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La Abuela


Enviado por   •  28 de Abril de 2015  •  454 Palabras (2 Páginas)  •  175 Visitas

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Tu abuelo, Karli, algunas veces empinaba bastante el codo. De vez en cuando te diré que hasta llegaba a casa a cuatro patas y yo, entonces, me juré no probar en la vida esos brebajes. Incluso cuando nos invitaban o cuando celebrábamos cualquier cosa yo la bebida apenas la tocaba. Ahora es diferente. Y ocurrió de una forma bien sencilla. El día en que murió el abuelo yo daba vueltas por la casa queriendo poner orden y enredándolo todo, en realidad, mucho más de lo que estaba. En la mesilla de noche del abuelo encontré, por casualidad, dos botellas de aguardiente y, en medio de toda la tristeza, me quedaron fuerzas todavía para ponerme furiosa. Abrí una de las botellas y me bebí un buen trago, como para contrariar al abuelo difunto. ¿Y sabes tú lo que pasó, Karli? Me sentó bien. Me dije que era estupendo para matar las penas. Y desde entonces me las mato con una copita o dos. Sobre todo cuando me entra miedo.

Karli la miró asombrado.

—¡Pero abuela, si tú no tienes miedo! Nunca te lo he notado.

—Tú, Karli, a tus ocho años, ya sabes mucho. Lo que pasa es que el miedo no puede verse.

Karli le aseguró que lo notaría. La abuela se rió.

—Tú confías demasiado en tus fuerzas, jovencito. Yo, sabes, no es que tenga miedo del gordo ese del tutelar de menores, o de la asistente social, o del portero, o de quién sea. Yo tengo miedo de cosas muy distintas y no sólo un miedo, muchos miedos. Tengo miedo de que venga otra inflación y se me lleve todo lo que he ahorrado, como ya nos sucedió otra vez. Yo entonces, en 1923, era casi una niña y mi padre, tu bisabuelo, tampoco es que hubiera podido ahorrar mucho. Pero, de la noche a la mañana, el poquitó de dinero que tenía no valía nada. Lo que antes había costado un marco costaba, de repente, miles de ellos. ¡De locura! Y luego, en 1931, cuando el dinero recuperó su valor lo que no hubo fue trabajo. Yo estaba recién casada, tu abuelo se había quedado sin EMPLEO y vivíamos con lo poco que nos daban del subsidio de paro. No conseguíamos salir de apuros.

De eso tengo miedo. Y tengo miedo de ponerme enferma. ¿Qué va a ser de ti, entonces? Cada vez que vas a la escuela tengo miedo de que te pase algo. Tengo miedo de que nos suban el alquiler del piso. Estos son mis miedos. Y no consigo librarme de ellos. Me rondan constantemente por la cabeza. Y, cuando me fastidian demasiado, voy al aparador, me sirvo una copita de aguardiente, me la bebo de un trago y me digo: «¡Quién dijo miedo,

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