Deconstrucción, comparación Derrida, Miller y Paul de Man
Enviado por Jahird Martin • 7 de Diciembre de 2015 • Ensayo • 1.977 Palabras (8 Páginas) • 172 Visitas
Gabriel Soto San Martín
Magíster en Literatura
Para establecer conexiones entre Derrida, Paul de Man y J. Hillis Miller, es importante comenzar por intentar definir qué es la deconstrucción, aun cuando esto vaya un poco en contra de la misma teoría a la que estamos definiendo. Sin embargo, al hablar de “deconstrucción” nos estamos refiriendo a la supresión de los centros, los cuales como señala Derrida en “Estructura, signo y juego en el discurso de las ciencias humanas” (1972) existen en el pensamiento occidental desde la época de Platón, o a una descentralización de ciertos términos que en nuestra sociedad tienden a ubicarse por sobre otros, dejando en un lugar sin importancia al término relegado; es decir, en nuestra colectividad, aunque cada vez menos, el hombre sería más dominante que la mujer y, por lo tanto, esta quedaría marginada a un extremo en el que no sería mayormente considerada.
La creación de estos centros provocaría por lo tanto opuestos binarios, donde uno de los términos par tendría prioridad por sobre el otro, sin embargo, para Derrida el lenguaje y la realidad es mucho más complejo que esto y tienden a presentarnos figuras ambiguas con más de un significado, uno central y otro reprimido. Lo interesante aquí es que se busca la subversión del componente marginado para que este pase a ocupar el lugar central y romper con la jerarquía primaria para finalmente liberarnos completamente de estas graduaciones y darnos cuenta de que ambas lecturas pueden terminar siendo posibles, esta inversión además de funcionar como un método de interpretación, tendría un carácter político que no habría que neutralizar tan velozmente. Esto nos daría como punto final una libertad desde el punto de vista de los significados donde estos dejan de ser estables.
Así es como en textos como “La farmacia de Platón” (1977) se realiza una crítica a los fundamentos de la filosofía de occidente, donde podemos rescatar como lo más importante la idea de “textualidad”, la cual es asemejada con el chivo expiatorio de la antigua Grecia que debía ser expulsado de la ciudad como método de purificación, así mismo, la textualidad busca apartar al logos y darle cabida al libre juego de los significados, y mostrando como en el mito egipcio de la escritura de Thot se aplican los opuestos binarios, donde la escritura tiende a ocupar un lugar inferior en oposición a la oralidad dentro del occidente, de hecho Thot para Derrida no tiene un lugar fijo dentro del juego de las diferencias y así mismo es como el farmacón va funcionando no solo como un veneno, sino también, como una cura que ayuda a revertir y descifrar el tapiz de las oposiciones binarias provocando la inestabilidad necesaria para darle paso a los otros significados relegados que Platón (el occidente) intenta oscurecer y que la deconstrucción busca dejar en un plano de absoluta libertad en el que una palabra no significa ni esto, ni aquello, sino que funciona como una suerte de comodín que puede dar paso a cualquiera de sus posibles significados.
Por otra parte, también es importante señalar el “no-concepto” de la différance (el cual tiene un ensayo escrito en 1968 del mismo nombre), este hace referencia a que ningún signo tiene un valor por sí mismo, y que solo se convierte en “sí mismo” cuando interactúa con otros signos del mismo sistema de los cuales difiere, y por lo tanto, su significado también depende del cómo se relaciona con lo que no es. Además la différance también se puede apreciar en un estado de demora donde el significado de un término se encuentra suspendido entre sus posibles significados dejando así un lapsus en el tiempo-espacio entre el juego que se provoca entre los variados sentidos que se le puedan aplicar a un significante.
Una vez explicados los principales elementos de la deconstrucción de Derrida, ya estamos en condiciones de ver de qué se relaciona este, en primer lugar, con el pensamiento de Paul de Man y su aplicación al campo de la teoría literaria.
Para empezar podemos decir que Paul de Man critica el cómo la teoría literaria de la época no permite una distinción clara entre historia e interpretación, razón por la cual se transforma en “un método que no puede acoplarse a la “verdad” de su objeto [y que] solo puede enseñar ilusiones” (La resistencia a la teoría, 2), señalando incluso que si es cierto lo mencionado con respecto a la crítica “es mejor fracasar enseñando lo que no debería ser enseñado que triunfar enseñando lo que no es verdad”(2), y por lo tanto, buscando al igual que Derrida, una forma distinta de acercarse a los textos que rompa con los modos tradicionales conocidos y que también coinciden en cierta forma con las nuevas corrientes que se están gestando.
Se provoca un cambio a partir del cuestionamiento a los significados y del cómo pueden variar según quien lo esté recepcionando y cuál es el valor previo que se le está otorgando, además de señalar que el plano estético, que era el que dominaba la crítica no estaba tan ligado a lo semiológico y a la comprensión. Siendo uno de los elementos más importantes la introducción de la terminología lingüística en la literatura:
“Por terminología lingüística se entiende una terminología que designa la referencia antes de designar al referente y tiene en cuenta, en la consideración del mundo, la función referencial del lenguaje o, para ser más explícitos, que considera la referencia como una función del lenguaje y no necesariamente como una intuición. La intuición implica percepción, consciencia, experiencia y conduce inmediatamente al mundo de la lógica y de la comprensión con todos sus correlatos, entre los que la estética ocupa un lugar prominente” (5).
La cuestión principal en todo esto es que al ser considerado el lenguaje como un sistema de signos y de significación, en oposición, a una configuración de significados literales, las barreras tradicionales se suspenden “entre los usos literarios y presumiblemente no literarios del lenguaje [que] se libera[n] al corpus del peso secular de la canonización textual” (5), buscando así una libertad más amplia en el plano de los significados. Le sumamos a esto, además, que el hecho de que la relación entre la palabra y la cosa sea convencional vendría a liberar “considerablemente al lenguaje de limitaciones referenciales, pero lo hace epistemológicamente muy sospechoso y volátil, porque no puede decirse ya que su uso esté determinado por consideraciones de verdad y falsedad, bien y mal, belleza y fealdad o dolor y placer” (6), es decir, no está determinado por oposiciones binarias.
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