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La Columna De Hierro


Enviado por   •  9 de Julio de 2012  •  337 Palabras (2 Páginas)  •  562 Visitas

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Marco se sentía muy fatigado. De nuevo sentía en su mente y en su corazón aquel peso que tanto lehabía afligido hacía años; llegando a inmovilizar su cuerpo y a atormentar su cerebro. Ahora sentía casisiempre ese peso, como si fuera algo tangible que llevara sobre los hombros; era como uno de aquellosinfortunados condenados que debían llevar a cuestas la pesada cruz, en la que al final habían de expirar,colgados, tras una horrible agonía. Ya no se decía a sí mismo como antes solía: «Mañana me sentirémejor y la depresión se habrá disipado

En aquel momento apareció Terencia, que por lo visto no se había dado cuenta de que su esposo teníavisita, llevando a su lado a la pequeña Tulia, el amor de los amores de su padre. Terencia parecióencantadoramente sorprendida a la vista de Julio y bajó sus ojos modestamente, poniendo gesto decoroso,aunque no pudo disimular la dura resolución en su boca ni la dureza de su barbilla, cosas ambas quehabían aumentado en los últimos años. Marco se la quedó mirando con irritación; pero Julio se levantó yle hizo una ostentosa reverencia.

Cumpliendo su deseo, Marco estaba a solas en su isla ancestral en pleno otoño. Comía, dormía profundamente, nadaba en las aguas murmurantes, paseaba por los bosques, inspeccionaba los rebaños deovejas, cabras y vacas, hablaba de cosas intrascendentes con los esclavos, leía, contemplaba e ibaescribiendo su próximo libro de ensayos. Nada le consolaba ni le aliviaba, nada le satisfacía.Me estoy volviendo viejo —pensó—. En mi mente hay una oscuridad que nada disipa, ni nada borra. No deseo nada y seguramente ése debe ser el preludio de la muerte. En mi vida no puedo discernir ninguna promesa. Estoy derrotado y me siento perdido. Recibía de Roma un sin fin de cartas y no lasabría, dejándolas con sus sellos intactos. Se miraba en el espejo y no veía en él a un hombre con viveza enlos ojos, las mejillas bronceadas y los labios enrojecidos, como resultado de su estancia en la isla. Veía aun hombre pálido y envejecido.

Capitulo 45

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