La Llamada De Cthulhu
Enviado por AXEL91 • 12 de Septiembre de 2012 • 2.664 Palabras (11 Páginas) • 378 Visitas
El horror en arcilla
Es imposible que tales potencias o seres hayan sobrevivido… hayan sobrevivido
a una época infinitamente remota donde… la conciencia se
manifestaba, quizá, bajo cuerpos y formas que ya hace tiempo se retiraron
ante la marea de la ascendiente humanidad… formas de las que sólo
la poesía y la leyenda han conservado un fugaz recuerdo con el nombre
de dioses, monstruos, seres míticos de toda clase y especie…
Algernon Blackwood
No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la
mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos
en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo
infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias,
que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora;
pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a
la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas
tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa
funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad
de las tinieblas. Algunos teósofos han sospechado la majestuosa grandeza
del ciclo cósmico del que nuestro mundo y nuestra raza no son más
que fugaces incidentes. Han señalado extrañas supervivencias en términos
que nos helarían la sangre si no estuviesen disfrazados por un blando
optimismo. Pero no son ellos los que me han dado la fugaz visón de
esos dones prohibidos, que me estremecen cuando pienso en ellos, y me
enloquecen cuando sueño con ellos. Esa visión, como toda temible visión
de la verdad, surgió de una unión casual de elementos diversos; en este
caso, el artículo de un viejo periódico y las notas de un profesor ya fallecido.
Espero que ningún otro logre llevar a cabo esta unión; yo, por cierto,
si vivo, no añadiré voluntariamente un sólo eslabón a tan espantosa
cadena. Creo, por otra parte, que el profesor había decidido, también, no
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revelar lo que sabía, y que si no hubiese muerto repentinamente, hubiera
destruido sus notas.
Tuve por primera vez conocimiento de este asunto en el invierno de
1926-1927, a la muerte de mi tío abuelo, George Gammel Angell, profesor
honorario de lenguas semíticas de la Universidad de Brown, Povidence,
Rhode Island. El profesor Angell era una autoridad vastamente
conocida en materia de antiguas inscripciones y a él habían recurrido con
frecuencia los conservadores de los más importantes museos. Muchos
deben por lo tanto recordar su desaparición, acaecida a la edad de noventa
y dos años. Las oscuras razones de su muerte aumentaron aún más
el interés local. El profesor había muerto mientras volvía del barco de
Newport, y, según afirman los testigos, luego de recibir el empellón de
un marinero negro. Éste había surgido de uno de los curiosos y sombríos
pasajes situados en la falda abrupta de la colina que une los muelles a la
casa del muerto, en la Calle Williams. Los médicos, incapaces de descubrir
algún desorden orgánico, concluyeron, luego de un perplejo cambio
de opiniones, que la muerte debía atribuirse a una oscura lesión del corazón,
determinada por el rápido ascenso de una cuesta excesivamente empinada
para un hombre de tantos años. En ese entonces no vi ningún
motivo para disentir de ese diagnóstico, pero hoy tengo mis dudas… y
algo más que dudas.
Como heredero y ejecutor de mi tío abuelo, viudo y sin hijos, era de esperar
que yo examinara sus papeles con cierta atención. Trasladé con ese
propósito todos sus archivos y cajas a mi casa de Boston. El material ordenado
por mí será publicado en su mayor parte por la Sociedad Norteamericana
de Arqueología; pero había una caja que me pareció sumamente
enigmática, y sentí siempre repugnancia a mostrársela a otros. Estaba
cerrada, y no encontré la llave hasta que se me ocurrió examinar el llavero
que el profesor llevaba siempre consigo. Logré abrirla entonces, pero
me encontré con otro obstáculo mayor y aún más impenetrable. ¿Qué
significado podían tener ese curioso bajorrelieve de arcilla, y esas notas,
fragmentos y recortes de viejos periódicos? ¿Se había convertido mi tío,
en sus últimos años, en un devoto de las más superficiales imposturas?
Resolví buscar al excéntrico escultor que había alterado la paz mental del
anciano.
El bajorrelieve era un rectángulo tosco de dos centímetros de espesor y
de unos treinta o cuarenta centímetros cuadrados de superficie; indudablemente
de origen moderno. Los dibujos, sin embargo, no eran nada
modernos, ni por su atmósfera ni por su sugestión; pues aunque las rarezas
del cubismo y el futurismo sean numerosas y extravagantes, no
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suelen reproducir esa críptica regularidad de la escritura prehistórica. Y
la mayor parte de los dibujos parecía ser ciertamente alguna especie de
escritura. A pesar de mi familiaridad con los papeles y colecciones de mi
tío, no logré identificarla, ni sospechar siquiera alguna remota relación.
Sobre esos supuestos jeroglíficos había una figura de carácter evidentemente
representativo, aunque la ejecución impresionista impedía comprender
su naturaleza. Parecía una especie de monstruo, o el símbolo de
un monstruo, o una forma que sólo una fantasía enfermiza hubiese podido
concebir. Si digo que mi imaginación, algo extravagante, se representó
a la vez un pulpo, un dragón y la caricatura de un ser humano, no traicionaré
el espíritu del dibujo. Sobre un cuerpo escamoso y grotesco,
provisto de alas rudimentarias, se alzaba una cabeza pulposa y coronada
de tentáculos; pero era el contorno general lo que la hacía más particularmente
horrible. Detrás de la figura se embozaba una arquitectura
ciclópea.
Las notas que acompañaban a este curioso objeto, además de unos recortes
de periódicos, habían sido escritas por el profesor mismo y no tenían
pretensiones literarias. El documento en apariencia más importante
estaba encabezado por las palabras EL CULTO DE CTHULHU, escritas
cuidadosamente en caracteres de imprenta para evitar todo error en la
lectura de un nombre tan desconocido. El manuscrito se dividía en dos
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