Bolívar el Libertador: miradas opuestas
Enviado por jackelsucio • 1 de Noviembre de 2019 • Ensayo • 2.547 Palabras (11 Páginas) • 167 Visitas
Bolívar el Libertador: miradas opuestas
El pasado siempre está presente en el ahora, no es posible hablar de actualidad si no existe algo, un hecho, una historia, que le preceda, ya que, aparentemente, esto es lo que da fundamento a nuestro presente, o, dicho de otra forma, es lo que nos ha traído a la actualidad. Sin embargo, puede haber o no consenso sobre dicha precedencia, la cual puede ser general para todos, pero cuyas especificaciones pueden variar de un punto de vistan a otro, esto está sujeto claramente a la distancia existente entre el presente y lo que ya pasó, pues no hay manera de corroborar un hecho pasado con la mirada, sino a través del lenguaje, bien sea escrito u oral. A pesar de esto, las discrepancias siguen existiendo, como es natural dada la naturaleza simbólica del lenguaje, un hecho sobre el que profundizaremos en el desarrollo de este escrito mediante una figura que ha suscitado diversas opiniones, pero cuya participación en nuestra historia es innegable independientemente de la postura que se tome: el libertador Simón Bolívar.
Una de las figuras más importantes de la historia latinoamericana, Bolívar se ha constituido como un referente recurrente en campos tan variados como la política, la milicia, la historia, la literatura, la cultura, entre otros. Lo que ahora conocemos sobre él y sobre sus acciones puede discernir en virtud del campo desde el que se elija estudiarlo, siendo los más representativos la historia y la literatura. En vista de esto, traemos para análisis la imagen que la literatura construye del Libertador bajo la mirada de los autores colombianos William Ospina y Gabriel García Márquez, en sus obras En busca de Bolívar y El General en su Laberinto respectivamente, además, examinaremos la relación existente entre dicha imagen construida artísticamente con el relato histórico, que da cuenta de la imagen que se construye y que conocemos con base a la experiencia, a lo vivido, a lo “real”.
En primera medida, la imagen general que existe de Simón Bolívar es aquella que le presenta como el prócer principal de la independencia, aquel militar que emprendió la campaña libertadora para desalojar el gobierno español de estas tierras, una figura a la que se le rinde homenaje en determinadas fechas, y cuya importancia se evidencia en los numerosos monumentos, lugares y eventos que llevan su nombre. No obstante, tendemos a olvidar el carácter humano del personaje, en el sentido en el que sólo vanagloriamos y admiramos los hechos que realizó ante el público o, al menos, lo que la historia oficial nos cuenta de ello. Para trascender esta cuestión, tanto Ospina como García Márquez realizan una exhaustiva investigación con el fin de dar cuenta sobre la imagen personal de Bolívar y que cada uno plasma a gusto en cada una de sus obras.
Por una parte, William Ospina, en la obra que ya mencionamos, hace una narración que da cuenta de una parte del proceso que fue la campaña libertadora en manos del General además de otros aspectos, tales como los desacuerdos con sus propios amigos, la visión de futuro de sus ideas, su perseverancia, la formación que recibió, los personajes que lo influenciaron, su don de mando, el amor por su patria, su forma desafiante de ser, su pasión por las mujeres. Una historia que, si bien cuanta algunos de los desatinos o derrotas por las que tuvo que pasar el Libertador, parece enfocarse en construir una imagen utópica o mítica del personaje, hecho que no puede darse por error, pues libera cinco naciones de la tiranía del imperio español, de tal forma que no merece menos reverencia que Napoleón. Bolívar derrotó al general Pablo Morillo, el hombre que, después de liberar a España de las mismas garras de Napoleón, viene a América acompañado de un gigantesco ejército con el propósito de recuperarla para Fernando Séptimo y que logró arrasar con gran parte de las mentes que propiciaron el movimiento independentista.
Así, el trabajo literario de Ospina parece tomar una postura favorable respecto a la imagen heroica de Bolívar, pues continuamente podemos rastrear en la mayoría de los episodios que nos cuenta cómo se enaltece o vanagloria la imagen del Libertador independientemente de sus acciones, casi presentando una figura mesiánica destinada a ejecutar la liberación del pueblo, en contraste con su contraparte realista, expresa el narrador: “Curiosamente, Morillo, el hijo del pueblo, representaba allí todo el poder de la realeza española, y Bolívar, el hombre de cuna aristocrática, a los rebeldes descamisados de las colonias” (Ospina, 2010:83), de manera que podemos ver la representación de una figura que desciende del “cielo” (la alta cuna), con el propósito de pelear por los afligidos bajo el yugo español opresor. Dicha descripción puede no ser un eufemismo, después de todo, el reconocimiento de sus logros no es puesto en duda, ya que nuestro presente refleja un estado soberano e independiente. Sin embargo, lo que sí parece ser objetable, o que de hecho lo es, es el encubrimiento o justificación que se hace de toda acción que, a los ojos de una mirada objetiva pueden resultar cuestionables o incluso condenables pero que la narración siempre intenta matizar bajo el amparo de un héroe trágico que vierte sobre sí el peso de las decisiones difíciles, fomentando así la mitificación divina de Bolívar como imagen representada, pues se describe que: “Bolívar, en aquellos días siniestros, respondió al horror con horror, autorizó campañas salvajes porque le pareció que era la única manera de quitarles a los enemigos el primado de la intimidación, y fue entonces cuando decidió cosas tan difíciles de perdonar como el fusilamiento de ochocientos prisioneros españoles” (Ospina, 2010:40), nótese el carácter injustificado de tal decisión permeado por el cumplimiento del deber. Escenas como esta pueden ser ubicadas numerosas partes, sin mencionar, además, la descripción física que se hace del personaje, fornido, galán, el hombre ideal, la figura de un héroe, un sabio que conoce lo que es mejor para su pueblo, inobjetable en últimas.
Ahora bien, a pesar de la mirada que el narrador describe sobre Bolívar, no es posible formular inconsistencias entre lo que este relato ficticio nos ha dicho con lo que sabemos o lo que nos cuenta el relato histórico. Esto se debe esencialmente a los sustentos que dan veracidad al discurso de la historia oficial, en otras palabras, las fuentes, sin embargo, es necesario tener presente que dichas fuentes son, al igual que el relato literario, lenguaje. Esta cuestión modifica completamente nuestras percepciones de verdad respecto a un hecho y nos permite emitir juicios valorativos respecto a dicho carácter de veracidad, esto ya que “si, en efecto, la acción puede contarse, es que ya está articulada en signos, reglas, normas: desde siempre está mediatizada simbólicamente” (Ricoeur, 2004:114), de manera que no es posible encontrarnos con un relato que mantenga una objetividad absoluta, pues esto, dada la naturaleza simbólica del lenguaje, es inexistente. Bajo estos presupuestos, tiene cabida el embellecimiento estético que el autor –y que Aristóteles en su Poética se refiere como poeta– plasma sobre los acontecimientos que narra sin debilitar o afectar la perspectiva realista de los mismos.
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