Inteligencia Y Afectividad
Enviado por giovannialomar • 26 de Agosto de 2012 • 2.882 Palabras (12 Páginas) • 898 Visitas
VOLUMEN: 2 NÚMERO: 2-3
Emoción. Breve reseña del papel de la cognición y el estado afectivo
Francesc Palmero Universitat Jaume I, Castellón (Spain)
http://reme.uji.es/articulos/apalmf245161299/texto.html
El estudio del concepto de emoción parece poner de relieve sus características funcionales (es una respuesta relacionada con la adaptación) y dinámicas (es un proceso básico). El estudio del papel que juega la emoción en los procesos de salud y enfermedad es imprescindible en nuestro tiempo, habida cuenta de lo importante que resulta la adaptación continuada a las múltiples demandas y exigencias que impone una sociedad cada día más competitiva.
Creemos que nada nuevo se puede decir acerca de lo que es una emoción -lo cual no significa que no haya que seguir buscando la configuración óptima (o la que más se aproxime a lo óptimo) de la emoción-, bien cuando ésta es considerada como respuesta, bien cuando es considerada como proceso, en ambos casos con claras connotaciones adaptativas. Tratar de definir una emoción parece una tarea relativamente fácil, porque todos "sabemos" qué es una emoción. Otra cosa es llegar a una aceptación consensuada en esas definiciones.
Modestamente estimamos que la definición de una emoción es imprescindible en cualquier empresa científica que pretenda comprender el funcionamiento de un proceso tan vital, aunque complejo, para la adaptación y supervivencia de cualquier organismo. Como ha señalado recientemente Lyons (1993): "Las definiciones de la emoción no son más que modelos funcionales expresados en palabras, y es difícil concebir cómo alguien podría llegar muy lejos sin intentar formularlas" (p. 4). Sin embargo, son tantas las definiciones existentes que, probablemente, se ha dicho todo lo que es, e incluso mucho de lo que no es, una emoción. El problema deviene irresoluble cuando tratamos de hacer congruentes tantas y tan diversas concepciones de la emoción. Dicho de otro modo, con estos presupuestos, definir el concepto de emoción con la sana idea de coincidir con otros autores muchas veces resulta una auténtica quimera. Las emociones son complejos procesos que han sufrido los sesgos peculiares que imponen las tendencias dominantes en cada época; no hay más que echar un vistazo retrospectivo para contemplar cómo desde la filosofía de los clásicos griegos hasta nuestros días las concepciones acerca de la emoción no son sino la manifestación, una más, de las distintas escuelas, orientaciones y planteamientos vigentes en ese momento.
Las definiciones aceptadas sobre la emoción en una determinada época son el reflejo de la tendencia dominante en dicha época. En el ámbito filosófico, la teorización emocional ha ido a remolque y ha sido fiel reflejo de la teorización general acerca de la mente; en el ámbito psicológico, las teorizaciones acerca de la emoción se enmarcan en el más amplio espectro de la teorización sobre los mecanismos de adaptación general. En cualquier caso, los distintos argumentos planteados no tienen por qué ser considerados como antagónicos, contrapuestos o excluyentes. No hay razón para ello. Probablemente, lo más sensato es considerarlos en un marco teórico mayor, donde tienen perfecta cabida, e incluso podrían ser entendidos como complementarios. La definición ofrecida por cualquier autor acerca de la emoción está reflejando sus predilecciones metodológicas y teóricas; está reflejando el paradigma en el que dicho autor se sitúa para investigar o teorizar; está reflejando, en definitiva, la influencia de alguno de los movimientos teóricos relevantes de ese momento. Las teorías actuales acerca de la emoción reflejan, sin duda, las claras influencias del cognitivismo, del mismo modo que las que se plantearon en los 60 reflejaban las influencias conductistas, y las que se plantearon antes reflejaban la influencia dualista platónica, en forma de predominio de la experiencia interna.
El momento actual en el estudio de la emoción sigue reflejando la controversia respecto a los planteamientos afectivos o del sentimiento y los planteamientos cognitivos. Gran parte de la controversia existente entre ambas concepciones procede de la propia controversia que suscita la variable cognición.
El estudio de la emoción en tanto que proceso debe contemplar la estrecha interacción entre las dimensiones afectiva y cognitiva. La emoción, como hemos comentado anteriormente, implica la concienciación subjetiva (sentimiento), implica una dimensión fisiológica (cambios corporales internos), implica una dimensión expresiva/motora (manifestaciones conductuales externas) e implica una dimensión cognitiva (funcionamiento mental). El objetivo tiene que ver con la movilización general del organismo para enfrentarse a una situación más o menos amenazante o desafiante. Todas y cada una de las dimensiones parecen estar relacionadas con la mayor o menor propensión a experimentar un proceso disfuncional, un desajuste, una enfermedad e incluso la muerte.
Nuestra aproximación al estudio de las emociones tiene claras influencias de James, de tal suerte que, si bien la aportación de éste sólo recoge una parte del proceso -el sentimiento-, la inclusión implícita de aspectos que tienen que ver con la evaluación y la valoración -aspectos claramente cognitivos- permiten, a nuestro juicio, su indiscutible actualidad. Además, la relavancia y extensión de la argumentación cognitivista hace que también en el ámbito de los procesos emocionales surjan planteamientos que repercuten de forma clara en su consideración actual y de futuro.
En este marco de referencia, nuestro modelo de emoción se asienta en dos premisas: por una parte, en la existencia de errores en la formulación de James, y, por otra parte, en la orientación cognitivista derivada de las formulaciones aristotélicas.
En cuanto a los errores de James, fundamentalmente se refieren a la no consideración explícita de los factores cognitivos, de modo particular aquellos que tienen que ver con la evaluación y la valoración -si bien se podría defender que se encuentran implícitos en la formulación, independientemente de la intención de James-, y la consideración de que la emoción se corresponde exclusivamente con la experiencia subjetiva, es decir, con el sentimiento.
Respecto a la ausencia de un proceso de valoración del estímulo o situación desencadenante de los cambios fisiológicos, creemos que es un paso previo necesario en la ocurrencia de unos cambios fisiológicos determinados. Aunque James argumentó que "los cambios corporales siguen directamente a la percepción del estímulo desencadenante" (James, 1884, p. 189), nunca explicó ni definió qué entendía por el término "percepción".
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