CODIGO DE COMERCIO

La Tregua

Martin Sántome un hombre de una edad avanzada viudo con tres hijos, jefe de personal de una empresa y próximo a pensionarse.

Es un hombre triste, afligido y con poco sentido del humor tiene una relación mala con su hijo mayor ya que este es muy poco respetuoso con él y agresivo con el hermano menor debido a su homosexualidad pues él cree que tratándolo de esta manera el dejara sus gustos sexuales.

Sántome tiene una buena relación con su hija blanca pues esta tiene en sus rasgos físicos se parece mucho a su difunta esposa y en la manera de ser se parece a él, ella es quien le cuenta de la homosexualidad de su hermano menor, por lo contrario su hijo menor quien siente un desprecio hacia su familia y por eso se aleja de ellos.

Laura avellaneda es una empleada nueva a cargo de Sántome y este desde el principio siente una atracción por ella aunque no le parece muy hermosa, con el pasar de los días él va entablando una amistad con ella invitándole un café para declararle su amor y para sorpresa suya es correspondido, con el transcurso de la relación él se da cuenta que su sentimiento es más fuerte de lo que él cree, y decide alquilar un apartamento lo cual trae mucha alegría y amor a su vida.

Por lo tanto decide contarle a su hija de la relación que tiene con avellaneda y en ella encuentra apoyo y respaldo.

Al cabo de los meses avellaneda muere dejándole a Sántome de nuevo un sentimiento muchos más doloroso e infeliz ya que se da cuenta que no puede disfrutar de un amor perduradero, dejando un sentimiento triste y gris, sin ningún concepto o razón por la cual sonreír aun sabiendo que tenía a sus hijos, se sentía miserable porque ni siquiera con sus hijos, esteban y Jaime es capaz de llevar una relación.

Entonces, Martin Sántome comienza a imaginar que el destino le ha preparado algo oscuro y le concedió una tregua le dio un tiempo, para replantear el concepto de vida y darle un nuevo horizonte un significado a la misma el luchar contra el tedio, la soledad y el paso implacable del tiempo.

Por Mario Benedetti

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