Bioética y la ética filosofíca
Enviado por BELCRIS • 28 de Octubre de 2013 • Ensayo • 2.525 Palabras (11 Páginas) • 392 Visitas
1.R// Bioética y la ética filosofíca
Se ha dicho, con justa razón, que la filosofía llegó tarde al nacimiento de la bioética, y que incluso, en poco contribuyó a su alumbramiento. En sus primeros años, la bioética fue más bien obra de médicos, teólogos y científicos preocupados por los problemas éticos que surgían todos los días en la intervención biomédica y en la investigación con seres humanos.
En efecto, Van Rensselaer Potter formula en un artículo (“Bioethics, the Science of survival”) publicado en 1970 la idea de la bioética como nueva disciplina, y propone que ella respondería a la necesidad de una reflexión ética acerca de los efectos del desarrollo tecnocientífico sobre la vida humana y la biosfera entera. Mientras tanto, los filósofos estaban concentrados ‐en gran medida‐ en los problemas del lenguaje y la representación simbólica de la realidad1; la filosofía se había encerrado en el estudio de su propio discurso y de su devenir histórico. Pocos filósofos se dedicaron a dilucidar la importancia creciente del desarrollo científico y tecnológico, y en particular, las transformaciones de la práctica científica, la cual estaba dejando de ser mera teoría para vincularse cada vez más estrechamente con la producción industrial de innovaciones tecnológicas. Las consecuencias sociales de este cambio en la actividad científica comenzaron a ser evidentes para algunos pensadores, pues la ciencia ya no elaboraba solamente representaciones teóricas de la realidad (como seguían pensando los filósofos de la ciencia formados en la línea del Círculo de Viena3), se había convertido en intervención operativa sobre la realidad natural y social; es decir, la ciencia se había transformado en tecnociencia. Durante las tres décadas de historia de la bioética, los filósofos se han ido incorporando paulatinamente a ella aceptando que su voz es una más entre una diversidad de opiniones y concepciones morales representativas de las sociedades contemporáneas. Por ello, la labor de los filósofos en la bioética no ha tenido el peso que ellos hubieran querido; y muchos han optado por una prudente moderación de sus pretensiones teóricas. Por ejemplo, Gilbert Hottois5 ha planteado que la participación de la filosofía en la bioética debe ser más formal que sustancial: debe cumplir roles de análisis metaético, corrección lógica y regulación metodológica. La misión de los filósofos en la bioética debe consistir, según Gilbert Hottois, en ser más bien “guardianes de la ética de la discusión” para procurar que todas las opiniones se expresen y se respeten entre sí.
Esto obedece, de acuerdo con lo que sostiene Hottois, a que en los debates bioéticos no interviene una única filosofía moral, sino una pluralidad de concepciones filosóficas que provienen de tradiciones de pensamiento muy distintas (pragmatismo, utilitarismo, contractualismo, personalismo, kantismo, neotomismo, etc.).6 En efecto, como señala Hottois, cada filósofo que participa en una deliberación bioética representa a su filosofía, pero no a la filosofía en su totalidad, y pone de manifiesto sus desacuerdos con otras corrientes de pensamiento. Por ejemplo, las opiniones filosóficas sobre el estatus ético del embrión humano diferirán diametralmente si se trata de una perspectiva neotomista o de una pragmática o utilitarista. Para la primera, la noción sustancialista de persona es irrenunciable, mientras que para las segundas, la definición de persona es empírica y contrastable.
La ausencia de acuerdo filosófico sobre muchas de las cuestiones éticas ha introducido mayor incertidumbre y duda en la bioética. Sin embargo, esto no es negativo; por el contrario, las discrepancias filosóficas han contribuido al reconocimiento de la pluralidad moral contemporánea y la diversidad de interpretaciones de muchos conceptos morales que parecían tener un significado unánime en las sociedades occidentales. Tal ha sido el caso de nociones de trasfondo filosófico que se han vuelto controversiales: persona e identidad personal, dignidad humana, valor intrínseco, estatus y relevancia moral.
En la bioética concurren y divergen concepciones éticas cultivadas desde antaño por la medicina, las tradiciones religiosas o morales, o las prácticas e instituciones jurídicas. Pero entonces ¿cuál es el papel de las filosofías, de las éticas (filosofías morales) en la bioética? ¿Qué puede aportar la ética filosófica a la bioética del siglo XXI?
Para intentar responder a esta interrogante parto de la convicción de que la filosofía debe apostar por la consolidación de una bioética laica, civil y plural, de verdadero alcance planetario (que incluya en sus consideraciones morales no sólo a todos los seres humanos, sino a los demás seres vivos). Tal tipo de bioética se nutre tanto del conocimiento científico (natural y social), como de las concepciones morales de las culturas y las tradiciones sociales (religiosas, morales o jurídicas), sin que ninguna de ellas prevalezca sobre las demás por arraigo o predominio social. La ciencia no puede ser equiparada con dichas tradiciones culturales, pero no debe imponerse de manera dogmática sobre las demás concepciones, ni porque se alíe con el quehacer tecnológico, ni porque se siga considerando como la forma
más acabada de conocimiento “objetivo”.
Paradójicamente, la ausencia de un discurso filosófico preponderante en la bioética es una de las principales defensas contra el dogmatismo y las pretensiones de poseer la verdad definitiva, sobre todo porque algunas tendencias filosóficas todavía acusan pretensiones esencialistas y totalizadoras. Sin embargo, la presencia del diálogo y de los disensos filosóficos es una condición indispensable para que la bioética profundice en los problemas más cruciales, y para que se mantenga vivo un espíritu crítico (con una buena dosis de escepticismo) que someta a revisión, mediante un debate público, cualquier posición moral.
La filosofía irradia a la bioética su carácter de problema abierto, el cual tiene origen en la duda permanente como forma de vida (que se remonta hasta la tradición socrática). Sin la visión filosófica, la bioética puede perder un necesario carácter de investigación y de formulación de interrogantes; y puede convertirse en una mera técnica de resolución de problemas dominada por unos cuantos expertos en cuestiones bioéticas, ahora denominados “bioeticistas”.7
La bioética representa, pues, la formación de una razón práctica de carácter dialógico, público y plural. Esta razón práctica intersubjetiva debe ser prudencial y “provisional”. Esto significa que los acuerdos que alcanza se fundan en razones pragmáticas, es decir, en verdades provisionales factibles de revisión.
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