Clemencia: Identidad Y Sentido Patriótico

Uno de los grandes problemas que México enfrentó principiando sus primeros años de vida independiente y que incluso hasta hoy sigue cimbrando los cimientos de la idiosincrasia mexicana, está relacionado con su identidad. Preguntas como ¿qué es México? y ¿qué son los mexicanos? remitían a vagas especulaciones acerca de los orígenes de la nación, a opiniones muy polarizadas y a pleitos que desencadenaron violentas guerras internas en el país. El siglo XIX en México se caracterizó por esa búsqueda y por la lucha que ocasionaron las diferentes propuestas al problema. En este ensayo se pretende ver de qué manera uno de los grandes escritores mexicanos, Ignacio Manuel Altamirano, comprendió a la literatura como parte esencial de la vida nacional. En la concepción de Altamirano, la literatura era más que un medio de entretenimiento y ocio vulgar, fue a través de las letras que pretendió educar a la población mexicana con los ideales emanados del liberalismo. Desde su poética hasta sus cuentos y novelas, en ninguna oportunidad deja de imperar esa fuerza pujante de moldear y de cincelar en la mente del mexicano el amor a la patria, la búsqueda de la libertad y esa visión progresista que le han valido un puesto honorable entre las grandes figuras de México en ese siglo para la posteridad.

Así, pues, el México de Altamirano vio en menos de treinta años por lo menos cincuenta gobiernos diferentes, sucediéndose uno tras otro. La lucha de once años para conseguir la independencia no terminó con la paz y la bonanza del país, pues de inmediato dos grupos asumieron la legalidad y las licencias pertinentes para decidir qué era México y cómo habría de gobernarse. Los primeros pasos del México independiente se caracterizaron por la inestabilidad política, económica y social. Los federalistas y los centralistas, también conocidos como liberales y conservadores, fueron los dos grupos antagónicos que se disputaron el gobierno de México y la formación del mismo hasta que en 1867 los liberales lograron imponerse, después de un largo historial de lucha encarnizada y trágicas guerras intestinas, para inaugurar de esa forma una nueva etapa en la historia de la República. Los liberales proponían implementar un programa de reconstrucción nacional en el que se tomaba en cuenta el ámbito social, económico y cultural. Parte importante de ese plan contempló a la educación como elemento medular de fortalecimiento y crecimiento, además de la indiscutible emancipación del arte y de las letras para que, impregnadas de un sano nacionalismo, fuera puesta al servicio y al alcance de todos. Esa es la época en la que nuestro escritor juntamente con otros liberales se dieron a la tarea de reactivar al país desde ceros prácticamente. El reto era educar a la población acerca de las bases fundamentales de toda sociedad, sobretodo en un país que ignoraba quién era y a dónde iba, que había luchado para quitarse de encima

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