EL IDEARIO ANARQUISTA
Enviado por Daniel Torres Prieto • 27 de Agosto de 2017 • Ensayo • 2.197 Palabras (9 Páginas) • 334 Visitas
[pic 1] EL IDEARIO ANARQUISTA aproximación al pensamiento de Aníbal D’Auria | DESCRIPCIÓN BREVE El siguiente ensayo, tiene como fin dar a conocer los postulados anarquistas en derecho, desde el ideario plateado por el autor Aníbal D’Auria hasta el pensamiento de Rafael Barrett y por ultimo una breve conclusión sobre esta corriente. Daniel Torres Prieto Teoria del Derecho |
IDEARIO ANARQUISTA
- Introducción.
No es fácil delimitar con claridad cuál es el origen del anarquismo; entre otras cosas, porque no puede decirse tampoco que el mismo constituya un cuerpo cerrado y dogmático u ortodoxo de ideas. los anarquistas han estado siempre abiertos a la influencia de autores y corrientes filosóficas de las más diversas procedencias, aunque estos autores y corrientes puedan no ser totalmente asimilables al anarquismo (Moriyón, 1992).
Es así como el anarquismo no se limita, lo cual pude generar en primera instancia dos pensamientos; el primero que no restricción de aportes o formas de percibirlo y al ser tan amplio puede traer complicaciones sobre que ámbito se va a hablar como segundo. Es entonces cuando Aníbal D’Auria, impone, al menos metodológicamente, una primera delimitación temática. Se trata de recortar, dentro de todo ese bagaje de ideas, lo que podemos llamar el anarquismo sociopolítico, dejando de lado lo artístico y lo epistemológico, y considerando sólo las tesis sobre la sociedad y la política.
Para D’Auria este pensamiento anarquista no debería verse desligado, ya que la diversidad de los diferentes pensamientos y sus respectivos autores logran armonizar un único fin, tanto así que afirma que la originalidad no radica en las tesis aisladas sino en la combinación del conjunto, partiendo de los postulados de Guérin y García Moriyón señala como “ideas básicas” del anarquismo las siguientes:
1. rebeldía visceral; 2. horror al Estado; 3. rechazo a la democracia burguesa (representativa); 4. rechazo al socialismo autoritario.
Por su parte, García Moriyón incluye:
1. una concepción de la historia diferente (menos dogmática y más compleja) que la del marxismo; 2. el Estado como un mal con lógica propia (no mero epifenómeno de la economía); 3. un anti teísmo militante (la idea de Dios como origen del principio de autoridad); 4. la insociabilidad entre individualismo y solidaridad; 5. federalismo y autogestión como propuestas constructivas; 6. la educación integral (multidisciplinaria, no coactiva y teórica-práctica); 7. revolución integral sin jacobinismo (social, no política); 8. el socialismo como incompatible con el Estado; 9. una ética vitalista sin sanciones; 10. coherencia entre los medios y los fines.
A pesar de que lo complejo de lo establecido por los dos autores, D’Auria reduce el núcleo básico del anarquismo a dos principios muy generales, donde considera que quedan resumidos los planteados por Guérin y Moriyón:
- Socialismo antiautoritario
- Coherencia entre fines y medios.
De estos dos principios se infieren tanto la oposición a un ente estatal como a cualquier ente autoritario y una crítica al teologismo; a su vez se puede entenderse las propuestas de autogestión y federativas como alternativas al orden social; también podría explicarse las diferentes y aparentemente divergentes posturas anarquistas ante la practica revolucionaria, la violencia y la construcción de “utopías” como hipótesis practicas motivadoras, esto permite, el plano de las puras ideas, ubicar correctamente al anarquismo tanto en relación con el marxismo y otras corrientes socialistas como en relación con el liberalismo (D'Auria, 2007).
- Socialismo Libertario, Antiestatista.
Como lo establece en primera instancia D’Auria, el anarquismo se autodescribe como socialismo libertario, por tanto, antiestatista. Cuestiona la gestión del estado en materia económica y como instrumento revolucionario (aspecto vinculado al segundo principio establecido por D’Auria, “coherencia entre fines y medios “). El estado no es sino un mal en sí mismo, cómplice de la explotación económica, pero con intereses también propios.
En su antiestatismo, el anarquismo se reconoce heredero de algunas tesis liberales, sin embargo, no acepta la propiedad privada de los medios de producción. Los anarquistas pretenden la abolición de mencionando anteriormente y del lucro, pero a su vez se distancian de los socialistas por que no confían en la configuración de un Estado como regulador de producción, ya que estos supuestos generan sometimiento a tres vías de acceso, primero, los que aceptan el juego electoral, los que pretenden llegar por vía revolucionaria en segundo lugar y como tercero, los que pretenden llegar a una ulterior libre a través del Estado, son, para los anarquistas, socialistas autoritarios, y como tales, contradictorios, falsos socialistas; porque el Estado es la negación de la sociedad: el Estado es la imposición coactiva de un falso orden. El auténtico orden será resultado de la organización espontanea de la sociedad sobre bases libres, prescindiendo de cualquier tipo de coacción. De allí las propuestas autogestionarias y confederativas. (D'Auria, 2007, p. 15)
Vale la pena rescatar que el anarquismo no va solamente en contra el Estado y contra el capitalismo, sino a todo tipo de autoritarismo, de ahí también que sobre sale su antiteologismo, tres aspectos indisociables, no Estado, ningún Dios y menos un Patrón.
- Coherencia entre fines y medios
El anarquismo también se define como una búsqueda de la libertad, pero a través de la libertad misma. Por eso es una filosofía de la libertad y de la liberación. La libertad, inescindible de la igualdad, es la facultad humana por excelencia; es lo que nos hace hombres. La construcción de una sociedad libre e igualitaria sólo puede buscarse a través de la práctica aquí́ y ahora de la libertad propia (respetuosa de la igual libertad ajena). Esto es lo que los anarquistas llaman “acción directa”. (Moriyón, 1992, p. 201)
Por otra parte, toda rebelión contra la opresión –en cual- quiera de sus formas es legítima en tanto que no derive en la inversión de la situación, es decir, siempre que el antes oprimido no se torne nuevo opresor. La violencia sólo es legítima cuando concluye en el acto mismo de liberación –individual o social–; si va o pretende ir más allá́, se vuelve ilegítima, violación de la igual libertad del otro (aunque sea éste el antiguo opresor). La única circunstancia que puede postergar la rebelión legítima (sea o no violenta) es la prudencia en cuanto a la evaluación de sus posibles resultados ante la coyuntura concreta. (D'Auria, 2007, p. 16).
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