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Federico Engels


Enviado por   •  28 de Marzo de 2014  •  8.510 Palabras (35 Páginas)  •  228 Visitas

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IX

Barbarie y Civilización

Ya hemos seguido el curso de la disolución de la gens en los tres grandes ejemplos particulares

de los griegos, los romanos y los germanos. Para concluir, investiguemos las condiciones

económicas generales que en el estadio superior de la barbarie minaban ya la organización gentil

de la sociedad y la hicieron desaparecer con la entrada en escena de la civilización. "El Capital"

de Marx nos será tan necesario aquí como el libro de Morgan.

Nacida la gens en el estadio medio y desarrollada en el estadio superior del salvajismo, según

nos lo permiten juzgar los documentos de que disponemos, alcanzó su época más floreciente en

el estadio inferior de la barbarie. Por tanto, este grado de evolución es el que tomaremos como

punto de partida.

Aquí, donde los pieles rojas de América deben servirnos de ejemplo encontramos completamente

desarrollada la constitución gentilicia. Una tribu se divide en varias gens; por lo común en dos; al

aumentar la población, cada una de estas gens primitivas se segmenta en varias gens hijas, para

las cuales la gens madre aparece como fratria; la tribu misma se subdivide en varias tribus, donde

encontramos, en la mayoría de los casos, las antiguas gens; una confederación, por lo menos en

ciertas ocasiones, enlaza a las tribus emparentadas. Esta sencilla organización responde por

completo a las condiciones sociales que la han engendrado. No es más que un agrupamiento

espontáneo; es apta para allanar todos los conflictos que pueden nacer en el seno de una sociedad

así organizada. Los conflictos exteriores los resuelve la guerra, que puede aniquilar a la tribu,

pero no avasallarla. La grandeza del régimen de la gens, pero también su limitación, es que en

ella no tienen cabida la dominación ni la servidumbre. En el interior, no existe aún diferencia

entre derechos y deberes; para el indio no existe el problema de saber si es un derecho o un deber

tomar parte en los negocios sociales, sumarse a una venganza de sangre o aceptar una

compensación; el planteárselo le parecería tan absurdo como preguntarse si comer, dormir o

cazar es un deber o un derecho. Tampoco puede haber allí división de la tribu o de la gens en

clases distintas. Y esto nos conduce al examen de la base económica de este orden de cosas.

La población está en extremo espaciada, y sólo es densa en el lugar de residencia de la tribu,

alrededor del cual se extiende en vasto círculo el territorio para la caza; luego viene la zona

neutral del bosque protector que la separa de otras tribus. La división del trabajo es en absoluto91

espontánea: sólo existe entre los dos sexos. El hombre va a la guerra, se dedica a la caza y a la

pesca, procura las materias primas para el alimento y produce los objetos necesarios para dicho

propósito. La mujer cuida de la casa, prepara la comida y hace los vestidos; guisa, hila y cose.

Cada uno es el amo en su dominio: el hombre en la selva, la mujer en la casa. Cada uno es el

propietario de los instrumentos que elabora y usa: el hombre de sus armas, de sus pertrechos de

caza y pesca; la mujer, de sus trebejos caseros. La economía doméstica es comunista, común

para varias y a menudo para muchas familias[1]. Lo que se hace y se utiliza en común es de

propiedad común: la casa, los huertos, las canoas. Aquí, y sólo aquí, es donde existe realmente

"la propiedad fruto del trabajo personal", que los jurisconsultos y los economistas atribuyen a la

sociedad civilizada y que es el último subterfugio jurídico en el cual se apoya hoy la propiedad

capitalista.

Pero no en todas partes se detuvieron los hombres en esta etapa. En Asia encontraron animales

que se dejaron primero domesticar y después criar. Antes había que ir de caza para apoderarse de

la hembra del búfalo salvaje; ahora, domesticada, esta hembra suministraba cada año una cría y,

por añadidura, leche. Ciertas tribus de las más adelantadas -los arios, los semitas y quizás los

turanios-, hicieron de la domesticación y después de la cría y cuidado del ganado su principal

ocupación. Las tribus de pastores se destacaron del resto de la masa de los bárbaros. Esta fue la

primera gran división social del trabajo. Las tribus pastoriles, no sólo produjeron muchos más,

sino también otros víveres que el resto de los bárbaros. Tenían sobre ellos la ventaja de poseer

más leche, productos lácteos y carne; además, disponían de pieles, lanas, pelo de cabra, así como

de hilos y tejidos, cuya cantidad aumentaba con la masa de las materias primas. Así fue posible,

por primera vez, establecer un intercambio regular de productos. En los estadios anteriores no

puede haber sino cambios accidentales. Verdad es que una particular habilidad en la fabricación

de las armas y de los instrumentos puede producir una división transitoria del trabajo. Así, se han

encontrado en muchos sitios restos de talleres, para fabricar instrumentos de sílice, procedentes

de los últimos tiempos de la Edad de Piedra. Los artífices que ejercitaban en ellos su habilidad

debieron de trabajar por cuenta de la colectividad, como todavía lo hacen los artesanos en las

comunidades gentilicias de la India. En todo caso, en esta fase del desarrollo sólo podía haber

cambio en el seno mismo de la tribu, y aun eso con carácter excepcional. Pero en cuanto las

tribus pastoriles se separaron del resto de los salvajes, encontramos enteramente formadas las

condiciones necesarias para el cambio entre los miembros de tribus diferentes y para el

desarrollo y consolidación del cambio como una institución regular. Al principio, el cambio se

hizo de tribu a tribu, por mediación de los jefes de las gens; pero cuando los rebaños empezaron

poco a poco a ser propiedad privada, el cambio entre individuos fue predominando más y más y

acabó por ser la forma única. El principal artículo que las tribus de pastores ofrecían en cambio a

sus vecinos era el ganado; éste llegó a ser la mercancía que valoraba a todas las demás y se

aceptaba con mucho gusto en todas partes a cambio de ellas; en una palabra, el ganado

desempeñó las funciones de dinero y sirvió como tal ya en aquella época. Con esa rapidez y

precisión se desarrolló desde el comienzo mismo del cambio de mercancías la necesidad de una

mercancía que sirviese

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