La Porota
Enviado por veroparis • 30 de Abril de 2015 • 1.343 Palabras (6 Páginas) • 661 Visitas
LA POROTA
Autor: Hernán del solar
CAPITULO I: EL CUARTO DE POROTA.
A la Porota le habían amoblado una pieza en el segundo piso de la casa y ella estaba contenta allí.
Le gustaba darles migas de pan a los gorriones del patio y decía que había que alimentarlos porque en el cielo, de donde venían, no tenían alimento.
En el cuarto de Porota había una cama blanca, siempre limpia, una silla pequeña en un rincón, unos cuantos muebles donde la mama de Porota guardaba los vestidos de la niña y también había muchos juguetes.
También estaba Mimí, la muñeca de Porota. Porota también tenía en su cuarto una jirafa, un oso amarillo, un pino pequeño, un negro con un acordeón, una cocina, etc. A los cuales Porota les hablaba.
Una noche Porota se acostó y al despertar en la mañana no vio a Mimí en su camita y comenzó a llamarla.
Apareció su mama y dijo que, seguramente, la había olvidado en otro lugar de la casa pero Porota se acordaba de haberla dejado durmiendo en su cama de juguetes la noche anterior.
CAPITULO II: EL SECRETO DE MIMÍ
A medio día el padre de Porota regreso de su trabajo y entro a la biblioteca. Luego de un rato llamo a su hija. Cuando llego Porota le pregunto si había visto a Mimí, a lo cual el padre respondió que estaba junto a la chimenea y la trató de distraída.
Porota estaba muy disgustada con su muñeca y la hizo dormir. Después de un par de horas, Porota vistió a su muñeca y esta comenzó a mirarla y hablarle. Al principio la niña se asusto, pero luego sintió una gran alegría.
La muñeca le relato todo lo que sucedía cuando ella dormía. Le dijo que era un secreto y que no podía contarle a nadie que ella podía hablar.
También le dijo a Porota que en su ciudad necesitaban de su ayuda, así que la llevaría esa medianoche.
CAPITULO III: EL EXTRAÑO VIAJE
Durante todo el día, la niña estuvo muy nerviosa por el viaje que emprendería junto a Mimí.
Esa noche, después de su baño, Porota se puso su pijama y se acostó. Mimí le dijo que las vendrían a buscar a la media noche. Porota se durmió y soñó.
De repente comenzaron a remecer a la niña, era Mimí diciéndole que ya era hora de irse.
Bajaron por la ventana al jardín, allí llegaría el coche a buscarlas.
Luego de un largo viaje, llegaron a la ciudad de los muñecos. Después que los guardias les preguntaran quienes eran, abrieron las puertas y Mimí de la Esperanza junto a Beatriz María Magdalena de Los Ángeles Osorio y Castroviejo entraron a la ciudad.
Mimí le obsequio a Porota un bello vestido.
CAPITULO IV: EL GOBERNADOR
En el palacio, Porota conoció al Gobernador Pirulo, quien era el padre de Mimí.
Pirulo le confesó a Porota del peligro que inundaba la ciudad de los muñecos. Cada noche, que correspondía al día de los humanos, llegaban a la ciudad vampiros a succionar el aserrín de los habitantes, ante esto el gobernador pidió la ayuda de la niña, a lo cual, Porota accede sin problemas y le pide que vallan a la ciudad de los humanos para ver donde vivían los vampiros.
CAPITULO V: LA FÁBRICA DE LOS MUÑECOS
Cuando llegaron a la ciudad, se encontraron ante una casa de aspecto bien pobre, tenía una puerta estrecha y una ventana que daba a un callejón.
Cuando estaban dentro de la sala se encontraron con mesas repletas de muñecos de trapo. Al fondo se encontraba el estante donde vivían los vampiros, pero en ese momento no estaban.
En el cuarto contiguo, dormía don Pedro, el dueño de la fábrica. Porota junto al gobernador y Mimí, salieron de la casa y volvieron al coche. Luego se fueron a la casa de la niña, quien les dijo que tendrían noticias de ella muy pronto y muy buenas.
CAPITULO VI: PLANES SECRETOS DE POROTA
A la mañana siguiente, Porota tenía mucho sueño, debido a su aventura nocturna.
Mimí también dormía plácidamente. Porota aprovecho esta instancia para visitar al carpintero de la familia, que le obsequio un paquete muy misterioso.
Al llegar la medianoche, Mimí le pregunto a Porota que llevaba el paquete, pero Porota no le dijo. Cuando llego el cochero, se dirigieron a la fábrica.
CAPITULO VII: ¡AY, LOS VAMPIROS!
Al llegar a la casa, los vampiros aún no se habían ido. Al cabo de un rato salieron
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