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A las 12 de la noche se acabó el mundo


Enviado por   •  8 de Marzo de 2017  •  Ensayo  •  3.034 Palabras (13 Páginas)  •  342 Visitas

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A las 12 de la noche se acabó el mundo

  • ¡Demonios! ¡Sabía que era una mala idea! – bramó el abuelo Law furioso mientras lanzaba su soda al televisor ocasionando que aparezcan tres líneas negras en la zona del impacto.

Nos paramos de golpe de la alfombra para ir a mirar por la ventana la escena que habían anunciado en el noticiero. Era cierto. Tres montones de chatarra carbonizada descendían dejando tras sí surcos negros de humo. Como si el cielo lamentara nuestro trágico futuro próximo a través de un llanto azabache.

Nos habían declarado la guerra hace tres noches y perdimos miserablemente. Desde que el hombre reconoció como su peor enemigo a aquel que fuese contra sus intereses, no inventó mejor manera de sustituir la diplomacia por la violencia. Guerras que comenzaron desde problemas territoriales hasta superioridades étnicas, nunca pensaron que los límites de su envilecimiento llegarían hasta niveles en que hermanos mayores nos detendrían repentinamente haciéndonos ver en un espejo el verdadero reflejo que proyectábamos al universo: una raza incoherente son su superioridad racional.

Primero pensamos que podíamos sacar nuestra avaricia de los límites terrestres. La gravedad, en un acto de justicia, nos detuvo algunos miles de años en nuestra locura, luego se rindió y cedió ante nuestra prepotente industria e intentamos reclamar el espacio para nosotros. Parcelamos y vendimos como si la oferta y la demanda fuesen normas eternas y aplicables a cualquier civilización, pero nos olvidamos que éramos demasiado humanos como para pensar que estábamos en el error.

En algunos planetas encontramos desiertos y en otros desiertos con dueño. Hace mucho nos dejó de interesar si existía vida en otros planetas, eso era ociosidad intelectual, ahora pensábamos en como botarlos y quedarnos con sus territorios. Habían pasado cientos de años desde el descubrimiento de América pero las mañas seguían siendo las mismas en la era de los viajes espaciales. Sólo teníamos que saquear y predominar con algún credo. La salvación era para ellos, sus riquezas para nosotros.

Pero ¡Ay de nosotros! Hombres miserables que pensábamos que la justicia era un valor creado en los límites terrestres, nunca pensamos que la justicia era la virtud más profunda para un ser viviente,  un sentido que fusionaba el deber con la indignación ante algo que no deseábamos, algo que se sentía a flor de piel para reclamar. La justicia si existía, solo que se había ido de la tierra hace mucho tiempo.

La primera advertencia debimos haberla intuido cuando explotó la estación espacial de Nueva Babilonia. Un proyecto para el allanamiento de tierras de un planeta lleno de minerales y formas de vida primitivas se discutía allí dentro. Se le atribuyó a una falla mecánica al inicio pero luego se concluyó en que tuvo que ser un capricho de la naturaleza. La versión oficial dio por sentado que el infeliz incidente fue por el choque de un meteorito. Era una mentira descarada, estábamos a punto de reencontrarnos con la justicia.

Después fueron menos sutiles. Naves espaciales, fortalezas militares y tripulaciones pseudo-diplomáticas eran destruidas una a una, como una advertencia sobre lo que podía pasarnos si decidíamos soltar a la bestia de la avaricia más allá del sistema solar. Pero fuimos tercos.

Las noticias no se pudieron ocultar más y el mundo estalló en indignación ante todo lo que sucedía ahora. Primero fueron los nativos americanos quienes, durante el SXVI ante el silencio mundial, tuvieron que aceptar resignados la suerte de sus destinos ante foráneos que traían el progreso en la mano derecha y la cruz filosa en la otra. Ahora estos nuevos “nativos” del SXXI no estaban solos.

Los puños se levantaron y las voces rozaron las estrellas. La indignación sobrepasaba las fronteras gravitatorias y rebotaban en satélites lejanos donde solitarios astronautas oían con asombro los horrores de los cuales formaban parte su civilización y cultura de la barbarie. Muchos renunciaron pero otros no tuvieron suerte.

La represión fue implacable y las represalias crearon nuevo mártires en las constelaciones. Por todos lados se oía que estos eran los últimos tiempos y que el hombre había rozado los límites de la avaricia y crueldad. La religión, que en otros tiempos fue un analgésico eficaz, ahora solo supuraba la moral justificando la colonización de las estrellas.

Miles de perversos “Mayflowers” decidieron hacer caso omiso a los reclamos y continuaron con el sendero trazado por la codicia. No importaba si las personas que veían al inicio bajo sus cristales los recibían como dioses pero luego de conocer sus verdaderos objetivos clamaban a otros por ayuda. Pero la justicia siempre llegaba.

Cuando en la tierra se nos acabaron los dioses a los cuales clamar, miramos hacia las estrellas como el primer hombre que descubrió el firmamento. Juntamos nuestras manos e hincamos nuestras rodillas suplicando que se haga justicia con la maldad. Hasta que una noche se aparecieron.

Cierta madrugada el mundo se sorprendió al mirar el firmamento. Numerosas esferas negras gigantescas, con kilómetros de diámetro, se posicionaron en el cielo como silenciosos jueces del planeta rebelde. Muchos, como nosotros, nos aterrorizamos de pánico al ver a nuestros “salvadores” y decidimos huir corriendo debajo de la cama para esperar que el miedo nos abandone y así le ceda su paso a la razón. Otros prendieron la televisión a la búsqueda de respuestas en los medios mundiales, pero las afirmaciones eran pocas.

  • El día de hoy se han reportado miles de esferas azabaches en los cielos de diversas partes del mundo – narraba nerviosamente el presentador mientras atrás proyectaba imágenes que podían ser vistas desde cualquier ventana del mundo – se desconoce el origen y el propósito de dichas esferas pero se cree que podría ser algún tipo de inteligencia extraterrestre. Seguiremos informando.

Cuando les perdimos el temor, salimos de nuestros hogares a contemplarlas detenidamente. Eran tan oscuras que la luz del día no se reflejaba en ellas. Contrastaban, bella y perturbadoramente, con el azul del cielo y las esponjosas nubes. Nos observaban inmóviles, estáticas e imponentes. No sabíamos que querían aquí ni cuando se irían. Claro, todo esto hasta el 26 de Diciembre.

El 26 de Diciembre, las costas del Golfo de México se volvieron a estremecer después de mucho tiempo. De entre el amasijo de nubes y esferas azabache, caían carbonizados restos de lo que parecían tres aviones caza con objetivos de atacar las esferas flotantes. El resultado humeaba en las nubes.

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