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El Príncipe - Nicolás Maquiavelo


Enviado por   •  27 de Junio de 2013  •  26.124 Palabras (105 Páginas)  •  604 Visitas

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NICOLÁS MAQUIAVELO AL MAGNIFICO

LORENZO DE MÉDECIS

Los que desean congraciarse con un príncipe suelen presentd

sele con aquello que reputan por más precioso entre lo que

poseen, o con lo que juzgan más ha de agradarle; de ahí que

se vea que muchas veces le son regalados caballos, armas,

telas de oro, pledras preciosas y parecidos adornos dignos

de su grandeza. Deseando, pues, presentarme ante Vuestra

Magnificencia con alglún testimonio de mi sometimiento, no

he encontrado entre lo poco que poseo nada que me sea más

caro o que tanto estime como el conocimiento de las

acciones de los hombres, adquirido gracias a una larga

experiencia de las cosas modernas y a un incesante estudio

de las antiguas.¹ Acciones que luego de examinar y meditar

durante mucho tiempo y con gran seriedad, he encerrado en

un corto volumen, que os dirijo.

Y aunque juzgo esta obra indigna de Vuestra

Magnificencia, no por eso confío menos en que sabréis

aceptarla, considerando que no puedo haceros mejor regalo

que poneros en condición de poder entender, en brevísimo

tiempo, todo cuanto he aprendido en muchos años y a costa

de tantos sinsabores y peligros. No he adornado ni hinchado

esta obra con cláusulas interminables, ni con palabras

ampulosas y magníficas, ni con cualesquier atractivos o

adornos extrinsecos, cual muchos suelen hacer con sus

cosas; ² porque he querido, o que nada la honre, o que só1o

la variedad de la materia y la gra- vedad del tema la hagan

grata. No quicro que se mire como presuncióne el que un

hombre de humilde cuna se atreva a examinar y criticar el

gobierno de los príncipes. Porque asi como aquellos que

dibujan un paisaje se colocan en el llano para apreciar

mejor los moties y los lugares altos, y para apreciar mejor

el llano escalan los montes,³ así para conocer bien la

naturaleza de los pueblos hay que ser príncipe, y para

conocer la de los príncipes hay que pertenecer al pueblo.

Acoja, pues, Vuestra Magnificencia este modesto obsequio

con el mismo ánimo con que yo lo hago; si lo lee y medita

con atención, descubrirá en él un vivísimo deseo mío: el de

que Vuestra Magnificencia llegue a la grandeza que el

destino y sus virtudes le auguran. Y si Vuestra

Magnificencia, desde la cúspide de su altura, vuelve alguna

vez la vista hacia este llano, comprenderá cuán

inmerecidamente soporto una grande y constante malignidad

de la suerte.

1 Las dos escuelas de los grandes hornbres. (Cristina de Suecia.)

2 Como Tácito y Gibbon (G).

3 Con esto empecé y con ello conviene empezar. Se conoce mucho mejor el

fondo de los valles cuando se está en la cumbre de la montaña (RC).

EL PRÍNCIPE

Capitulo I

DE LAS DISTINTAS CLASES DE PRINCIPADOS Y DE LA FORMA

EN QUE SE ADQUIEREN

Todos los Estados, todas las dominaciones que han

ejercido y ejereen soberanía sobre los hombres, han sido y

son repúblicas o principados. Los principados son, o

hereditarios, cuando una misma farmilia ha reinado en ellos

largo tiempo, o nuevos. Los nuevos, o lo son del todo, como

lo fue Milán bajo Francisco Sforza, o son como rniembros

agregados al Estado hereditario del príncipe que los

adquiere, como es el reino de Nápoles para cl rey de

España. Los dominios así adquiridos están acostumbrados a

vivir bajo un príncipe o a ser libres; y se adquieren por

las armas propias o por las ajenas, por la suerte o por la

virtud.

Capitulo II

DE LOS PRINCIPADOS

HEREDETARIOS

Dejaré a un lado el discutir sobre las repúblicas porque

ya en otra ocasión lo he hecho extensamente. Me dedicaré

solo a los principados, para ir tejiendo la urdimbre de mis

opiniones y establecer cómo pueden gobernarse y conservarse

tales principados.

En primer lugar, me parece que es más fácil conserver un

Estado hereditario, acostumbrado a una dinastía, que uno

nuevo, ya que basta con no alterar el orden establecido por

los príncipes anteriores, y contemporizar después con los

cambios que puedan producirse. De tal modo que, si el

príncipe es de mediana inteligencia, se mantendrá siempre

en su Estado, a menos que una fuerza arrolladora lo arroje

de él; y aunque asi sucediese, sólo, tendría que esperar;

para reconquistarlo, a que el usurpador stifriera. el

primer tropiezo.

Tenemos en Italia, por ejemplo, al duque de Ferrara, que

no resistió los asaltos de los venecianos en el 84 (1484)

ni los del papa Julio en el 10 (1510), por motivos

distintos de la antigüedad de su soberanía en el dominio.

Porque el príncipe natural tiene menos razones y menor

necesidad de ofender: de donde es lógico que sea más amado;

y a menos que vicios excesivos le atraigan el odio, es

razonable que le quieran con naturalidad los suyos. Y en la

antigüedad y continuidad de la dinastía se borran los

recuerdos y los motivos que la trajeron, pues un camibio

deja siempre la piedra angular para la edificación de otro.

Capitulo III

DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS

Pero las dificultades existen en los principados nuevas.

Y si no es nuevo del todo, sino como miembro agregado a un

conjunto anterior, que puede llamarse así mixto, sus

incertidumbres nacen en primer lugar de una natural

dificultad que se eneuentra en todos los principados

nuevos. Dificultad que estriba en que los hombres cambian

con gusto de Señor, creyendo mejorar; y esta creencia los

impulsa a tornar las armas contra él; en lo cual se

engañan, pues luego la experiencia les enseña que han

empeorado. Esto resulta de otra necesidad natural y común

que hace que el príncipe se vea obligado a ofender a sus

nuevos súbditos, con tropas o con mil vejaciones que el

acto de la conquista lleva consigo. De modo que tienes por

enemigos a todos los que has ofendido al ocupar el

principado, y no puedes. conserver como amigos a los que te

han ayudado a conquis- tarlo, porque no puedes

satisfacerlos como ellos esperaban, y puesto que les estás

obligado, tampoco puedes emplear medicines fuertes contra

ellos; porque siempre, aunque se descanse en ejércitos

poderosísimos, se

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