Adam Smith La Riqueza De Las Naciones
Enviado por MFernandaN • 9 de Septiembre de 2014 • 2.822 Palabras (12 Páginas) • 490 Visitas
Capitulo II
Del principio que motiva la división del trabajo.
Este capítulo nos hace ver que lo que motiva principalmente la división del trabajo es la necesidad del hombre de cambiar y negociar una cosa por otra, al igual que ver la importancia que tiene la división del trabajo, ya que este le ha generado demasiadas ventajas al ser humano; se considera una consecuencia de suma importancia y que es necesaria debido a que se puede Intercambiar una cosa por otra sin mediación de dinero y también se puede negociar una cosa por otra.
Adam Smith nos dice que todo esto es común solo en los seres humanos y que nunca se ha visto que otra especie lo haga, así como es común en todos los hombres y no se encuentra en otras especies de animales.
Nadie ha visto tampoco que un animal de a entender a otro, con sus ademanes o expresiones guturales. Cuando un animal desea obtener cualquier cosa del hombre o de un irra¬cional no tiene otro medio de persuasión sino el halago hacia él, y así mismo el hombre utiliza las mismas artes con sus semejan¬tes (halagos e incentivos), y cuando no encuentra otro modo de hacerlo actuar conforme a sus intenciones, procura ganarse su voluntad procediendo en forma servil y lisonjera. Mas no en todo momento se le ofrece la ocasión de actuar así.
La conseguirá con mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de los otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ellos hacer lo que les pide (que de una u otra forma les conviene hacer las cosas para él).
Se propone un trato propone donde le está haciendo una de esas proposiciones. Dame lo que necesito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y así obtenemos de los demás la mayor parte de los servicios que necesitamos.
Un ejemplo claro de esto es: No es la buena voluntad del carnicero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés (necesitan dinero para poder comprar otras cosas que les son necesarias para su subsistencia). No necesitamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ya que al ser egoísta buscando su propio beneficio nos ayuda a satisfacer nuestras necesidades. El busca sacar ventaja sin darse cuenta que nos beneficia.
Es cierto que la caridad de gente bien dispuestas le suministra la subsistencia completa; pero, aunque esta condición altruista le procure todo lo necesario, la caridad no satisface sus deseos; en la medida en que la necesidad se presenta: la mayor parte de sus necesidades eventuales se remedian de la misma manera que las de otras personas, ya sea por trato, cambio o compra. Con el dinero que recibe compra cosas para su consumo y que satisfagan sus necesidades.
Entre los hombres los talentos más dispares se caracterizan por su mutua utilidad, ya que los respectivos productos de sus aptitudes se aportan a un fondo común y tal circunstancia permite a cada uno de ellos comprar la parte que necesitan de la producción ajena.
De la misma manera todos los seres humanos recibimos la mayor parte de los servicios mutuos que necesitamos, por convenio, trueque o compra, es esa misma inclinación a la causa originaria de la división del trabajo.
Un ejemplo sería el de una tribu; una persona es más hábil en hacer flechas y arcos, generalmente los va a cambiar a otro de la tribu que sea mejor cazador, por carne o caza y él se dedicara a la confección de arcos y flechas. Así como esta persona es buena en hacer arcos y flechas, hay otra que es buena en hacer la cubierta para las carpas, este es el carpintero.
Es así como, siguiendo su propio interés, se dedica exclusivamente a hacer arcos y flechas, convirtiéndose en una especie de armero (Hacen lo que les sale mejor o en lo que son buenos y tienen una habilidad nata o desarrollada con el tiempo y la practica).
Otro puede destacar en la construcción y en el techado de sus chozas o tiendas, y así se va haciendo útil a sus vecinos que le recompensan igualmente con ganado o caza, hasta que encuentra ventajoso dedicarse por completo a esa ocupación, convirtiéndose en una especie de carpintero constructor. De esta manera se puede cambiar el exceso del producto de su propio trabajo, después de satisfechas sus necesidades, por la parte del producto ajeno que necesita. Esto induce al hombre a dedicarse a una sola ocupación, cultivando y perfeccionando el talento o el ingenio que posea para ciertas labores.
De esta surge la certidumbre de poder cambiar el exceso del pro¬ducto de su propio trabajo, después de satisfechas sus necesidades, por la parte del producto ajeno que necesita, induce al hombre a dedi¬carse a una sola ocupación, cultivando y perfeccionando el talento o el ingenio que posea para cierta especie de labores y a cada uno se le asigna un rol.
La diferencia de talentos naturales en hombres diversos no es tan grande como vulgarmente se cree, y la gran variedad de talentos que parece distinguir a los hombres de diferentes profesiones, cuando llegan a la madurez es, las más de las veces, efecto y no causa de la divi¬sión del trabajo. Las diferencias más dispares de caracteres, entre un filósofo y un mozo de cuerda, pongamos por ejemplo, no proceden tanto, al parecer, de la naturaleza como del hábito, la costumbre o la educación. En los primeros pasos de la vida y durante los seis u ocho primeros años de edad fueron probablemente muy semejantes, y ni sus padres ni sus camaradas advirtieron diferencia notable. Poco más tarde comienzan a emplearse en diferentes ocupaciones. Es entonces cuando la diferencia de talentos comienza a advertirse y crece por grados, hasta el punto de que la vanidad del filósofo apenas encuentra parigual. Mas sin la inclinación al cambio, a la permuta y a la venta cada uno de los seres humanos hubiera tenido que procurarse por su cuenta las cosas necesarias y convenientes para la vida. Todos hubieran tenido las mismas obligaciones que cumplir e idénticas obras que realizar y no hubiera habido aquella diferencia de empleos que propicia exclusivamente la antedicha variedad de talentos.
Y así como esa posición origina tal diferencia de aptitudes, tan exclamada entre hombres de diferentes profesiones, esa misma diversidad hace útil la diferencia. Muchas agrupaciones zoológicas pertenecien¬tes a la misma especie, reciben de la naturaleza diferencias más nota¬bles en sus instintos de las que observamos en el talento del hombre como consecuencia de la educación o de la costumbre. Un filósofo no difiere tanto de un mozo de cuerda en su talento por causa de la naturaleza como se distingue un mastín de un galgo, un galgo de un podenco o éste de un perro de pastor. Esas diferentes castas de ani¬males, no obstante pertenecer a la misma especie, apenas se ayudan unas a otras. La fuerza del mastín no encuentra ayuda en la rapidez del
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