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Bancos Centrales como Prestamistas


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2017  •  Ensayo  •  1.958 Palabras (8 Páginas)  •  226 Visitas

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LOS BANCOS CENTRALES COMO PRESTAMISTAS DE ULTIMA INSTANCIA

Los bancos centrales actúan como prestamistas de última instancia de los bancos comerciales y otras instituciones financieras.

Tras las grandes crisis financieras y económicas por las que se tuvieron y se vienen atravesando a lo largo de la historia; se dio la creación de los Bancos Centrales, esta institución tiene a su cargo la estabilidad monetaria de su país; y entre sus principales funciones existe una que es bastante controversial; actuar como Prestamista de Última Instancia para bancos que se encuentran en calidad de iliquidez.

Este ensayo tiene por fin determinar si el Banco Central es la mejor opción como prestamista de última instancia para bancos que tienen falta de liquidez; teniendo a favor los argumentos de que los Bancos Centrales deben velar por la estabilidad del sistema bancario proveyendo liquidez a las instituciones financieras en problemas para evitar un pánico generalizado y contagioso que consecuentemente trae riesgos macroeconómicos reflejados en el sistema de pagos; y teniendo en contra a quienes opinan que tomar esta medida genera un aumento del riesgo moral por parte de las instituciones financieras para con el Banco Central y una contraposición entre una estabilización del sistema bancario y la estabilización macroeconómica del país.

A través de esta investigación se llegará a la conclusión de que la función de Prestamista de Última Instancia no debe estar ligada directamente al Banco Central; por lo cual se le puede desprender de esta función haciendo que este se enfoque más en la estabilidad monetaria.

Tras la creación de los Bancos Centrales hace más de 200 años, se vio por conveniente darle la función de Prestamista de Última Instancia para proveer de liquidez a bancos solventes cuando ocurren situaciones como corridas bancarias o crisis financieras como las que se han visto últimamente.

El término “prestamista de última instancia” hace referencia con su primer autor Baring[1] Thorton (1802) y posteriormente Bagehot[2] (1873) a la otorgación de asistencia por parte del Banco Central de Reservas a los bancos con problemas de liquidez pero que si muestran solvencia; esta otorgación solo se dará si la institución financiera realizará el pago de una tasa de interés más alta a la habitual; usará el préstamo personalizado para exclusivamente las operaciones necesarias y que demuestre la tenencia de una buena garantía antes del periodo de pánico; comprometiéndose a la vez el Banco Central a la prestación de cualquier cantidad de dinero necesaria para dar nuevamente la liquidez a la entidad solicitante. El Banco Central es el emisor de activo liquido por excelencia, además de su reputación y capacidad técnica, que lo convierten en un agente capaz de coordinar el accionar de otros bancos en procesos de rescate. El fin de que el Banco Central sea el prestamista de última instancia por excelencia es para evitar que trastornos en el mercado de valores se transmitan al mercado de créditos o al sistema de pagos; a la vez que al generarse la crisis las entidades empiezan una venta descontrolada de títulos de activos los cuales bajan rápidamente de precios causando una deflación con efectos negativos con los cuales se deberá lidiar posteriormente; entonces es necesario garantizar la continuidad de los pagos, evitando los efectos desquiciantes que tendría la subvaluación temporal e injustificada de ciertos activos financieros.

Frente a este argumento, están los autores Goodhart y Shoenmaker (1993) y Bordo (1990), quienes explican que si el Banco Central se enfoca en este problema, se podría olvidar de la estabilización macroeconómica que tiene que ver con los precios y la inflación, esto a causa de que puede darse el caso que una entidad tenga una fuerte deuda en moneda extranjera la cual necesitará de bastantes reservas por parte del Banco Central en las bóvedas, generando así un tipo de cambio fijo en el país para poder mantener esta reserva; pero que al mantenerla puede generar a largo plazo una inflación, pues para controlar la inflación se debe tener un tipo de cambio flexible. Thorton también analizo esta posición dejando en claro que no existe conflicto entre estos dos objetivos del Banco Central ya que si este reacciona de forma oportuna puede evitar el pánico generalizado, incluso si solo hay expectativas de que este reaccionará puede parar la incertidumbre sin que sea necesario un aumento significativo de la base monetaria, esto finalmente no afectaría a la oferta monetaria a largo plazo como se tiene prevista por parte del Banco Central. Con respecto a este argumento, Goodhart y Schoemaker[3] hacen evidencia que los montos involucrados para el apoyo de bancos en crisis tuvieron como aliado a los gobiernos mediante el cobro de impuestos para llegar al monto requerido, es así que se ve un aumento por parte de los estados para estas instituciones y que no tienen más beneficio que únicamente para el rescate de la organización.

Un ejemplo es el caso de la crisis soberana de Grecia en el año 2010, pues aquí tuvieron que intervenir grandes de la economía como el FMI y BCE para ayudar tanto al gobierno como a los bancos; demostrando así que el estado está muy ligado a la situación de crisis o viceversa.

En apoyo a esta idea Humprey (1986) se opone a Goodfriend y King (1985) quienes proponían que el Banco Central solo debía enfocarse a las operaciones de mercado abierto, proponiendo que Bagehot hubiera opinado lo mismo si conociera de las operaciones de mercado abierto.

Bagehot también propone que debe hacerse de conocimiento público el apoyo total del Banco Central para con la entidad en crisis, así disminuirá la incertidumbre en ellos; pero esto a la vez implica un riesgo moral por parte de las entidades financieras que serán rescatadas, esto pues, generará una alta confianza y menos cuidado con sus transacciones; dejando todo en manos del Banco Central. Esto supone una mayor relevancia de la información asimétrica con la que se deberá tratar para poder distinguir bancos solventes de los insolventes, cosa que en la práctica no se da[4]; pues solo después de ayudar a la entidad se sabrá si era o no solvente. Es así que en los casos ya dados, los Bancos Centrales se vieron obligados a usar la “ambigüedad constructiva” que consiste en guardarse de forma discrecional las condiciones bajo las cuales actuará el banco para el proceso de rescate[5]

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