LOS ORDENES DEL AMOR EN NUESTRAS RELACIONES
Enviado por aniru • 25 de Agosto de 2013 • Tesis • 5.304 Palabras (22 Páginas) • 452 Visitas
I. LOS ORDENES DEL AMOR EN NUESTRAS RELACIONES
Desde el momento en que entramos en esta vida, pertenecemos a un determinado sistema de relaciones que, con el tiempo, va ampliándose en círculos concéntricos. Siguiendo el orden temporal, éstos son los grupos y relaciones importantes para nuestra supervivencia y nuestro desarrollo, de los que formamos parte a lo largo de nuestra vida, sea forzosamente, sea por libre elección:
-la familia de origen, es decir, nuestros padres y hermanos.
-la red familiar, formada por todos los demás parientes.
-las relaciones libremente elegidas, por ejemplo las relaciones de amistad.
-la relación de pareja.
-las relaciones con nuestros propios hijos.
-la relación con el mundo como Todo.
Los Órdenes del Amor, es decir las condiciones a tener en cuenta para conseguir que el amor en todas nuestras relaciones crezca y prospere sin impedimentos, en lo esencial están predeterminados y sólo se nos revelan por los efectos de nuestros actos.
Relaciones del mismo tipo, por tanto, siguen a un mismo orden y un mismo patrón, relaciones de diferentes tipos siguen a órdenes diferentes. Así, los Órdenes del Amor sin distintos para la relación del hijo con sus padres, y distintos para las relaciones en el seno de la red familiar. Son diferentes para la relación de pareja entre hombre y mujer, y diferentes para las relaciones de la pareja, como padres, con sus hijos. Finalmente, aún existen otros órdenes para nuestra relación con el Todo que constituye el fundamento de nuestra existencia, es decir aquello que experimentamos como espiritual o religioso.
En todos nuestros sistemas relacionales existe, además, una compleja interacción de necesidades fundamentales.
Entre ésta cuentan:
-la necesidad de vinculación.
-la necesidad de mantener un equilibrio entre dar y tomar.
-la necesidad de encontrar la seguridad en conveniencias sociales que hacen previsibles nuestras relaciones. Reglas.
Experimentamos estas tres necesidades con la vehemencia de reacciones instintivas, percibiendo en ellas fuerzas que favorecen y exigen, impulsan y dirigen, dan felicidad y ponen límites; y, tanto si lo queremos como si no, nos vemos expuestos a su poder que nos obliga a fines que van más allá de nuestros deseos y de nuestro querer consciente. En ellas se refleja y se cumple la necesidad fundamental de todo ser humano de relacionarse íntimamente con sus congéneres. De manera sensible percibimos estas fuerzas que velan por nuestras relaciones en los sentimientos de culpa o inocencia respecto a otros, es decir, a través de la conciencia.
1- LA VINCULACION Así como un árbol no elige el lugar en el que crece, y así como se desarrolla de manera diferente en un campo abierto o en un bosque, y en un valle protegido de otra manera que en una cima expuesta a la intemperie, así un niño se integra en el grupo de origen sin cuestionarlo, adhiriéndose a él con una fuerza y una consecuencia únicamente comparables a una fijación.
El niño vive esta vinculación como amor y felicidad, independientemente de si en este grupo podrá desarrollarse favorablemente o no, y sin tener en cuenta quiénes y cómo son sus padres. El niño sabe que pertenece ahí y este saber y este vínculo son amor, un amor que yo llamo primitivo o primario. Esta vinculación es tan profunda que el niño está dispuesto a sacrificar su vida y su felicidad por el bien del vínculo.
2- EL EQUILIBRIO ENTRE DAR Y TOMAR En todos los sistemas vivos existe una continua compensación de tendencias antagónicas. Es similar a una ley natural. Es decir, la compensación entre tomar y dar no es más que una aplicación a sistemas sociales. La necesidad de un equilibrio entre dar y tomar hace posible el intercambio en los sistemas humanos. Esta interacción se inicia y se mantiene por el hecho de tomar y de dar, regulándose por la necesidad de todos los miembros de un sistema de llegar a un equilibrio justo. En cuanto este se consigue, una relación puede darse por acabada. Esto ocurre, por ejemplo, si se devuelve exactamente lo mismo que se recibió. Pero también puede reanudarse y continuar la relación, dando y tomando de nuevo.
El proceso es el siguiente: el hombre, por ejemplo, le da a la mujer y, en consecuencia, ella se siente presionada por haber tomado. Es decir, habiendo recibido algo del otro, por muy bello que sea, perdemos algo de nuestra independencia. Enseguida surge la necesidad de compensación, y para deshacerse de la presión, la mujer le devuelve algo al hombre. Por precaución aún le da un poco más, con lo cual se crea un nuevo desequilibrio y así el proceso sigue. Ni el que da ni el que toma están tranquilos hasta que no lleguen a un equilibrio, hasta que el primero no tome también y el segundo también dé.
A/ LA FELICIDAD SE RIGE POR LA CUANTÍA DE DAR Y TOMAR: La felicidad en una relación depende de la medida en que se toma y se da. Un movimiento reducido sólo trae ganancias reducidas. Cuanto más extenso sea el intercambio, tanto más profunda será la felicidad. Sin embargo, existe una gran desventaja: la vinculación resulta aún más fuerte. El que quiera libertad, tan solo puede dar y tomar muy poco y tan solo puede permitir un intercambio muy reducido entre ambas partes. Es como el andar. Nos paramos si aguantamos el equilibrio, y seguimos avanzando si una y otra vez, lo perdemos para después volver a recuperarlo.
Un gran movimiento entre tomar y dar viene acompañado de una gran alegría y plenitud. Esta felicidad no cae del cielo, se hace. Si el intercambio se realiza a un nivel elevado y es equilibrado, tenemos una sensación de ligereza, de justicia y de paz. De las muchas posibilidades de experimentar la inocencia, ésta es la más liberadora y bella.
B/ CUANDO EXISTE UN DESNIVEL ENTRE DAR Y TOMAR: Dar sin tomar: tener derecho a algo es una sensación agradable, y por ser una sensación tan agradable, a algunos les gusta conservarla. Prefieren conservar la reivindicación, en vez de permitir que otros les den algo, como siguiendo el lema: "vale más que tú te sientas obligado que no yo". Frecuentemente ocurre con la mejor de las intenciones, y esta actitud goza de gran respeto. Muchos idealistas mantienen esta postura, conocida como el ideal de los que se dedican a ayudar a los demás. También es un fenómeno frecuente entre psicoterapeutas. Éstos, por ejemplo, no están dispuestos a alegrarse en las psicoterapias, como pequeña recompensa al esfuerzo que realizan. En consecuencia, el proceso se hace penoso y ya no está equilibrado. Pero si alguien da sin tomar, al cabo de un tiempo, los demás tampoco quieren aceptar nada de él. Es decir, se trata de una actitud hostil para cualquier relación, ya que aquél que únicamente pretende
...