasta el final,

y descubrió la causa: el tal juego había sido producido en Eslovenia —ese extraño país que nadie parecía saber dónde estaba, excepto quienes vivían en él— por causa de la mano de obra más barata. Unos meses atrás, al lanzarlo al mercado, la productora francesa había dado una fiesta para periodistas de todo el mundo, en un castillo en Vled.

Veronika recordó haber oído algo en relación con esa fiesta, que había sido un acontecimiento especial en la ciudad, no sólo por el hecho de haberse redecorado el castillo para acercarse al máximo al ambiente medieval del CD—ROM, sino también por la polémica que le siguió en la prensa local: había periodistas alemanes, franceses, ingleses, italianos, españoles..., pero ningún esloveno había sido convidado.

El articulista de Homme, que había venido a Eslovenia por primera vez, seguramente con todo pagado y decidido a pasar su tiempo halagando a otros periodistas, diciendo cosas supuestamente interesantes, comiendo y bebiendo gratis en el castillo, había

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