EL TIEMPO Y LA MEMORIA DE IGNACIO OLMEDO POR TERESA ESCANELLAS.
Enviado por Teresa Escanellas • 16 de Julio de 2018 • Ensayo • 1.105 Palabras (5 Páginas) • 164 Visitas
EL TIEMPO Y LA MEMORIA DE IGNACIO OLMEDO POR TERESA ESCANELLAS
Un personaje y su historia.
El personaje de Diosma, está presentado al comienzo, por el narrador, su nieto, cuando ya había perdido “totalmente el tino”, cuando “su memoria había perdido las orillas y todo, libre de retentiva”. Se la muestra, senil, en contraste con la mujer del pasado que había “manejado con dura mano de déspota afectuosa” sus papeles, la hacienda y sobre todo su venganza.
El disparador de la investigación del nieto es un episodio, que para algunos fue de locura, pero para el narrador fue el cierre de algo que solo a Diosma le pertenecía, la quema de “todo –o parte- del contenido de los cajones de su escritorio que fue su compañero privadísimo” durante los años de cimiento de la fortuna familiar, consiguiendo llevar los campos de su familia hasta la frontera.
La búsqueda de la verdad lo obliga a analizar documentos, a estudiar los retratos, a ver” más allá de las apariencias siempre imperfectas”. Debe recurrir también a otros personajes, que en la novela entrarán con sus miradas y puntos de vista, como “el Malfeito”. Enano, producto quizás de un incesto, estará siempre presente en la familia, intuyendo que de alguna manera pertenece a ella, pero sin ser jamás reconocido. Es él quien cuenta la conmoción que provocó la presencia del cometa Halley en un lugar tan pequeño como el Paguero, (ese dato da una ubicación espacial y temporal, porque fue en el año 1910 cuando causó temor e incertidumbre mundial). Malfeito mira el mundo desde su marginación no solo por ser “res de dos cabezas” sino por no tener identidad : “Nunca tuve historia propia; sin saber de dónde salí, ni de qué carne.” La narración refiere el sonambulismo de Diosma, su embarazo y posterior casamiento con un tío viejo. Luego su viudez prematura, con buena posición económica y el amancebamiento posterior con un mulato de ojos verdes, asesinado cuando arrasaron la estancia “unos ocho o diez años después”. Ese hecho provoca un cambio en Diosma: “ te asevero que después de ese día ella fue otra”.
Diosma dejó la vida buscando a sus asaltantes. Dos de ellos escaparon de su mano por la peste y por el azar. El tercero es un negro perteneciente a una familia: “Los Píriz fueron los dueños de los negros Pepos, dueños orgullosos porque aquella negrada era de buena raza: los machos de fuertes dientes y rendidores en el trabajo; las hembras paridoras, saludables y hasta lindas, como para volteárselas cuando se les acarozaban los pechos. Entre otros negros, los Pepos eran los mejores, y los Píriz –que siempre los tuvieron y repartieron-, respetaban la manada, sólo agregando negras de afuera que compraban con cuidado, y eligiendo los padrejones nada más que entre los mejores Pepos.”
El texto citado hace sentir la situación de los negros en esta región, cuya esclavitud fue abolida en Uruguay en 1842 y en Brasil en 1888, pero en esa tierra de nadie que era la frontera norte, esa esclavitud continúa en la mentalidad dominante, que piensa en ellos como animales de raza, además siguen siendo esclavos sin serlo por las leyes. A este hombre lo mata un contrabandista, hecho que el Malfeito presencia a su pesar.
Al cuarto, Elio, asesino del marido de Diosma, lo mataron los Ades, padre e hijo. Candiola, una prostituta que “trabajaba en una bailanta de La Barra” recibe la confesión del Ades chico. Pero la persecución y muerte de Elio, es contada por un narrador omnisciente, quien lo toma en una situación íntima, plena de vida, para luego contrastar su muerte, estaqueado “con guascas mojadas”. El quinto, Don Cecilio, fue envenenado por su empleada Fausta, a quien Diosma conociendo su ambición, ubicó y no le costó nada convencer: “Para la suerte de nosotras dos. Por mi venganza y tu beneficio”. Después de concretado el hecho Fausta va con Diosma a Santa Rosa y miente a todos que allí compró un numero de lotería que posteriormente resultó premiado. El sexto, es un hombre viejo al que no se nombra, quizás alguien que servía a los Meneses, involucrados en el asalto, fue citado en Cruz Alta, en el estado de Rio Grande del Sur, Brasil y muerto por un correntino que le deja al joven que atendía “el hotel posada o fonda” una bufanda de seda colorada. El séptimo fue Alfeo Pelayo de la Rosa Alcántara, un “frío jugador de naipes; de atildado vestir y hablar con alambricada ironía, que parecían muy ajenos a la caliente brutalidad de cuando en las “patriadas” ejerció la justicia y la injusticia…” Diosma convence a quien fuera su víctima de seducción o violación, Calixto Braga a matarlo, lo que sucede en la Ciudad Vieja en Montevideo.
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