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El Gato Con Botas


Enviado por   •  3 de Junio de 2014  •  333 Palabras (2 Páginas)  •  181 Visitas

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EL GATO CON BOTAS

Un molinero dejó como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su

gato. El reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al

notario. Habrían consumido todo el pobre patrimonio.

El mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro, y al menor le tocó

sólo el gato. Este se lamentaba de su mísera herencia:

—Mis hermanos, decía, podrán ganarse la vida convenientemente trabajando

juntos; lo que es yo, después de comerme a mi gato y de hacerme un manguito

con su piel, me moriré de hambre.

El gato, que escuchaba estas palabras, pero se hacía el desentendido, le dijo en

tono serio y pausado:

—No debéis afligiros, mi señor, no tenéis más que proporcionarme una bolsa y

un par de botas para andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra

herencia no es tan pobre como pensáis.

Aunque el amo del gato no abrigara sobre esto grandes ilusiones, le había visto

dar tantas muestras de agilidad para cazar ratas y ratones, como colgarse de los

pies o esconderse en la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de

verse socorrido por él en su miseria.

Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se colocó las botas y echándose la

bolsa al cuello, sujetó los cordones de ésta con las dos patas delanteras, y se

dirigió a un campo donde había muchos conejos. Puso afrecho y hierbas en su

saco y tendiéndose en el suelo como si estuviese muerto, aguardó a que algún

conejillo, poco conocedor aún de las astucias de este mundo, viniera a meter su

hocico en la bolsa para comer lo que había dentro. No bien se hubo recostado,

cuando se vio satisfecho. Un atolondrado conejillo se metió en el saco y el

maestro gato, tirando los cordones, lo encerró y lo mató sin misericordia.

Muy ufano con su presa, fuese donde el rey y pidió hablar con él. Lo hicieron

subir a los aposentos de Su Majestad donde, al entrar, hizo una gran reverencia

ante el rey, y le dijo:

—He aquí, Majestad, un conejo de campo que el señor marqué

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