Argumento De Obra: La Odisea
Enviado por Aloise • 28 de Julio de 2011 • 1.465 Palabras (6 Páginas) • 4.769 Visitas
Los primeros cuatro libros de la Odisea pueden ser considerados como un todo que sirve de introducción al poema, habiendo recibido, a veces, el título colectivo de Telemaquía. por ser el héroe el joven Telémaco, hijo de Odiseo (Ulises), tipo que constituye un verdadero hallazgo.
La Odisea es el poema de los viajes, de la vida doméstica y del predominio de la astucia sobre la fuerza; en él se describe la vida de los grandes, de sus sirvientes, pastores, porquerizos, sus muebles, trabajos, animales.
Desde su partida de Troya hasta su llegada a Itaca, es importantísimo destacar que, si bien la peregrinación de Odiseo dura diez años, la narración abarca el período de cuarenta y un días, los anteriores al hecho de reunirse el héroe con su esposa después de una separación de veinte años.
Cuando los griegos se hicieron a la vela en la costa del Asia Menor, a fin de volver a su hermoso país, ninguno de los príncipes estaba más ansioso por llegar a su patria que el sabio y valiente Ulises. Pero a pesar de todos los esfuerzos de sus marinos, unos vientos adversos llevaron sus naves lejos de las islas de Grecia. En el hogar, su esposa Penélope y su hijo Telémaco aguardaban su vuelta, pero aún hubieron de esperar durante diez años después de la guerra de Troya, y en este tiempo nuestro héroe tuvo veinte aventuras. Aquí mencionaremos sólo unas cuantas.
En vez de ser llevados hasta Grecia, los barcos de Ulises fueron empujados a lo largo de la costa del Asia Menor, y, acosados por el hambre, él y sus hombres no tuvieron al fin más recurso que desembarcar y atacar a los habitantes de una pequeña ciudad, quienes huyeron despavoridos. Los griegos satisficieron entonces largamente el hambre y la sed que los devoraba. Mientras tanto los habitantes regresaron y los acometieron, matando a más de la mitad de los marinos que habían desembarcado. Los restantes pudieron difícilmente volver a sus barcos.
Ulises y aquellos de sus hombres que pudieron escapar, desembarcaron en la isla que en la actualidad se llama Sicilia, y vagaron por ella hasta llegar a una gran cueva. En esta cueva hallaron enormes jarros de leche y otras señales de que estaba habitada. Era en efecto, la vivienda de uno de aquellos fabulosos gigantes que, como los dioses y diosas de las antiguas leyendas, existían sólo en la imaginación del pueblo de aquella época. El gigante se llamaba Polifemo y hubiera sido difícil imaginar nada más feo y cruel. Tenía un solo ojo, colocado en medio de la frente. Era el jefe de una raza de gigantes de un solo ojo, llamados cíclopes. Seres semejantes sobreviven aún por la fantasía.
Por la noche, mientras Ulises y su gente esperaban en la cueva, entró en ella el gigante conduciendo delante de sí un rebaño de carneros gigantescos y obstruyó luego la entrada por medio de una piedra que no habrían podido mover veinte hombres juntos. Ulises se adelantó hacia él, y ofreciéndole un odre de vino –pues en aquel entonces en vez de botellas se usaban pellejos - pidió gracia para él y sus compañeros. El gigante bebió el vino, saboreándolo. Prometió una dádiva a Ulises por su regalo; pero, como procediera inmediatamente a comerse a dos de los griegos, apareció bien claro que no podía esperarse piedad de aquel monstruo.
Polifemo preguntó luego a Ulises cómo se llamaba; pero el príncipe era demasiado inteligente para darse a conocer y respondió:
“Mi nombre es "Nadie"; mi padre, mi madre y todos mis compañeros me llaman lo mismo”.
A lo cual replicó el gigante:
“¿Quieres saber cuál será mi dádiva? Bueno; "Nadie", serás el último que comeré de todos tus compañeros; los demás te precederán: éste será mi regalo de hospitalidad”.
Transcurrieron seis días de terror, y el gigante cada noche disminuía en dos a los compañeros de Ulises, antes de que este sabio príncipe encontrara un medio de fuga. Durante la séptima noche, mientras Polifemo dormía tendido en el suelo, Ulises asió una enorme estaca de madera y, ayudado por sus hombres, la introdujo en el ojo del gigante, cuyos quejidos de dolor despertaron a otros de los fabulosos habitantes de la isla, pero éstos no pudieron entrar en la cueva, gracias a la piedra que obstruía la entrada. Entonces, desde fuera, llamaron a su jefe, preguntándole qué le sucedía, a lo que respondió:
“Amigos, "Nadie" me mata,
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