A La Costa
Enviado por majo_chavisnan • 27 de Mayo de 2014 • 2.715 Palabras (11 Páginas) • 409 Visitas
A la costa
Autor:
Luis Alfredo Martínez Holguín
Nación en Ambato, el 23 de junio de 1869, murió en la misma ciudad el 26 de noviembre de 1909. Fue un escritor, pintor, político y narrador ecuatoriano, expresando los mismos sentimientos de los románticos del siglo XIX; a pesar de ello, fue iniciador del realismo en Ecuador. En su vida política expresó oposición al gobierno de Eloy Alfaro, por esta razón lucho contra las guerrillas liberales en la década de los 1890. En su vida laboral, administro el ingenio azucarero Valdez, fue subsecretario y ministro de Educación. Promovió la construcción de un ferrocarril entre Ambato y la Amazonía ecuatoriana, que no pudo culminarse. Desarrollo un tratado sobre la agricultura ecuatoriana y también uno en defensa de los indígenas.
Argumento de la obra:
La obra empieza con el breve recuerdo de don Jacinto Ramírez, el cual narra desde su perspectiva personal los sucesos que sacudieron a Ibarra junto con el terremoto, el que mata a toda su familia dejándolo completamente solo en el mundo. Tuvo que terminar su carrera universitaria solo, sin el apoyo de nadie. Surge en su mente la imagen de lo difícil que fue para el graduarse en esas condiciones tan adversas, y posteriormente las trabas que hay para que pueda ejercer su profesión. En los primeros años de ejercer la misma contrae matrimonio con una clienta, Camila Quiroz, junto a la cual procrean dos hijos: Salvador y Mariana, la familia logra escalar una posición medianamente alta. Viven modestamente el tiempo del matrimonio, pero los últimos años de vida de Jacinto, son de completa miseria, lo que obliga a su hijo Salvador a trabajar y estudiar al mismo tiempo para mantener su status quo. Salvador se acomoda a su nueva vida junto con el apoyo de su amigo Luciano, quien se enamora de Mariana la hermana de Salvador. Un día trágico don Jacinto muere y Salvador queda a cargo de su hermana y de su madre conservadora, que conoció del romance de su hija con Luciano y los separó, también a su hijo que el joven tenía ideas liberales contrarias a las conservadoras. Luciano ya sin esperanzas en la cuidad marcho a su lugar natal separándose de su amigo y de su amada. Por otra parte Salvador tuvo que realizar una serie de peripecias para llevar comida a su casa. Al estallar la guerra entre liberales y conservadores Salvador marcho a ella por el lado conservador. Ya en batalla se encuentra con su amigo Luciano quien apoyaba a los liberales, luego de la recordada batalla en Chimbo el 5 de agosto de 1895 los amigos se vuelven a separar. Salvador con el afán de conseguir dinero decide emprender viaje hacia la costa, lugar prospero lleno de haciendas con exuberante vegetación. Dejando atrás a su hermana que se convirtió en concubina de un sacerdote y a su madre que por guardar apariencias vivía a costilla de las damas de la alta sociedad de Quito.
Salvador viajaba modestamente, según lo permitiera su condición poco acomodada, ya comenzado el viaje en un pequeño reciento se hospedo junto con su indio acompañante, ya aquí se encuentra después de mucho tiempo con su amigo Luciano, quien también emprendía un viaje a la costa pero para posteriormente viajar a Europa. Y a diferencia de Salvador viajaba con un gran sequito de empleados y maletas para su viaje que fue planificado cuidadosamente por su madre y hermana. Ya los amigos juntos, recuerdan el pasado y conversan de los caminos de sus allegados. Indirectamente Luciano quería saber de la suerte de su primer amor, Mariana. Después de una breve estancia en aquel recinto, emprenden juntos su viaje hacia la costa; cerca de llegar a esta región notan como el ambiente y el paisaje empieza a cambiar. Anonadados por la vegetación y la gente su primer destino costero es la ciudad de Babahoyo. De ahí continúan con su recorrido hacia la cuidad más importante de la costa: Guayaquil. Aquí los dos amigos se volvieron separar, Luciano tomo el barco hacia Europa y Salvador fue hacia la hacienda “El Bejucal”. Aquí en primera instancia es tratado con hostilidad por todos sus empleados, empezando por Don Fajardo el administrador de la hacienda. Pero entre tanta inmundicia encuentra a un buen amigo Roberto Gómez, que le ofrece hospedaje y su amista junto con su hija Consuelo. Pronto Salvador se ganó la confianza de don Roberto, el amor de Consuelo y el odio de Fajardo que pretendía desde hace mucho tiempo a la joven. Al principio Salvador era muy débil ante el clima pero se hizo un gran peón, hombre fuerte y valeroso, aprendió todas las artes de las cosechas, de los sembríos. Pasado el invierno llegó el dueño de la hacienda, el señor Velásquez, se enteró de todas la maldades que hacia Fajardo a Salvador, que no le pagaba su sueldo, y que Salvador estaba enamorado de Consuelo. El señor Velásquez, contentó con la noticia, ayudo a los jóvenes para el matrimonio, dio a Salvador la administración de la hacienda, llevando a Fajardo a una nueva hacienda que había comprado en Manabí. La felicidad acorta el tiempo, y los siete meses que contaba Salvador desde su matrimonio, le parecía 6 semanas desde el día en que Consuelo fue llamada suya, todo fue dicha para Ramírez. Los trabajos de Bejucal marchaban con una regularidad maravillosa. El nuevo administrador era de una actividad y de una constancia sorprendente. Empleados y peones, de agrado o por fuerza, cumplían rigurosamente su deber. Otra cosa que tenía contento a Salvador era la seguridad de ser pronto padre, pues Consuelo le había confesado que llevaba en su vientre el fruto de su amor. Pero una mañana de febrero, después de un torrencial aguacero, sintió Salvador cierto dolorcito en los músculos de las piernas. Algunas horas después, el dolor aumentó, los pies se enfriaron y los dedos de creyó que esa indisposición sería pasajera. Pero luego alarmado por los síntomas, de no sentir las piernas flojas, como si los huesos y tendones estuvieran flojos, tambaleando llegó hacia Consuelo y le contó lo que ocurría. De hora en hora Salvador se agravaba. Las palabras salían y la sensibilidad del tacto disminuía, así que fue llevado de urgencia a un hospital en Guayaquil, cuando llegaron al muelle don Antonio Velázquez esperaron la llegada de Salvador, don Antonio se preocupó al ver a Salvador y se ofreció a curarle y lo llevó a la casita de las Peñas, estando allí llamó a 3 médicos inmediatamente que después de reunirse entre los tres dijeron que Salvador tenía una enfermedad gravísima sin remedio y que era cosa de horas para esperar su muerte. Como el señor Velázquez se encariño mucho con Salvador y dijo que agotaría todo para salvarlo pero también estaba consciente que solo un milagro le salvaría y; e quedaba tal vez minutos de vida.
Salvador, acostado en una cama desde la tarde, agonizaba lentamente. La parálisis había invadido el rostro, aflojando todos
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