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Geopolitica Mundial Compendio 1 Udla


Enviado por   •  20 de Marzo de 2014  •  1.110 Palabras (5 Páginas)  •  447 Visitas

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Parte I (“FILOSOFÍA: UNIVERSALIDAD, SINGULARIDAD, DIFERENCIA”): LA POLÍTICA Y LA DIFERENCIA ONTOLÓGICA

En este capítulo se inicia una etapa comparativa que consiste en un análisis combinado de algunos elementos de la izquierda heideggeria en el contexto de la filosofía política contemporánea, se interroga acerca de una diferencia que ha cobrado vigencia en el pensamiento político reciente: la diferencia entre la política y lo político. La política se sigue refiriendo a ciertas formas de acción, al subsistema político (dimensión óntica) y lo político alude a lo que está más allá de toda posible domesticación (dimensión ontológica). Oliver Marchart busca demostrar que la distinción entre ambos conceptos es un indicador del fundamento ausente de la sociedad, pero no la ausencia de todo fundamento. Si bien la política es un proceso con final abierto, sin un principio ni un fin predeterminados, lo político es el momento de un fundar, aunque parcial, contingente y efímero.

Laclau quien, al llevar la indecisión de la diferencia ontológica hasta sus últimas consecuencias, ha logrado fundar, en opinión de Marchart, la teoría política más acorde a los supuestos del posfundacionalismo. En ese sentido, Laclau utiliza la noción de acontecimiento en un sentido menos puro que Nancy y Badiou.

En el caso de Nancy, Marchart observa una negación de toda dimensión estratégica concreta de la política, es decir, de toda dimensión óntica, que lleva al autor a incurrir en una suerte de filosofismo. Puesto que para Nancy lo político sólo se manifiesta a través de la retirada del ser, del "acontecimiento de comunidad" que muestra la in fundabilidad de todo orden social, la dimensión estratégica concreta de la política nunca es exactamente "política". En otras palabras, la política no puede fundar (lo que implicaría caer en una nueva clausura del ser), sino que sólo puede dar valides a que no exista una fundación de la comunidad. Esto parece descartar el autor la dimensión de la política, relegando todo orden concreto y a la consecuente tecnificación de lo social. Así, la política queda circunscripta a lo ontológico, incapaz de dar cuenta de la articulación con el momento óntico concreto.

Para el autor, el momento de lo político nunca puede darse en forma pura, pues siempre está contaminado por el orden de cosas establecido. Ello implica que la diferencia entre lo político y lo social, entre lo instituyente y lo instituido o, siguiendo su terminología más específica, entre sedimentación y reactivación, nunca es total sino que está siempre atravesada por un mutuo condicionamiento. Lo político siempre proviene de una falla al interior de lo social, que nunca consigue cerrarse a sí mismo como una estructura de prácticas repetitivas y requiere, por lo tanto, de permanentes intentos de hegemonización.

La democracia es el orden concreto que se corresponde con la infundabilidad de lo social, y por lo tanto es ontológicamente superior a cualquier otro orden. Ello parecería detener la indecisión de la diferencia ontológica, lo cual se alejaría, en principio, de la postura de Marchart.

Por lo tanto, producto de un vacío absoluto o de la radical apertura del ser, sino de una torcedura en el orden de cosas establecido que, por romper con la lógica de dicho orden, introduce el antagonismo y la contingencia. Es precisamente a través del antagonismo como se constituyen las identidades sociales, por más que posteriormente su naturaleza antagónica-política sea olvidada. Lo político es, entonces, instituyente de lo social, aunque se manifieste

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