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Entre Abogados Te Veas


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2013  •  1.601 Palabras (7 Páginas)  •  3.199 Visitas

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Bustamante

Entre melodramas álgidos o comedias letárgicas con que se topa uno en los canales de televisión por cable dedicados a películas mexicano, a veces programan alguna rareza con trasfondo de denuncia, ligera, cuya temática aún retiene picos de actualidad, con sus guardadas distancias y temporalidades.

Si el título de “Entre abogados te veas” (1950) puede traer concordancias a guión de “Chespirito” para Viruta y Capulina, en este caso quedarían fuera las simplezas de los “cómicos y canciones”. Su trama incide en que existían -y existen-, abogados absolutamente corruptos, pérfidos, pillos, y otros adeptos a las leyes, derechos, correctos, quienes se enfrentan a aquéllos y los desenmascaran.

Desde la apertura tiene sus puntos algo desacostumbrados a lo normal, en la forma en que pone los nombres de actores y los personajes que interpretan -luego del crédito del director y antes de entrar al drama-. El listado es como de la lotería:

Armando Calvo…….El Abogangster

Carmen Montejo……La Víctima

Luis Beristáin……….El Defensor

Isabel Del Puerto……La Amante

Ramón Gay…………El Catrín

Sara Guasch…………La Esposa

Fernando Galiana……El Desfalcado

Armando Espinosa (Periquín).….El Judío

Fernando Casanova……El Barrilete

Rafael Estrada……….El Bígamo

Juan J. Piñeiro……….El Banquero

Queta Lavat…………La Segunda Esposa

El argumento y dirección es de Adolfo Fernández Bustamante, guión co-adaptado con el español Paulino Massip. Tiene su fase de melodrama de vecindad, briznas de film noir o asunto carcelario; el ingrediente romántico, el extremo de farsa o sketch de teatro de revista; sin faltar un par de canciones.

Abre en las afueras de un cabaret, por donde deambula un hombre, un carterista a la caza de víctimas. Dentro, introduce al protagónico, el licenciado Barrios, el abogangster en charla con el arquitecto Mendoza, el bígamo, de donde se esparce la intriga eje: el divorcio de Mendoza, pues está a punto de casarse de nueva cuenta, y requiere la asistencia de Barrios para quitarse de encima a la ex esposa, la víctima según los créditos.

Desde esos diálogos se constata que Barrios es sinvergüenza, arregla asuntos a su conveniencia, sin preocuparse a quién le atiza, siempre que le paguen bien y obtenga beneficios, monetarios y de otros. Está metido en contubernios, negocios sucios, canalladas, hace trampas. Debe haber sido moldeado en leguleyos renombrados de aquella época Alemanista, quienes eran amigos de políticos, influyentes, que les hacían trabajos sucios a hombres de negocios, empresarios, ricachones, tenían rinconcitos para rufianes o bribones, y su patronímico era conocido por gente de a pie, que cuando se metían en un lío sabían dónde acudir, quién podría ampararlos, literalmente, por los amparos a raudales de que disponen esos abogados.

Al día siguiente lo encontramos en su despacho, en sus cotidianos expedientes: hace enjuagues con “el Catrín”, manda embargar a la exesposa de Mendoza. Conocemos a su ayudante y secuaz, Barrilete, quien está presto a lo que solicite su jefe, a sabiendas de que varios asuntos son “chuecos”, es el clásico lamesuelas, un arrastrado. La esposa de Barrios se mofará de esa relación, y uno mal pensado puede creer que ella especula en algo más, que Barrilete siente más que reverencia o respeto por su jefe.

Entra a escena un cajero temeroso por un desfalco cometido que cree es grave, y que Barrios conciliara a su antojo; le chantajeará por ello, lo utilizará de espía, mensajero, soplón, so pena de refundirlo en la cárcel. Por supuesto que eran otros tiempos, y las facilidades con que Barrios se introduce a la oficina del jerarca banquero serían impensables hoy día, no así el arreglo satisfactorio para ambas partes donde él saca la tajada mayor y gana a dos bandas.

En paralelo se maneja la trama con la que se denomina “la víctima”, la ex esposa de Mendoza, quien trabaja de modelo (que más bien parece de maniquí para bocetos de revistas), pero ni así le alcanza para pagar la renta. Cuando le llegan a embargar, aparece el abogado bueno, “el defensor”. Los contra campos rápidamente elucidan el enamoramiento de él; se pone de su lado, le ayuda en contra de su oficio, la salva, se vuelve su ángel guardián.

Pero Barrios explota todo. Es un vivales sin miramientos. Se enterará y les pondrá “un cuatro”, enviando dinero, acechándolos. Igual, se apropia de la información confidencial que le entrega “el Catrín”, le juega sucio, procede a denunciarlo para que la policía lo pesque.

Atestiguamos su pose de intermediario para apaciguar huelgas entre los líderes sindicales corruptos y el patrón (algo aún actual); con facilidad los envuelve, les inclina a aceptar un aumento salarial “justo”, y que ellos obtengan su ganancia. Con desparpajo, hace

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