Camino hacia la libertad
Enviado por crisyeo • 15 de Marzo de 2014 • Informe • 1.693 Palabras (7 Páginas) • 443 Visitas
Camino hacia la libertad
Camino hacia la Libertad. Luisa Cabero Cabieses. Escritora Peruana. Cuento sobre la verdadera libertad interior.
— Qué oprimido me siento cuando me pongo a pensar en los días largos que me esperan para salir de la esclavitud en que me he metido, tratando de salir adelante con todas las cosas que me he impuesto, para obtener lo que me va a servir para caminar libremente pensando sólo en distraerme sin que nada me ate, así las penas y pesares se alejarán de mí y por fin podré reír y cantar y ser feliz sin tener ninguna obligación que me quite el sueño. ¿No crees, Franco, que esto será muy bueno para mí cuando me llegue este gran día?
— Pues no creo –le contestó Franco–, porque esto no es así, ya que lo que verdaderamente te ata son otras cosas que no te dejan ser feliz.
Tavo, al escucharlo, con un gesto poco amigable, le dijo:
— Anda, tú qué sabes, por eso te veo siempre con cara de aburrido.
— Será tu parecer porque yo jamás me aburro –le contestó Franco–, como se ve que no tomas en cuenta las cosas que hago, porque no conoces el verdadero valor que éstas significan.
— Bueno –le respondió Tavo–, para mí la diversión es lo más importante, porque esto es lo único que no te esclaviza.
— Pero Dios no te ha dado dones sólo para que te diviertas, ¿no crees? Piensa, porque esto no es así –le volvió a decir Franco.
Tavo, insistiendo en pensar en forma muy egoísta, le contestó:
— Realmente, yo sí quisiera hacer lo que me venga en gana y poder gozar libremente del sol, de los paseos o quedarme en casa disfrutando de un rico helado y viendo películas, o sencillamente dormir sin pensar que tengo que levantarme temprano porque tengo obligaciones que cumplir. ¿Acaso esto no es libertad de hacer lo que a uno le venga en gana?
— Bueno –le contestó Franco–, el hombre es libre desde el momento que Dios lo dejó a su libre albedrío, dándole la facultad de ver lo que era bueno y malo para él, pero lamentablemente, muchos escogen lo que no les conviene para su alma y terminan por hacer abuso de la libertad. Y no quisiera que a ti te suceda esto. ¿Por qué, pues, no aprendes a discernir lo que va a ser bueno para ti?
— La verdad no me interesa –le dijo Tavo–, mejor no me hago problemas, hablemos de otra cosa. ¿Qué te parece si damos un paseo y mañana vengo a recogerte temprano para ir a pescar?
— Estupendo –le contestó Franco–, la pesca a mí siempre me ha fascinado.
Y mientras hablaban y se ponían de acuerdo, se despidieron. Al día siguiente, como era de esperar, Tavo, con una gran sonrisa, se presentó en la casa de Franco. Cuando lo vio, le dijo:
— Vamos, apúrate pues no deseo que mi domingo termine ni termine nuestra juventud, felizmente aún somos muy jóvenes para gozar de lo que queramos.
— Ah, eso sí, ¿y qué hay si no vamos?, –le dijo Franco–, pensando en analizar lo que le contestaba.
— ¿Qué hablas?, –le dijo Tavo–, o acaso estás delirando, pues apúrate y vamos si no quieres verme apesadumbrado y aburrido.
Franco, viendo su desesperación por escapar de sus reprimidas emociones, le contestó:
— Cálmate, amigo, sólo bromeaba.
Y sonriendo, le dijo:
— Ya, coge tu mochila y vamos.
Y así lo hicieron; en el camino Tavo, saltando y cantando con una alegría momentánea, dijo:
— Esta es la única libertad que yo aprecio en mi vida, porque así uno se olvida de las preocupaciones, de los tormentos y de los malos momentos, que aparecen cuando menos se espera.
— Y te entiendo –le dijo Franco–, sólo que no tomas en cuenta que hay situaciones mayormente apreciadas, que conducen a que uno pueda vivir también con alegría y con libertad y no precisamente es la diversión. Y no creo que esto lo tomes en cuenta, porque lo que predomina en ti egoístamente, es sólo divertirte aunque por ello otros se perjudiquen.
— ¿Se perjudiquen?, –le contestó Tavo–. ¿Y por qué se habrían de perjudicar por mis diversiones? La verdad que no te entiendo, creo que estás hablando ya demasiadas tonterías.
Franco le dijo:
— Te voy a poner un ejemplo; qué pasaría si alguien que necesita urgentemente que lo saques de un apuro, justamente, cuando te vas a ir de paseo, ¿qué le dirías?
Tavo le contestó:
— ¿No te parece que ese sería su problema? ¿Por qué, pues, perjudicarme precisamente con lo que más me gusta, la diversión? Pues no dejaría la libertad de poder elegir lo que me agrada por nadie.
Franco le respondió:
— Qué egoísmo tan grande el tuyo, de pensar solamente en tu persona sin que nada te importe. ¿No te das cuenta, acaso, que hay circunstancias en que tenemos que escoger lo que es prioridad? Pero claro, cómo te vas a dar cuenta de esto, si el egoísmo es el que te mantiene adormecida la conciencia para que no puedas actuar reflexivamente.
—
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